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Resaca de amor.

Durante toda la noche sus cuerpos estuvieron envueltos en una tormenta de caricias y deseos reprimidos, de sexos mojados y de besos apasionados, de abrazos y gemidos interminables. El se sentía pleno, satisfecho, acostumbrado. Ella se sentía nueva, diferente, renovada en cuerpo y espíritu.

Dos horas después del amanecer Ella se vistió, se acercó a la puerta de la habitación de hotel que habían alquilado la noche antes y con una sonrisa celestial posó sus labios en la mejilla de El, prodigándole un beso lento, suave y espontáneo. –Gracias por todo, te tuve una noche y siento que ya podré vivir tranquila, le dijo mientras atravesaba el marco de la puerta.

El quedó allí, quieto, pensativo, único. Recordó las incidencias de la noche anterior y el momento justo en que aquella joven mujer de largas piernas y esbelta figura, de senos firmes y sonrisa de marfil, le susurró al oido que quería pasar la noche junto a él y construir así el sueño de varios años de silencio. Lo había amado en secreto por largo tiempo, pero ya no más. Para ella estaba claro que había llegado el momento de dar rienda suelta a sus deseos carnales, buscando quizás apagar el fuego que la consumía. Para él estaba escrito que no podía darse el lujo de dejar pasar tal oportunidad. Después de todo, pensó, se trataba de un regalo de Dios envuelto en finas prendas de tela sedosa, ajustadas a un cuerpo altivo, sereno y con un olor y sabor a gloria que embriagaba los sentidos.

Treinta minutos después, él estaba sentado en la cama fumando un cigarillo. A su izquierda una taza de café sobre una mesa decorada con un mantel blanco. A la derecha un viejo televisor mostraba las noticias del día. Al frente, una ventana de cristal que no daba a ningún lado, excepto la fría pared de color gris del hotel contiguo. Detrás, un cuadro deslucido que mostraba un arreglo floral. Dentro de él: La incertidumbre y esa mezcla de dolor y placer que embarga el cuerpo cuando los sentimientos han sido acorralados. Terminó de vestirse y se marchó, pensando en la tarde y la noche y los años que le esperaban al lado de la mujer con la se casaría ese mismo día, y a la cual ya no estaba seguro de amar.

Texto agregado el 01-01-2004, y leído por 379 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
11-02-2005 exelente mi hermano, me alegra de que seas parte de nuestro orgullo dominicano Cepheuz
01-01-2004 otro que me ha gustado que te leo, saludos, migu
01-01-2004 hey!! muy ágil y con un buen final. Me ha envuelto, como se dice, saludos blanquita
 
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