Cielo azul después de la lluvia, limpiando el cielo de mi cuidad contaminada, ahora veo todo tan claro. Las nueves blancas se mueven lentamente creando formas que solo mi imaginación reconoce. Puedo respirar paz, la pena se ha calmado, solo queda un sentimiento extraño de cansancio. Cansada de sentir pena ahora sonrío. Sabía que el seguir mi corazón me llevaría al abismo, lo sabía, pero también sabía que valía la pena vivirlo. Ya no esta conmigo y lo decidí así, no podía seguir en la oscuridad a la que ese tormentoso amor me había llevado. Perdí mi identidad, ya no me reconocía. Guardé mi voluntad en un viejo ropero donde solo habían mariposas disecadas. Le entregue mi alma envuelta en celofán transparente con un rosón rojo y él la recibió en sus manos y olvidó donde la puso, cuando le pregunté por ella, él no sabía donde buscar. Ya mi cuerpo andaba deambulando por las calles como inerte, ya no sentía ni frío ni calor, ya no sentía. Con que facilidad pudo elevarme hasta el cielo y mantenerme flotando entre sus encantos. Mi cuerpo estaba unido a hilos de seda invisibles que el manejaba desde lo alto, hilos que nacían desde una base de madera que el dominaba a su criterio. Cuando corto esos hilos, mi cuerpo cayó desplomándose contra el concreto. Ahora que me reencontré, y ya paro de llover, puedo respirar profundo y sentir el olor a humedad del otoño.
......sin ser escritora, solo vacie aquí mis sentimientos. |