Yo estuve muy de acuerdo cuando monseñor me dijo que podría encargarme de la tarea de recolectar las donaciones de los fieles durante la misa.
- En cierto modo –dijo monseñor- tienes cierta facilidad para pedir recursos a la gente y un gran poder de persuasión. Sólo debo advertirte que no todos dan la misma cantidad de dinero; algunos son muy generosos, otros no tanto y algunos simplemente no aportan a nuestras obras. De manera que si alguien no colabora, no debes insistir, por otro lado, cuando recibas algún donativo, por cierto debes agradecer.
- No se preocupe monseñor- respondí agradecido por la tarea que me estaba otorgando – ya verá usted que haré un buen trabajo y seré gentil con todos los fieles. Sé que las donaciones son muy importantes para poder seguir ayudando a todas esas personas que acuden a la iglesia por alimentos o ayuda espiritual, de modo que haré mi mejor esfuerzo en este trabajo.
- Y aquel día llegó, fue durante la misa de la tarde de domingo cuando debía realizar mi primer trabajo de recolector de donaciones. Esperé pacientemente a que monseñor realizara la misa y en un instante determinado de ésta, monseñor me hace una señal y comprendo que mi labor ha comenzado. Pero lamentablemente, no sé si por error mío o descuido, olvidé preguntar a monseñor cómo se debe agradecer cuando el donativo es recibido, es decir, con qué frase o palabras debo manifestar la gratitud de la iglesia. Sin embargo ya era demasiado tarde y no era posible ir a preguntar a monseñor por aquellas frases de gratitud que ignoraba. De manera que todo lo que me quedaba era recordar algunas de las frases que monseñor pronuncia frecuentemente.
- Pues bien, comencé a pedir los donativos y rápidamente pude apreciar la bondad de la gente que con alegría contribuía con sus contribuciones a la obra de monseñor. Como no sabía las frases de gratitud, comencé a agradecer con las mías propias, así por ejemplo luego de recibir algunas monedas decía yo al contribuyente : “Los ángeles cantan en el cielo cuando usted ayuda”... o algo así como :”Los santos contabilizan en el cielo lo que se da en la Tierra” también oraciones como : “Los bancos de las alturas pagan mejores intereses” ... y creo que mis frases tuvieron gran aceptación pues la gente sonreía al escucharlas y si no reían a carcajadas era solamente por respeto, ya que monseñor aún dictaba misa, incluso un señor ofreció dos veces su ayuda a la iglesia luego de escuchar una de mis frases célebres, luego me dijo que todo aquello era muy divertido. Me imagino que se refería a la acción de dar, y me alegré mucho al saber que aquel señor encontraba muy divertido poder ayudar a la iglesia, cosa que más tarde contaría a monseñor
- Mas de pronto me encontré con un grave problema, pues llegué hasta el sitio donde se hallaba otro señor el cual, lucía mucho más elegante que el común de los fieles y evidentemente su aspecto era de prosperidad y poderío económico.
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Al acercarme a él con mi bolsita de las donaciones y al hacer sonar las monedas que ésta contenía, el señor pareció mirar hacia otro lugar ignorando completamente mi presencia y la de mi bolsita también. Me hice notar nuevamente haciendo sonar más fuerte las monedas recolectadas para llamar la atención del hombre que lucía más inmóvil que la estatua de un santo. Sentada a su lado, hallabase una señora que evidentemente debía ser su esposa, pero ella estaba distraía en otras cosas. Pero yo no me iba a dejar rendir por la indiferencia de aquel señor de manera que pronuncié mi frase célebre para conmover su corazón: “Los ángeles del cielo están pagando muy buenos intereses, invierta hoy”.
El señor sumió su mirada en angustia y sobre su frente pude ver brotar algunas gotitas de nervioso sudor, afortunadamente su esposa que se encontraba al lado, escuchó mi frase piadosa y luego de mirar la bolsita de las contribuciones, mi rostro acongojado y el propio rostro desolado de su marido, le pegó un buen codazo en las costillas a su marido para que reaccionara, y esta acción sugestiva de la esposa tuvo milagrosos resultados pues de inmediato el señor comenzó a buscar en sus bolsillos algo para poder contribuir. Nerviosamente indagó algo en sus bolsillos, sin embargo, no encontró moneda alguna, lo que me hizo pensar que el señor tramaba otro truco, pero finalmente el señor encontró un billete de bastante valor y dudando en depositarlo lo mostró a su esposa como diciendo : ¿Hemos de donar tanto dinero?- Su esposa comprendiendo la silenciosa pregunta asintió con la cabeza y el señor finalmente depositó el valioso billete en la bolsita de las donaciones. Sin embargo pude ver su expresión de dolor cuando liberó el billete y éste descendía en mi bolsita recolectora.
En ese momento recordé lo que me había dicho monseñor, que se debía agradecer todas las contribuciones, por lo que dije de inmediato al generoso señor : “El cielo pagará grandes intereses por vuestra donación.” A diferencia de los demás fieles, el angustiado señor no mostró ninguna mueca de sonrisa ni aprobación a mi gratitud, lo cual me pareció muy extraño.
Sin embargo, el próximo banco me deparaba una sorpresa, allí se encontraba la familia Dominguez, que tiene una pastelería y heladería muy cerca de la iglesia donde se comen ricos pasteles y deliciosos helados. Además los días domingos fabrican unas exquisitas empanadas de las cuales he tenido la suerte de probar algunas, pues una tarde después de misa, monseñor me regaló una de aquellas empanadas explicándome que era una donación de la familia Dominguez. Pero no es por los helados, ni los pasteles ni las empanadas que esta familia es importante para mí, pues Clara, a quien yo llamo Clarita, que es la hija del matrimonio Dominguez es una chica de mi edad y muy linda, muy hermosa, con decir que sus cabellos son castaños y brillan en increíbles tonos cuando ella está a pleno sol y sus ojos son color de miel con pequeñas esmeraldas en el iris que los hacen encantadores y mágicos.
Yo quisiera siempre contemplar los ojos de Clarita sin embargo cuando miro sus ojos , ella se pone nerviosa o tímida y sus pestañas juveniles aletean como verdaderas alas de golondrinas en vuelo.
Sin demora alguna, don Carlos Dominguez, que es el padre de Clarita, depositó algunas monedas en la bolsita recolectora mientras sonreía feliz por su contribución, yo también sonreí feliz, pero no de la contribución de don Carlos sino de ver a su bella hija, la cual por un instante, apenas por un breve instante, le vi sonreír.
Sacándome de mi embrujo, don Carlos me habló :
- Mira hijo quiero que entregues este paquete a monseñor, también es otra pequeña contribución de la cual él ya tiene conocimiento.
- Luego de lo cual me entregó un paquete que despedía un olor exquisito y aromático:
- Son empanadas ¡! – exclamé en un grito emocionado – que delicia ¡!
Y supongo que dije aquello en voz bastante alta ya que la mayoría de los fieles, incluyendo a monseñor, me miraron con caras extrañas como diciendo...
Vaya, qué tienen que ver las empanadas con la misa. Pero en fin.
Terminé luego la labor que me encomendara monseñor y creo que mi primera recolección de donativos de los fieles fue todo un éxito. Más tarde, la señora Domitila se encargó de la parte de contabilidad y entregó lo recaudado a monseñor, el cual se sorprendió mucho al ver el billete donado por el señor elegante.
- No puedo creerlo – dijo monseñor - ¿Quien ha donado tanto dinero a nuestra labor?, en realidad es un billete de mucho valor.
Entonces expliqué a monseñor. por descripción física quien había sido el señor de tan generosa donación. Entonces monseñor exclamó:
- ¿Don Ismael ? . ¿Estás seguro?, pero si don Ismael casi nunca colabora con nosotros, es un hecho muy raro y especial que haya contribuido. Vamos, vamos confiesa, ¿qué has hecho para que don Ismael haya contribuido tan generosamente?
- ¿Yo? – respondo sorprendido – más bien creo que fue el codazo que le propinó su esposa, aquello lo hizo colaborar dolorosamente.
- ¿Dolorosamente ? – pregunta sonriendo monseñor – bueno, yo creo que sí, pues el billete que ha entregado es bastante grande.
- Luego mirando aquel billete y reflexionando unos instantes, monseñor me miró muy seriamente y me dijo:
- A veces, hay que dar hasta que duela.
Frase que también me dejó pensando y reflexionando. Luego la repetí en mi mente y la encontré muy bella y la enuncié para mí:
“Hay que dar hasta que duela”....
Luego dije a monseñor:
Monseñor, sus frases y pensamientos son siempre muy inspiradas y a veces creo que perduraran en el tiempo. Sin embargo ahora me gustaría saber su opinión sobre estas empanadas que ha donado don Carlos Dominguez.
¿Mi opinión? – preguntó monseñor – yo creo que deberías pedir esa opinión a los niños pobres a quienes se las entregaremos.
Sí monseñor – contesté aprobando su determinación pero sintiendo a la vez algo de tristeza pues ya me imaginaba saboreando una deliciosa empanada – se hará como usted ordene.
Jaja, - ríe monseñor y exclama presintiendo mi tristeza:
- Pero no te preocupes, los donativos de don Carlos son generosos y desde ya tienes reservado un lugar en nuestra mesa, como ha sido siempre.
Entonces la alegría volvió a mí, no tan sólo por lo que había dicho monseñor sino porque aquel domingo había sido próspero y luminoso.
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