Subieron los dos a casa de Eduardo. Era un sexto piso en un bonito edificio del centro de la ciudad. Durante el recorrido que hacía el ascensor hasta el piso, Celia no apartó la mirada con esos enormes ojos que tenía a Eduardo..
-Ponte cómoda, está un poco desordenado, hoy no vino la señora que limpia.-Dijo Eduardo mientras accedía a la habitación para cambiarse de ropa.-
Celia deseaba asearse un poco y reposar su cuerpo en cualquier cómodo sillón.
-Edu, ¿Dónde esta el aseo?-Preguntó ella intentando encontrar la puerta adecuada entre varias que habían cerradas.-
-¡Ah, sí!, es una de ellas, espera que voy y te lo indico-Gritó desde la habitación que había después de un largo pasillo.-
Apareció el profesor en la sala donde ella intentaba dar con la puerta del aseo vestido con una bata y zapatillas. Ella se lo quedó mirando fijamente, y queriendo ver que no le hacía mucho caso por el atuendo que llevaba, intentó abrir la primera puerta que tenía a su alcance.
Acertó a la primera, era el aseo. Cerró por dentro.
Eduardo preparó unas copas, él se puso un Whisky con hielo, a ella le puso lo mismo. No sabía si era de su agrado, lo intuyó.
-Vamos, no tardes que las copas esperan-Le dijo levantando un poco la voz en dirección a donde se encontraba Celia.-
La profesora abrió la puerta del aseo y apareció vestida con una larga camisa encima de su hermoso cuerpo. Se adivinaban unos redondos pechos y sus minúsculos pezones deseando liberarse de aquella ropa cosida con apenas dos botones en la parte central.
Llevaba el cabello suelto, por encima de los hombros, y los labios brillantes aún en aquella carita de profesora de secundaria en un día de mucho alboroto.
El profesor estaba bebiendo un trago de su vaso y mirando por la ventana los hermosos rayos de sol que iban perdiéndose por detrás de un edificio lejano, en la otra parte de la ciudad. Al oír que la puerta del aseo se abría, doy la vuelta a su cuerpo y perplejo de la hermosura de mujer que tenía delante dijo:
-Preciosa, estas preciosa. Tienes un cuerpo hermoso y ese cabello tan fino y alborotado hace que empiece a subirme un cosquilleo por toda mi piel hasta mis labios, deseo besarte y abrazarte.-
Se acercó a ella despacio, mientras Celia hacía lo mismo pasándose la lengua por esos carnosos y lujuriosos labios.
-¿Tú eras la que no querías tomar una copa en mi casa?, si no llegas a venir aquí te arrastro por los pelos y te obligo a la fuerza.-Le decía Eduardo poco antes de que la besara en la boca fundiéndose en un abrazo fuerte con ella.-
No hubo más copas, ni más gritos por lo sucedido anteriormente, sino que hubo palabras cariñosas, caricias y besos;ese “amor” encontrado que tanto deseaban. Hicieron el amor hasta bien entrada la noche. La camisa del profesor que se había puesto Celia liberó esos botones dejando libres sus pechos y Eduardo, acomodó su batín encima de una silla, junto a la cama.
La química entre el profesor y la profesora era un hecho real.
FIN®Manuel Muñoz García-2003
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