- ¿Venís o no? – le preguntó Sergio a Jaime.
- Perdoname, pero tengo mucho que hacer.
- ¡Che!, vos siempre en ese trabajo aburrido!!!
Peleas de este tipo siempre tenía Jaime con sus amigos. Sucedía que, como mayordomo, Jaime siempre tenía demasiado que hacer. La señora Luisa siempre se encargaba de darle alguna tarea, y fue por ello que tuvo que rechazar la invitación a navegar.
Claro que esto no fue así: sin que nadie se enterara Jaime también fue a navegar, decidió no hacerlo con sus amigos, sino solo y en otro lugar. Se subió al bote y tomó los remos. Si bien no había mucho viento, el mar se agitaba fuertemente.
Espeluznantes peligros lo esperaban: la fuerza del mar casi vuelca el bote, un monstruo de gran boca casi se lo traga con todo, y para colmo de males, ¡enormes icebergs casi rebanan a nuestro héroe!
¡Pero no se desanimen!, todos estos peligros no lo detuvieron: uno más terrible lo esperaba, al punto que creyó que ya no había escapatoria. Un enorme remolino acercaba a Jaime cada vez más a su centro; el nivel del agua bajaba y bajaba, y ya estaba pensando que era su fin...
Y el nivel del agua bajó del todo... y ni él, ni la cuchara, ni la taza se hundieron....
- Jaime, ¿ya terminó con la vajilla?
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