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El match fue increíble, los jugadores habían hecho gala de sus dotes casi sobrehumanas y si bien, uno de los equipos resultó ganador, ambos hicieron méritos suficientes para alzarse con la victoria. Yo fui uno más de los miles de espectadores que atiborraban el estadio y entreverado entre ese público vociferante que en todo momento enarboló sus banderas, gesticuló de manera casi incomprensible y se enardeció ante las jugadas más intrascendentes, aplaudí alborozado porque finalmente había triunfado el equipo de mis preferencias.

Esperé que la gente comenzara a marcharse para sumarme a esas filas de seres artificiosamente alegres que continuaban ondulando sus banderas al viento. Pero ocurrió algo muy curioso. La gente no se movió de sus asientos y prosiguió voceando, pese a que los equipos ya habían abandonado la cancha hacía mucho rato. Sumamente intrigado por esta acción, intenté moverme de mi asiento pero me fue imposible, porque en ese mismo momento y no antes, comprobé con espanto que carecía de piernas y mi cuerpo se fundía en una argamasa indefinida. Entonces reparé en las aposentadurías que, en cierta forma, parecían sólo bosquejadas en derredor.

Las personas que estaban a mi lado y que durante todo el partido no habían dejado de gritar algo ambiguo y que bien pudiera ser la arenga para cualquier equipo del orbe, aún continuaban haciéndolo. Reparé por primera vez que esos seres también parecían bosquejados y carecían de detalles, en realidad, sus rostros eran muy similares unos de otros y su gestualidad demasiado exacerbada. El terror me heló la sangre cuando comprobé que eran solamente torsos y que al igual que yo, carecían de piernas. Intenté moverme y después de mucho esfuerzo traté de alcanzar el túnel de salida.

Trabajosamente y con la angustia atragantada en mi garganta, me arrastré durante un par de horas entre esa gente que parecía no reparar en mis movimientos. Algo que heló mi sangre -si es que aún me quedaba una pizca de ese vital líquido en mis venas- fue que, pese a ser por lo menos las diez de la noche, el sol parecía anclado en el cenit. ¡Eso era imposible! Estábamos en el hemisferio sur en una época en la cual el astro rey se oculta muy temprano ¿Qué estaba sucediendo?

Finalmente, dejé atrás esas tribunas endemoniadas y me aferré a unas barandas que al momento de tocarlas, desaparecieron como si sólo fuesen material gaseoso. Sin sentir dolor alguno, traté de sustraerme de todo ese ambiente de locura y procuré pensar en lo que había para mí afuera de ese particular estadio.

Mientras el partido se desarrolló en la cancha, yo grité sin ganas, batí palmas sin que hubiera razón para ello y durante todo ese tiempo mi mente sólo se dejó llevar por un estado de euforia enfermiza. Pero, finalizado todo eso y luego de constatar que yo era medio ser humano o acaso un poco menos que eso, traté de enhebrar algún recuerdo. Pero mi mente estaba en blanco, nada existía en ella salvo esas imágenes prefabricadas que desfilaban en mi mente y que parecían estar estáticas pese al vocinglerío y el mar de banderas que ondulaban sin que hubiera una pizca de viento. ¿Que estaba ocurriendo? Dios mío ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué si mi mente carecía de memoria, sentía yo tal angustia?

Repté mucho tiempo más, un día entero, que se yo. Todo era difuso y no parecía haber contorno alguno que mi indicara una salida. Pensé en el caos bíblico, en la inexistencia de cualquier cosa. Pronto, mi mente se fue embotando y ya no cupo ni siquiera un bosquejo de pensamiento. Sombras, silencio absoluto, me arrastré hasta que sentí que mi cuerpo se diluía poco a poco para fundirse en esas tinieblas que parecían querer devorarme.
Finalmente, me entregué a ellas…

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-Señor Parsons. Esta modalidad de FIFA 2006 ha quedado estupenda, pero si usted se fija, en el gráfico de las tribunas se ha producido un error.
-¿Cuál error? No puede ser, este juego ha sido evaluado por más de un centenar de personas.
-Fíjese en las tribunas. Es algo casi microscópico, pero…
-Déjeme ver. No, no percibo nada ¿A que error se refiere usted?
-Es algo en lo que nadie repararía, una minucia. Un puntito negro, una zona no pixelada, bueno, yo soy detallista y me fijé.
-¡Ja ja ja! Usted está loco. No me va a decir que eso es un error, jajaja. Debe ser algún espectador que se aburrió y se fue del estadio. ¡Ja ja ja!
-Si, ja ja ja. No me haga caso. Es una exageración mía, que locura…















Texto agregado el 21-06-2006, y leído por 267 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-06-2006 Sigué así. Eres un magníco creador de sueños y cuentos. Bravo por tu estilo eneas
 
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