Termas del Azufre.
El valle extenso y árido salpicado de vegas verdes como esmeraldas.
Las vertientes heladas que deshilachan la nieve bajo el sol implacable
Enormes peñas que algún glaciar abandonó sobre el valle antes de morir definitivamente.
Las surgentes sulfurosas que burbujean bajo el cielo liviano de la montaña.
El viento crudo y persistente que todo lo llena de polvo y que hace sentir la tierra misma entre los dientes.
La gente que va de un lado a otro buscando refugio entre las enormes peñas o se sumerge en los baños excavados en la vega, hundiendo hasta el cuello los cuerpos desnudos, gozando del agua caliente que la tierra escupe.
La ramada baja y sombría que invita al reposo, los chivos carneados que se asan sobre las brasas.
El vino fresco, los mesones repletos de visitantes que pellizcan el pan entreteniendo al hambre.
El Peteroa que retumba en lo profundo protestándole a la tierra.
Alguna siesta a la sombra de los autos, esperando que el sol baje y dé una tregua a la tierra.
Las risas, los cuerpos al sol bajo el agua burbujeante, los humos de la carne asada, el vino, el viento, las nubes que se asoman sobre el límite del país y la certeza de que se está en un lugar especial donde la naturaleza marca nuestro tiempo.
Volcán Peteroa, Cordillera de los Andes
Malargüe, Mendoza, Argentina. Febrero de 1998
Termas del Azufre. (Sin calificativos)
El valle se extiende en vegas como esmeraldas.
Las vertientes deshilachan la nieve bajo el sol.
Peñas que algún glaciar abandonó sobre el valle antes de morir definitivamente.
Las surgentes que burbujean bajo el cielo de la montaña.
El viento que arrastra el polvo y que hace sentir la tierra misma entre los dientes.
La gente que va de un lado a otro buscando refugio entre las peñas o se sumerge en los baños en la vega, hundiendo hasta el cuello los cuerpos, gozando del agua que la tierra escupe.
La ramada que invita al reposo, los chivos que se asan sobre las brasas.
El vino, los mesones de visitantes que pellizcan el pan entreteniendo al hambre.
El Peteroa que retumba en lo profundo, protestándole a la tierra.
Alguna siesta a la sombra de los autos, esperando que el sol baje y dé una tregua a la tierra.
Las risas, los cuerpos al sol bajo el agua burbujeante, los humos de la carne asándose, el vino, el viento, las nubes que se asoman sobre el límite del país y la certeza de que se está en un lugar donde la naturaleza marca nuestro tiempo.
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