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Inicio / Cuenteros Locales / sandfra26 / Sara descubriendo el Mar y los pequeños habitantes que residen en ella

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Ya pudimos observar el cielo despejado y nos levantamos casi al unísono.
Creo que la primera fui yo; estaba repleta de energía y tenía ganas de disfrutar los pocos rayos de Sol que dejaba descubrir la tarde-noche de verano.
Simplemente creí oportuno, en un arranque cariñoso, agarrarme al brazo de mi acompañante y empezar a andar sin un objetivo preciso.
Sólo caminar y caminar.
Ya entrada la noche y exhaustos de tanto Sol y tanto camino, mi acompañante me invitó a descubrir algo nuevo.
Andamos hasta el sitio indicado y abrimos una puerta que se encontraba sola sin ningún edificio que la sostuviera.
Él abrió la puerta blanca y una gran playa pude vislumbrar.
- ¿Entramos? - me invitó.
- Sí, claro - contesté encantada.
Puse un pie en la arena y empezó a hundirse; lo justo como para permitirme caminar.
Aun así, decidí quitarme los zapatos para poder andar mejor por ella.
El paisaje era hermoso; un montón de luces anaranjadas adornaban el cielo haciendo un contraste hermoso con el profundo azul oscuro del mar y el blanco de la arena.
Andamos hasta la orilla y decidimos casi al unísono darnos un chapuzón.
El agua estaba fría pero se podía soportar, ya que las largas sesiones expuestos al Sol habían creado casi una barrera térmica difícil de traspasar.
Sinceramente ese frescor como que nos aliviaba.
Nos relajamos y empecé a dejarme mecer por el agua; sin ni siquiera notar ninguna parte de mi cuerpo.
Sólo dejarme llevar por ella.
Era probablemente una de las mejores sensaciones que he tenido sumergida en el agua.
Las luces que asomaban en el cielo llegaban a producirme miedo; ya que creía que pudieran ser fuegos artificiales y, alguna de sus chispas, pudiera caer encima de mí.
De repente; cuando estaba más ausente de todo y cerraba los ojos, empiezo a notar varios pinchazos en mi pierna.
Bajo el brazo y aparto lo que creo que pueda estar provocándome esos pinchazos, mientras me rasco la pierna.
A veces con tanta fuerza, que la dejaba totalmente roja.
Al ver que los picores no cesaban, abro mucho los ojos y observo que me encuentro otra vez sola.
- De ahora en adelante nunca voy a cerrarlos, porque en el momento que lo hago, desaparece la gente- pensé.
Los picores no dejaban de producirse y yo seguía apartándome y apartando lo que quisiera que me estaba mordiendo.
En realidad los pinchazos no eran molestos; eran como unas leves cosquillas.
Bajo la vista hacia el agua; entornando los ojos, en un intento de vislumbrar que clase de animal me estaba haciendo eso.
Durante unos segundos observo que se trata de una familia de...a ver...eran parecidas a las gambas, por no decir que igual eran unas gambas.
Cabreada alargo el brazo y cojo con rapidez unas cuantas...
Las observo en mi mano y empiezo a escuchar voces; pequeñas vocecillas que intentaban decirme algo.
Salgo del agua sosteniendo con mi mano los pequeños bichejos que en momentos alternaban sus voces con diminutos mordiscos en mi mano.
A mí me hacía gracia observar como intentaban rebelarse ante mi atrevimiento de encerrarlas en mi mano.
Me siento en la arena mientras alargo la mano y las observo.
En momentos dejaba escapar una sonrisa que a veces era convertida en carcajada, al verlas tan diminutas y con tan mal genio.
Seguían intentando hablarme; parecían gritos; pero como son los gritos en una persona o en un bicho que habla bajito.
En realidad no eran tal y como puede entender una persona que habla normal o que no es un bicho diminuto.
Presa de la curiosidad acerco mi oreja a ellas y enseguida recibo un mordisco más fuerte que los anteriores que inclusive me llegó hasta doler.
Me cabreo y les grito Que se comporten; que yo no les he hecho nada.
Y vuelvo a acercar mi oreja, parece que ya estaban más calmadas.
Noto unas pequeñas cosquillas en esa parte del cuerpo; como si cogieran con sus pequeñas patitas mi oreja en un intento de ser prestadas atención a lo que querían decirme.
- Quien eres?
- Tu no eres de aquí.
- No nos hagas daño.
- A ver, a ver, una por una, no todas de golpe porque o sino yo no me entero - les susurro.
- ¿Quien e-res? - dice una en tono irónico.
- Sara; y bueno; ¿vosotras quienes sois? - contesté cabreada.
- Se supone que tu eres la extraña, tu estás invadiendo nuestro territorio; nos fastidia que invadan nuestro pequeño mundo cualquiera que no sea de aquí, pero aún más si es alguien que no corresponde a lo que estamos acostumbradas a ver.
Aparte te lo noto en los ojos, vienes a hacernos daño.
-Jaja, que va, sólo os puede el miedo, ya veo - comento.
- Nosotras no tenemos miedo a nada - me dice otra - sólo que somos una familia y no queremos perder a ninguno de nuestros integrantes con tu maldad.
- ¿Y quien dice que yo sea mala? - pregunto.
- Nosotras. - contestan casi al unísono.
- Anda, y quienes sois vosotras, tan pequeñajas y tan listas que poseeis una intuición más poderosa que vuestro tamaño - comento de forma alegre.
- Has visto, has visto, acabas de confesar que intentas procurarnos daño o matarnos - dice una de forma acelerada.
- Pero bueno, ya veo que vosotras sólo os quedais con lo que quereis escuchar y no entendéis más de lo que vosotras mismas os habeis autoimpuesto.
Y si resulta que lo único que quiero es hablar con vosotras? - digo en un intento de justificarme como persona incapaz de producir daño.
Y menos a seres tan indefensos.
- ¿Y por qué quieres hablar con nosotras? nadie lo ha hecho hasta ahora ya que no tenemos nada bueno que decirte ni ofrecerte - me comentan curiosas de mi respuesta.
- Nunca espero nada de nadie - respondo.
- ¿Y eso?
¿Te crees importante?
- No, yo sólo escucho, creo que esa es una forma de entenderme como alguien incapaz de sentirme superior.
Mis pequeños bichos entienden a lo que me refiero y mantengo con ellas una conversación entretenida mientras la luz de la Luna nos refleja como seres diferentes al resto de la gente, que igual en esos momentos descansaban en sus casas; bien tumbados en la cama, leyendo algún libro o viendo la televisión.
Yo me encontraba manteniendo una conversación entretenida con seres que nunca antes había visto y ni siquiera sabía si me apetecía haberlos conocido. Y mi cuerpo desnudo revoloteaba con las luces grises y blancas que desprendía la Luna.
Y entre todo eso, yo me dispersaba.

Texto agregado el 20-06-2006, y leído por 142 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-06-2006 Nunca espero nada de nadie. Esta es una frase dura que solo un corazón herido la puede formular. Tu texto es sencillamente maravilloso, fresco e irracional (en el buen sentido de la palabra.) Me encanta leerte y ver que siempre hay otro más loco que yo. castillo77
21-06-2006 Placentero texto. Curioso, ameno y asoma un pie en lo crítico. Te felicito. peco
 
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