Las campanas repican en la torre, para que jamas olvidemos su presencia, el sonido rebota acústicamente en cada muro dividiéndose por las largas calles repletas de soledad, perdiéndose en mudos lamentos.
Nadie las disfruta.
Tan puntuales y monótonas en su consecuente y aprendido oficio de llamadoras de fieles despistados.
Sin embargo el tañido de esta tarde, parecía mas fuerte y desalmado, casi una señal desesperada de urgente reunión. No había niños jugando ni perros paseándose por los adoquines torcidos. Únicamente aquella presencia negra, apoyada en la columna, sosteniendo la mole de la catedral. Contemplando como águila desconfiada, con sus altos hombros encogidos.
Solo Maribel con su apacible paso se acercaba a tres cuadras.
Algo debe haberle llamado la atención porque volvía su cabeza, al escuchar su nombre, que era pronunciado como un suspiro enérgico y monótono.
Faltaban cinco pasos para doblar y enfrentarse con la enorme figura dueña del gran portal. Cuando mirando el gran reloj a lo lejos descubre que eran las siete da le tarde y había oscurecido.
_Qué hago vagando sola hacia la iglesia?-se preguntó.
Girando sobre si, llena de dudas y temblores, comienza un trote ligero.
Un fuerte viento le invade el rostro, helándole las mejillas rosadas y tropieza, cayendo fuertemente de rodillas frenadas por las duras piedras, levanta su vestido y ve las rojas gotas que corren manchando sus blancas piernas. El ardor y dolor pueden esperar -se dijo, intentando correr.
Pero una fuerza le empujaba, deteniéndole como una pared y no lograba dar dos pasos sin retroceder diez.
Agotada decide refugiarse en la antigua fabrica abandonada. Casi siente el alivio y decide buscar un poco de agua para lavarse los rasguños profundos. Pero su nombre como un eco resonó una vez más.
Esa voz no parecía de nadie conocido al menos no podía recordarla, que estaba pasando?-
Vuela sobre su humanidad una gran capa negra que le envuelve, sumiéndola en total oscuridad paralizándola. Siente un profundo corte agudo en su cuello, mezcla de congoja punzante. Ese aroma desconocido... el sufrimiento, la pasión todo se confunde! Corren calientes hilos púrpuras por su cuello, el pánico junto al delirio permiten en su inmovilidad más mordiscos.
Y una enorme nube envolvió su cabeza hasta perder el conocimiento.
El gorjeo de los pájaros la despertaron, las verdes copas frondosas le hacían de cielo y de colchón la mojada hierba.
Una ventana le distrae... siente mareos, las cortinas flotan en su cuarto... apesadumbrada se prometió nunca mas faltar a misa.
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