Todo es lo que en otros mundos no se ve.
El ave no sería ave si nosotros no existiéramos.
El ave sería como ella quisiera.
Volaría tan libre como nosotros creemos que vuela.
Estaría tan segura de sí misma que se convertiría en el Dios que nosotros ansiamos y somos,
pero también ciegos
Sería prisionera de su mente.
Su mundo no sería más que una extensión de tierra
en donde comparte con otros el privilegio de volar. Volar que se convierte en pasos.
Pasos en brazadas,
para surcar los océanos.

La mente confundida por el cuerpo corta el hilo del universo,
Pero deja una braza encendida.
Braza que se hace fuego con cada letra.