Prólogo
Matrita, la ciudad más populosa de todo el Reino de Hispalia. Más de la cuarta parte de las personas protegidas por la mano del Rey Azranar se apiña en el interior de sus sucesivas murallas. La ciudad dispone de cuatro murallas, que separan unos barrios de otros. La primera muralla deja fuera de la ciudad a los indeseables viajeros que no pueden pagar las excesivas tasas que los guardias de las puertas se cobran y a los campesinos que aran los campos para los nobles. La segunda muralla separa los bajos fondos de la parte de los trabajadores. Es en esta parte de la ciudad donde se encuentra el puerto, lo que nutre a la ciudad de una amplia población de piratas y marineros. Tras la segunda muralla se encuentran los artesanos, los mercaderes y todos los que han de trabajar para ganarse la vida. Finalmente, entre la tercera muralla y la cuarta muralla, hacen su vida los nobles de baja cuna. Duques, marqueses y príncipes venidos a menos que administran las tierras de sus antepasados y gastan más de lo que ganan.
El castillo del Rey también tiene diferentes zonas, pero siguen un esquema cuarteado en vez del concéntrico de la ciudad. En el ala norte están las caballerizas y los puestos de guardia. También los dormitorios del personal del castillo, incluida la Guardia de Palacio y las cocinas estaban en esta ala. La Guardia Real, sin embargo, posee un privilegiado puesto junto a su protegido dentro del castillo.
En el ala este se encuentran las mazmorras y las celdas de reclusos. Aquí también hay un puesto de guardia permanente para vigilar a los delincuentes.
El ala oeste lo ocupaban las habitaciones de los invitados y sus acompañantes. Por último, el ala sur y el ala central del castillo estaban reservadas para las habitaciones y salones de fiestas de la familia real. En el salón principal se celebraban audiencias públicas en las que el Rey impartía justicia en asuntos generalmente de poca importancia.
Pues bien, a esta ciudad habían llegado hacía poco dos viajeros, un hombre y una mujer, ambos bastante extraños. El hombre destacaba enormemente entre la multitud ya que vestía completamente de blanco, con un jubón y unos pantalones. Se cubría la boca y la nariz con un embozo hecho con la capa, que estaba sujeta al hombro izquierdo con un broche dorado de forma circular que representaba un círculo partido por un rayo. Llevaba el cabello castaño muy largo, recogido con una especie de coletero. Era tan largo que casi le arrastraba por el embarrado suelo de la calle principal. En su mano portaba un peculiar cayado. En ambos extremos disponía de una pieza más ancha y sólida, lo que hacía suponer que su portador no sólo lo utilizaría para apoyarse, sino que podría servir muy bien de arma. Parecía un mago de los que aparecían en las historias que las viejas matronas contaban a sus pupilos para dormir. Por su manera de desenvolverse se diría que había viajado mucho. Era extraño, pues los magos de las leyendas solían dedicarse a permanecer encerrados en una torre con un montón de libros mohosos.
Su acompañante parecía más normal. Vestía un simple corpiño de cuero marrón y una faldilla del mismo material. No había que ser muy listo para saber que era una Amazona. A simple vista se diría que era una muchacha joven e inofensiva, pero fijándose un poco se apreciarían detalles como el par de boleadoras que llevaba al cinto y el mayal que colgaba a su espalda. Además, oculta bajo los pliegues de una corta capa de piel, asomaba la vaina de una espada. Su cabello corto castaño no la identificaba como una de las Amazonas de ningún clan vecino y tuvieron problemas en la puerta para que les permitieran el acceso, pero una bolsa de oro les hizo ver que eran buenas personas.
Caminaron por la ciudad durante todo el día, observándolo todo pero sin hablar con nadie. Parecían importantes, pero no hicieron el menor intento de acercarse al barrio noble, al contrario, se dirigieron hacia los muelles y alquilaron una modesta habitación para cada uno.
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_ ¿Koum, se puede saber que hacemos aquí?_ Preguntó la mujer a su acompañante.
_ Tenemos que averiguar cómo narices nos hemos visto involucrados en todo este lío Hoei. No sé cómo Anoûk nos ha traído, pero ella debe tener la respuesta.
Vagaron por la ciudad atentos a cualquier señal de su amiga, pero al mediodía les entró hambre y pararon para comer.
Se dirigían hacia una taberna cuando una pequeña figura salió de repente por la puerta.
_ Asquerosos hijos de troll_ Gritó._ Eso es lo que sois. Sólo un atajo de ignorantes sin respeto.
_ ¿Se encuentra bien?_ preguntó Koum, que había chocado con él.
_ Magga cammara, por supuesto que sí muchacho. Hace falta mucho más que un grupo de borrachos para herir a Burfor Garnitsson. Por cierto, ¿quién diablos sois vosotros, eh? Tenéis pinta de aventureros. Quizá vosotros sí que apreciareis mi historia.
_ Por supuesto noble enano_ Contestó Koum, conocedor de la cultura enana y sabedor de que la falta de respeto para con un mayor era conmutable con la pena de muerte._ ¿Qué le parece si nos la cuenta mientras tomamos una buena comida?
_ Bien, pero el caso es que aún no he cobrado…_ Respondió azorado.
_ No se preocupe, yo invito._ Concedió Koum.
Pasaron a la taberna. Pese a lo que parecía desde fuera (y lo que opinaba Hoei) no era un lugar inmundo propio de los Orcos, sino una agradable cantina repleta de chusma de los bajos fondos. Tras sentarse en una mesa y pedir la especialidad de la casa el enano comenzó su historia.
Capítulo I
Soyla estaba recogiendo las últimas de sus posesiones que debían empacar para el largo viaje hacia el Sur y, mientras lo hacía, pensaba en su vida aquí, en las heladas estepas del Norte, donde vivía con su familia desde hacía veinte años. A pesar de que ella procedía del Oeste, se había encariñado con la tierra que la acogió, con los que, a pesar de ser tan diferentes, la habían aceptado como una de los suyos. Las gentes de las nieves son todas altas, rubias, de ojos claros y penetrantes, pero ella era baja, de piel oscura y ojos negros como pozas. Pero a pesar de todo esto encontró el amor de uno de estos fríos hombres, se casó con él y esperaba un hijo suyo. Ahora no quería marcharse, pero los hielos estaban avanzando y pronto el Gran Glaciar Kurk-rel arrasaría el poblado.
De un tiempo a esta parte, las nieves en la zona de las Cumbres Blancas se habían sucedido sin cesar, lo que provocó que las placas de hielo se compactasen y comenzasen a deslizarse sobre la roca más deprisa de lo que deberían. Lo que hubiera tardado al menos diez años en producirse estaba sucediendo desde hacía tan solo tres días. Nadie sabía la razón, pero los Ancianos, incluido su marido, opinaban que de alguna manera habían ofendido a los dioses y que éstos ya no los querían allí.
Desde donde estaba podía ver a su marido comprobando los correajes de los caballos y sus herraduras. El camino sería largo y muchas cosas podían salir mal. Los pasos estaban una vez más infestados de Orcos y se habían visto grupos pequeños de Gigantes en las proximidades. Soyla reprimió un escalofrío al pensar en lo que estas depravadas bestias podían hacerle a su familia y en especial a su retoño, que seguramente nacería durante el viaje.
Se arropó mejor con su chal de lana de oveja cuando su marido abrió la puerta dejando entrar el frío viento invernal.
_ ¿Aún no has terminado?_ Preguntó Arban, patriarca del Clan del Caballo, Un hombre alto como un Ogro y con una musculatura abultada bajo la camisa, fruto de su trabajo en la forja. Al principio se había opuesto a la emigración, pero su negocio, la venta de caballos y todos sus aparejos, los cuales fabricaba él mismo, estaba empeorando. Los pocos aventureros que osaban adentrarse en el Glaciar lo hacían en trineos tirados por perros, que son mucho más ligeros, así que poco a poco el negocio fue disminuyendo. La culpa era de las grandes nevadas. Antes de ellas se podía viajar un trecho hasta un poblado comercial de los Trasgos del Hielo, pero ahora nadie sabe qué ha sido de ellos. Donde vivían sólo queda una inmensa manta de nieve._ Si no salimos hoy tendremos que viajar solos, la caravana ya se Ha puesto en marcha.
_ En seguida termino querido._ Respondió ella._ ¿Habéis sabido algo del grupo de exploración?
_ Sí, ya han vuelto. Han perdido un hombre en una emboscada de los malditos Orcos pero los han masacrado a todos. No habrá nada de lo que preocuparse en un tiempo.
_ Rezaré por el alma de esos pobres.
_ Mejor será que recojas todo o tendrás que rezar por que no nos pase nada._ Dijo soltando una risotada._te espero junto a los caballos._ y se volvió hacia la puerta.
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Era mediodía cuando pararon para comer. Arban preparó una hoguera en el suelo y la cubrió con una improvisada tienda para que el viento no la apagase. Se habían retrasado un poco y la caravana había acampado unos metros más adelante. Soyla preparó una especie de gachas con hierbas que, a pesar de que era una cocinera excelente, no invitaban mucho a su ingestión. Comieron sin embargo gran cantidad porque sabían que necesitarían toda su fuerza para sobrevivir al invierno que se les echaba encima. El frío ya se dejaba sentir y los ocasionales aguaceros eran como agujas de cristal que entumecían hasta los huesos.
La caravana se puso nuevamente en movimiento por la tarde. Atravesaron el Paso de los Orcos sin ningún contratiempo y siguieron hacia el Sur por la Carretera de los Enanos, un camino comercial muy utilizado durante la Era de la Paz pero que ahora había quedado en desuso pues las partidas de guerra de los Hombres del Glaciar las utilizaban durante sus incursiones.
Al caer la noche hicieron un nuevo alto. Habían llegado a los límites del Norte y frente a ellos se extendía la Llanura de Romin, una vasta región de prados donde las gentes del lugar dejaban pastar a los animales que coronarían las mesas de los más opulentos gobernantes de Serían. En la frontera se alzaba majestuosa la Puerta de Romin, una extensión de piedra y ladrillo de unos doce metros de alto y varias millas de largo. Estaba encajada en dos brazos montañosos formados por las cordilleras de Isten y de Los Picos y ofrecía un puesto fácilmente defendible. Aún así, las almenas estaban repletas de arqueros apuntando a los viajeros y al pie de las murallas descansaban los alabarderos que lucían el clásico traje azul oscuro con yelmo y el tabardo amarillo de los Duques de Romin.
Los Ancianos de la aldea se adelantaron a conferenciar con los guardias y Arban se deslizó cuidadosamente detrás de ellos para seguir las negociaciones sobre el peaje.
_ ¿Qué hace usted ahí?_ le preguntó un guardia mientras le ponía una mano en el hombro._ ¿Acaso no sabe que las conversaciones ajenas no se pueden escuchar sin ser invitado? Vuelva a la caravana y espere el resultado.
Arban volvió junto a su familia refunfuñando algo sobre la madre del guardia y se sentó esperando que los Ancianos dirimiesen el asunto.
Casi al anochecer volvieron los Ancianos. Poco tiempo después de conferenciar con los guardias portuarios entraron en la ciudad y estuvieron casi todo el día. Arban tenía un mal presentimiento, nadie tarda un día entero en fijar el precio de una tasa fronteriza. Se reunieron en la extensión semihelada de la tundra y se dirigieron a su pueblo. Almor, el mayor de ellos habló el primero. Tenía la voz cascada y sonaba como un grajo afónico, pero era una de las personas más sabias de todo Serian.
_ Escuchadme, hijos míos. Hemos hablado con los gobernantes de esta ciudad, los llamados Duques. Se nos ha informado que más adelante los Orcos han creado un campamento y los caballeros no han podido todavía exterminarlos. Se han hecho fuertes en los bosques cercanos al camino y se dedican al pillaje y el asesinato. Además, el Paso de las Ventiscas corre peligro de avalanchas, lo que hace extremadamente arriesgado viajar por él. Por todo esto, hemos decidido que no quedaremos aquí durante una temporada, al menos hasta que los desastres que nos impiden proseguir hayan pasado. Los Duques nos han prometido su ayuda, siempre y cuando nosotros les prestemos la nuestra, claro.
_ Pero no podemos quedarnos aquí, hemos de seguir hacia Matrita. Es la capital del reino y seguro que tendremos trabajo para todos. Aquí nos moriremos de hambre antes de que pase el invierno_ Protestó Arban.
_ ¡Arban!_ Exclamó Almor_ Sabemos que la vida nos será más fácil si llegamos a la capital, pero los Duques nos aseguraron que el camino es peligroso. La caravana entera podría quedar sepultada bajo un alud de nieve y, mientras yo sea el Anciano Jefe, no expondré a mi gente a un peligro semejante._ Dijo con voz cortante, en un tono que no admitía réplica._ Hijo_ Prosiguió en un tono más calmado_ Sé que tú tienes un interés especial por llegar a Matrita. Allí tu familia tiene otra forja, igual a la que has tenido que dejar atrás, donde podrás rehacer tu negocio y prosperar, pero compréndelo. No puedo sacrificar el bienestar del pueblo por el de una sola persona.
_ Bien, Almor. Lo entiendo. Pero tú debes entender que no podré dar a mi familia un futuro si permanezco aquí._ Respondió resuelto.
_ ¿Qué quieres decir Arban?_ Inquirió el Anciano_ No irás a hacer el camino tu solo. Has de pensar en tu familia, en tu hijo que está por nacer.
_ Por eso he de hacerlo._Respondió sombrío_ Además, no estaré solo. Mi mujer me acompañará. No necesito a nadie más. Así estará perfecto._ Al pronunciar estas palabras Soyla sintió que algo le oprimía el pecho. Si lo había dicho en serio… quizás no quisiese a su hijo. Debía preguntárselo ahora. Siempre podría quedarse con los demás si Arban la repudiaba. Ensimismada en estos pensamientos no se dio cuenta de que su marido le había hecho una pregunta hasta que le gritó su nombre.
_ ¿Qué te pasa, te encuentras bien?_ Le preguntó preocupado.
_ ¿Mmmm?, he, sí, bien, estoy bien. ¿Qué decías?_ Contestó algo aturdida.
_ Te estaba preguntando que si te parece bien mi idea.
_ Sí, querido. Lo que tú decidas me parecerá bien.
Iniciaron el viaje al día siguiente. La carreta iba delante, guiando al resto de los caballos. Soyla iba dentro, protegida por las pieles del frío invernal. Arban montaba un excelente animal al frente de toda la comitiva.
_ Si mantenemos una buena velocidad habremos llegado al paso antes de la noche y podremos buscar un refugio. Bien, en macha.
Almor, que había salido a despedirlos les preguntó si querían pensárselo un poco más, pero Arban era tozudo y siguió con su idea.
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El paso de las montañas, conocido por el Paso de las Ventiscas, no era más que un valle de paredes abruptas de roca desnuda sin un ápice de vegetación. Aún así, era el hogar de múltiples especies de insectos e incluso de algún mamífero de pequeño tamaño. Era un terreno tan pobre que ni los Orcos se acercaban y, como quedaba a casi un día de camino de Romin, no se había establecido ningún asentamiento civilizado en la zona.
Arban y su familia encontraron una pequeña cueva que alguna vez habría sido habitada por un oso, a juzgar por el olor. Acamparon allí e hicieron un pequeño fuego para mantenerse calientes y para espantar los pocos animales de la zona. Los caballos tuvieron que atarlos fuera ya que no había espacio suficiente para todos, pero como la cueva disponía de una especie de tejado, podrían pasar la noche sin demasiadas molestias.
_ Son animales criados en las tundras del Norte, un poco de frío no les hará daño_ Comentó Arban sin preocuparse.
Por la noche se desató una tormenta. El viento arreciaba y la nieve caía dentro de la cueva. Tuvieron que desplazarse al fondo para no helarse. En dos ocasiones el fuego se apagó y tuvieron que encenderlo de nuevo. Los caballos relinchaban como locos y el ambiente general era de nerviosismo. Ambos sabían lo que podría hacer una tormenta de invierno.
_ Arban, la yesca se está acabando._ Comentó Soyla, pero su marido no respondió. Tenía la vista fija en el suelo y no parpadeaba.
_ Querido, deberíamos ver si los caballos están bien._ Dijo de nuevo._ Parecen muy nerviosos.
_ Es sólo la tormenta Soyla._Replicó Arban entre dientes.
_ Pero yo sólo digo…_ Continuó.
_ ¡Cállate! Te digo que es sólo la tormenta._ Gritó Arban enfurecido.
_ ¡Arban!_ Le reprendió su mujer_ No se te ocurra volver a hablarme así.
_ Lo siento._ Respondió llevándose las manos a la cabeza._ Es sólo que no sé si he hecho bien trayéndos conmigo. Quizá debería haber esperado a que pasara el invierno como dijo Almor.
_ Cariño, tranquilo. Nosotros estamos bien. Ya nos quedan unos pocos días de viaje, a lo sumo una semana. Llegaremos bien y tu nuevo hijo tendrá una casa donde vivir.
_ Qué fácil lo pones Soyla.
Los dos se asustaron cuando un relámpago golpeó la roca cerca de la cueva. Quedaron tensos con los ojos deslumbrados por el fogonazo. En el silencio nocturno solo se oía la lluvia y los ocasionales truenos en la lejanía.
_ Arban, escucha_ Dijo alarmada Soyla._ Los caballos_ explicó ya que su marido no parecía entender_ No relincha ninguno, están demasiado callados.
_ Tienes razón, quizá debería ir a ver.
Cuando Arban se levantaba otro rayo golpeó el suelo frente a la cueva y a la luz vieron recortada una enorme silueta. Un segundo fogonazo les reveló la imagen de un Troll de las Cavernas. En una de sus garras curvadas, grandes como dagas, sostenía la cabeza de uno de los caballos, cercenada a la altura del cuello. El repugnante ser estaba embadurnado de sangre de pies a cabeza y sus pequeños ojos amarillentos les miraban con avidez.
Soyla emitió un agudo grito mientras Arban se lanzaba a por un tronco de la hoguera. Soyla se acurrucó junto a la pared cuando el troll rugió y se lanzó hacia su marido, al que asestó un terrible golpe en el pecho que lo lanzó hacia el fondo de la caverna.
El troll se giró hacia la mujer y avanzó un paso. Arban se levantó del suelo y cargó contra la bestia. Chocó contra ella y fue como si hubiese chocado contra una pared. El troll le agarró de la camisa y lo lanzó fuera, donde quedó tendido inconsciente mientras la lluvia le empapaba.
Arban izó la cabeza del embarrado suelo. Buscó con la mirada a su mujer, pero el agua no le dejaba ver. Se sentó y pudo ver lo que el despreciable troll le había hecho a sus caballos. No se había salvado ninguno. Sus cuerpos mutilados yacían en el barro encharcado de sangre. La carreta había sido reducida a astillas.
Arban estaba al borde de la desesperación cuando escuchó el grito de su mujer. Instintivamente alargó la mano y la hundió en el fango. Su mano encontró algo duro y lo alzó. Era una pesada espada.
El troll seguía avanzando hacia Soyla mientras ella se arrastraba lejos de su alcance. El ser alargó una garra para cogerla, pero de repente la retiró profiriendo un alarido de dolor. Arban se había acercado por detrás y le había clavado el mandoble en el hombro muy profundamente. La herida comenzó a cerrarse inmediatamente y el troll se volvió hacia la nueva amenaza y dio un empujón con el hombro. Arban y él se separaron y la herida se reabrió haciéndose más grande. El troll volvió a rugir, pero se lanzó a por quién le había dañado tanto.
La enorme mole del troll arrojó a Arban contra la pared y una poderosa garra le aplastó contra ella. Arban gritó de dolor cuando el hombro derecho se le dislocó y tembló al percibir el pestilente aliento del troll en su cara. Cerró los ojos para no ver la muerte que se avecinaba.
De repente sintió que la presión disminuía y oyó un atronador rugido de indecible dolor. El troll se separó de él envuelto en llamas rugiendo desesperado por apagar el fuego que le consumía por dentro.
Los trolls son criaturas de sangre ácida inflamable y piel áspera y seca que prende con facilidad. Además, las heridas que les produce el fuego no pueden regenerarlas y les dejan unas terribles cicatrices.
Detrás del troll, que trataba de escapar hacia la entrada de la cueva donde la lluvia seguía arreciando, apareció Soyla sosteniendo en una de sus manos una tea ardiente cogida de la fogata. Con ella amenazaba al troll que se escabullía preso del terror.
La inmunda bestia cayó al suelo gimiendo y Arban se acercó a él enarbolando la espada con las dos manos. La luz de la hoguera se reflejaba en su filo que brillaba como una flama al rojo blanco.
_ Esto es por mis caballos_ Gritó, y le asestó un tajo en el cuello que lo decapitó, haciendo rodar hasta la entrada de la cueva.
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Los siguientes días fueron terribles para ambos. Caminando a la intemperie, sin lugar donde refugiarse por las noches. Soyla había empezado con los dolores del parto y Arban estaba muy preocupado por la suerte de su mujer y del bebé. Al anochecer Soyla se puso de parto mientras una tormenta lanzaba nieve y granizo sobre ellos.
El 27 de Agestheitz del año 1430 de la Ascensión del Rey Burago I, el Azote del Mal; nació un bebé de cabellos rojos como el fuego.
_ Se llamará Aitor, y será llamado a realizar grandes proezas_ Vaticinó Arban cuando le tuvo entre sus brazos. Lo alzó hacia el cielo, mientras el sol despuntaba en el Horizonte bañándolo con la luz rojiza del alba.
Una semana más tarde, una pareja con un pequeño de cabellos rojos atravesaba las puertas de Matrita, la capital del Reino de Serian.
CAPÍTULO II
_ ¡Aitoooooooooor!_ Gruñó Soyla mientras su hijo corría hacia la plaza de Couron donde se reunían los mercaderes más modestos de la ciudad.
_ Enseguida vuelvo mamá, sólo voy a ver los puestos de comida._ Dijo en voz alta_ y ya de paso los de espadas y hachas, je, je_ Añadió entre susurros.
_ Bien, pero no te acerques a las armas o tu padre te dará una tunda_ Respondió su madre, conocedora de las aficiones de su hijo.
Soyla observó a su primogénito mientras corría por la calle y no pudo evitar pensar en sus primeros días en la ciudad, cuando encontraron la forja semiderruida y tuvieron que repararla. Fue una época de hambre y penurias, pero lograron prosperar y ahora eran considerados como los mejores en su oficio. Incluso servían al Rey en persona. Aitor había crecido mucho. Su trabajo en la forja de su padre la había dado una musculatura extraordinaria para un niño de diez años. Su pelo, que llevaba trenzado en una cola, tenía un color rojo aún más intenso, si cabe, que el día que nació; lo que le daba el aspecto de tener la cabeza envuelta en llamas. Sonrió a su hijo aunque él no podía verla y entró en la casa. Esperaba un nuevo hijo y no debía coger frío.
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Aitor llegó a la plaza y se maravilló de la gran cantidad de puestos y armas que había a la venta. Se dirigió de inmediato al puesto de las espadas. Estaban todas oxidadas, unas cuantas ni siquiera se sostenían en la montura, pero le gustaba soñar con que algún día él tendría una propia.
Se produjo un tumulto en un puesto a su lado. Era de una calidad desusadamente alta en aquellos barrios. El comerciante era un enano de larga barba morena y un rostro moreno por el sol. Parecía uno de esos comerciantes del lado rico, que venden sus mercancías a los nobles. Toda la superficie del tenderete estaba repleta de armas de todo tipo, todas de una gran calidad. Había hachas, martillos, mazas, y espadas. Unas bellísimas espadas con incrustaciones de piedras preciosas y vainas forradas de terciopelo. Aitor sabía que nunca podría comprar una de esas, que estaban destinadas a los nobles, pero aún así se permitió imaginarse con una en la mano.
Un fuerte golpe en el hombro lo sacó de su ensimismamiento. Cuando vio quién había sido se tragó lo que había estado a punto de decirle. Era un enorme semiorco, de piel cetrina y unos bíceps del tamaño de melones. Se dirigía hacia el puesto del enano abriéndose paso a empellones mientras gritaba para hacerse oír por encima de la confusión reinante.
_ ¿Quién demonios ha empezado este alboroto?_ Bramó a la multitud.
Un personajillo menudo con pinta de no haber comido en una semana apareció entre la gente gritando_ Es el enano, señor. No tiene los papeles en regla.
_ Tú, el del puesto_ Gritó al enano_ ¿cuál es tu nombre?_ El enano, que no se arredró lo más mínimo le contestó en el mismo tono.
_ Mi nombre es Az-ûn Trompok, y harías bien en tratarme con respeto. Soy…
_ Me importa una mierda quién o qué seas._ Rugió_ Para mí no eres más que un mierda. Aquí soy yo quién hace las preguntas…
_ Yo aún no he hecho ninguna_ Le cortó el comerciante.
_ Cállate._ Gritó exasperado el semiorco._ Soy el oficial al mando de la Guardia de Honor del Consejo de los Tres. Estoy encargado de cualquier actividad comercial que se ejecute dentro de las murallas de la ciudad. Según parece no tienes todos los papeles en regla. Eso podría costarte muy caro.
_ Como ya le he dicho a tu ayudante sí tengo los papeles._ Dijo tendiéndole un fajo de documentos._ Como verás están rubricados por los doce marqueses más influyentes de la ciudad e incluso por dos de los duques.
El oficial parecía haberse quedado mudo de repente.
_ Nos vamos_ Gritó a sus secuaces_ Y tú_ Silbó dirigiéndose al enano_ vigila bien tus pasos, no sea que te caigas.
_ ¿Me está amenazando?, quizás deberían enterarse los miembros del Consejo de cómo utiliza su poder el oficial al mando. No creo que les gustara.
_ Ellos son mis patrones, no irán contra mí, ja, ja, ja.
Al pasar por el lado de Aitor, el semiorco le asestó otro golpe, esta vez lo suficientemente fuerte para tirarle al suelo. Se levantó deprisa y le gritó_ ¡Mira por donde vas pedazo de mierda!
El semiorco se volvió hecho una furia.
_ ¿Qué me has llamado?
_ Pedazo de mierda_ Repitió Aitor sin achantarse.
_ Te vas a arrepentir de haberlo dicho.
Se lanzó directamente sobre el muchacho propinándole una patada en el estómago. Iba a darle otra cuando se interpuso el comerciante enano, enarbolando un martillo de guerra de doble cabeza plano.
Lanzó un golpe hacia arriba, pero el semiorco era muy rápido y le esquivó con facilidad. Golpeó con los puños enlazados hacia abajo estrujando al enano contra el suelo.
Después le asestó una patada que lo lanzó lejos.
_ Déjale en paz_ Gritó Aitor, que se había recuperado, a la vez que crujía el cráneo del semiorco con el martillo del enano._ No le toques.
_ ¡Mpf! Parece que el chico tiene agallas._ Rió el oficial._ Veamos que tal te defiendes.
Atacó con ambos puños de nuevo y alcanzó al muchacho en un hombro que aguantó el golpe a pesar del intenso dolor. Recibió un puñetazo en la cara y seguidamente otro en el estómago.
_ Jaaa, jaa, jaa, jaaaa. ¿Acaso creías que un enclenque como tú podría vencerme? Aún te falta mucho, aunque tengas esos músculos._ Dijo soltando baba cada vez que se reía. Estaba tan eufórico que se irguió en toda su estatura riendo como un poseso… con los ojos cerrados. Aitor aprovechó el momento y arremetió con el martillo entre las piernas del gigantón. El golpe fue brutal, tanto que el semiorco se elevó dos palmos del suelo con la cara congestionada de dolor (al igual que la de todos los hombres que estaban mirando). Cayó al suelo aullando como un perro apaleado sin poder moverse y sujetándose la entrepierna. Sus seguidores le cogieron por las axilas y le llevaron a rastras hasta donde quiera que vivieran. Mientras se le llevaban el oficial semiorco gritó_ Volveremos a vernos las caras, chico y entonces te mataré.
_ Gracias muchacho, _ felicitó el enano a Aitor._ De no haber sido por ti me habría hecho papilla.
_ No ha sido nada, señor._ Contestó azorado Aitor._ Hice lo que tenía que hacer.
_ Tonterías, has demostrado mucho valor, tanto como un enano; así que, como recompensa, te dejo que pidas lo que quieras. Si está en mi poder te lo concederé_ Le anunció lleno de alegría.
A Aitor le brillaron los ojos. Sabía exactamente qué quería._ Quiero una de sus maravillosas espadas.
La cara del enano reflejó su estupefacción ante aquel requerimiento tan inusual en un joven humano._ ¿Sabes manejar una espada, chico?
_ No, señor,_ Respondió_ pero puedo aprender.
_ Ja, ja, ja. ¿Y quién te enseñaría, eh?_ Preguntó divertido el enano.
_ Mi padre, señor. Es herrero._ Indicó el muchacho.
_ Un herrero no es un guerrero, hijo… al menos entre los humanos_ Siguió soltando una risotada._ Haremos una cosa. Pregúntale a tu padre si le parece bien que aprendas a manejar un arma y, si la respuesta es sí, vienes aquí y me lo dices.
Al día siguiente Aitor había conseguido el permiso de su padre (tras varias horas de repetírselo y repetírselo) y esperaba a que el enano apareciera con su puesto.
Cuando Az-ûn vio acercarse al joven humano con una sonrisa de oreja a oreja sonrió a su vez. La respuesta había sido sí.
Ese mismo día, Az-ûn le inscribió en la Academia Léga-nî-tûk para guerreros de élite.
_ Aquí te enseñarán a manejar una espada, y un hacha y un martillo y cualquier clase de arma que quieras._ Le informó Az-ûn._ Yo he apuntado a mi propio hijo. Míralo, ahí está. Grôg, muchacho, ven aquí.
Se les acercó un enano joven aún imberbe que le llegaba a la cintura a Aitor, pero que le duplicaba en anchura de espaldas. Sus músculos habían sido trabajados duramente. No eran tan voluminosos como los del humano, sino que eran más fibrosos.
_ Grôg, este es Aitor_ Les presentó Az-ûn.
Entrechocaron las manos con fuerza. Ese apretón de manos marcaría el inicio de una gran amistad.
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Pasaron los años entrenando codo con codo y mientras sus habilidades guerreras aumentaban su amistad se hizo más fuerte. Los duros entrenamientos habían convertido a ambos jóvenes en unas masas de músculo.
Aitor era más alto que su amigo, pero no demasiado para los cánones humanos, sin embargo, tenía unos músculos muy potentes y era capaz de levantar a pulso una roca de 100 Kg. Su habilidad con la espada era inigualable en toda la academia, pero no tenía experiencia de combate real, así que aún era blanco fácil para los grandes espadachines.
Grôg era mucho más bajo que su compañero, apenas sí le llegaba a la cintura. Tenía no obstante un torso como un tonel de cerveza enana. Manejaba el hacha con una maestría que era la envidia de los demás enanos de la academia y sus golpes eran los más potentes de todos.
Un día que Aitor volvía a casa de su entrenamiento diario encontró a los guardias del Consejo de los Tres discutiendo con su padre. Entró para ver que pasaba y se dio de bruces con el oficial semiorco al que se había enfrentado años atrás.
_ ¿Qué dem…? ¡¡¡TÚ!!!_ Inmediatamente agarró a Aitor por la camisa y le lanzó por los aires contra el suelo._ Me vas a pagar lo que me hiciste aquella vez.
Se lanzó contra el muchacho y le lanzó un directo a la cara. Aitor paró el golpe con la mano y apretó el puño del semiorco hasta que oyó crujir los huesos.
Mientras gritaba de dolor Aitor le propinó una patada en el estómago y le tiró al suelo.
_ Esto para que aprendas._ Escupió. Le dio la espalda y se dirigió hacia su padre._ ¿Te estaba molestando?
_ Hijo gracias, pero no debías haberlo hecho. Tiene amigos muy influyentes.
_ Apártate herrero_ Rugió el enorme oficial._ Vamos a acabar con esto.
Se enzarzaron en una lucha cerrada con los puños. Aitor contestaba todos los golpes de su adversario, pero recibía algunos muy fuertes; sin embargo, poseía una gran resistencia física y no era fácil tumbarle.
El semiorco se separó del muchacho.
_ Te has hecho muy fuerte, pero ni siquiera tú podrás soportar el impacto de una rebanadora_ Dijo, y sacó una enorme espada de manufactura orca, con la hoja muy mal forjada y un filo muy basto… aunque con la fuerza del gigantón cetrino seguro que podía hacer mucho daño.
Esquivó el primer tajo, y el segundo, pero se estaba quedando encajonado contra la pared. El próximo golpe le partiría en dos. Entonces vio como su padre abría un arcón que tenía al lado y le lanzaba algo envuelto en tela de terciopelo. Lo cogió al vuelo y lo usó para parar el golpe de la rebanadora. El impacto resonó como el tañido de una campana y cuando la tela se rasgó, se reveló que cubría una espada de un acero blanco con una sola piedra en la empuñadura, un rubí en forma de llama.
Con la velocidad del rayo, Aitor giró la espada sobre su cabeza y le hizo un tajo en el vientre al semiorco, que cayó al suelo antes que los últimos pedazos de tela.
Mientras se desangraba e intentaba que las tripas no se le saliesen por la herida el enorme semiorco miró a Aitor y le dijo_ Me has matado, pero alguien me vengará._ Tosió y escupiendo sangre prosiguió_ Ten esto presente, tu vida a partir de ahora será un infierno, ja, ja, jga, jgba…
Esa noche Aitor recibió la espada de su padre, y la llamó Nesca, el Colmillo Ardiente.
CAPITULO III
Era de noche en la ciudad de Matrita. Aitor se revolvía en la cama sin poder dormir. La atormentaba la amenaza que aquel gigantón le había lanzado antes de expirar. Cansado de estar tumbado se levantó de la cama y se acercó a su ventana. Estaba mirando las estrellas cuando una figura se recortó contra ellas, justo en el tejado de enfrente. Pareció que le hacía señas para que le siguiese y decidió que no tenía nada más que hacer, así que se vistió y salió al alfeizar. Algo le hizo pensárselo mejor, un extraño presentimiento, y volvió para coger su espada, aquella que le había regalado su padre. Saltó al tejado y vio a la figura esperándole en el siguiente.
Era un ser extraño, encorvado como si llevase un gran peso a la espalda. No parecía importarle que le vieran aunque, a decir verdad, sólo los juerguistas del puerto y la Guardia de la Ciudad estaban a estas horas levantados, pero estarían tan borrachos que no se darían cuenta si dos siluetas paseaban por los tejados.
La extraña figura se dirigió hacia las afueras de la ciudad, a una parte que había sido arrasada recientemente por un incendio. Descendió en un granero que no había sido apenas dañado por el fuego y cerró la puerta a sus espaldas. Aitor pudo oír el chirrido de un cerrojo.
Sin más consideraciones entró en el granero arrancando la puerta de sus goznes de una patada. Dentro estaba oscuro. Las ventanas eran muy altas y estrechas como aspilleras y la luz que dejaban pasar por sus mugrientos cristales era escasa. La luz que entraba por la puerta derribada tampoco iluminaba gran cosa, y las paredes más alejadas del edificio quedaban a oscuras.
Sabía que el extraño ser se encontraba dentro del edificio. Le había seguido hasta aquí saltando de tejado en tejado.
_ Me alegra que estés aquí, joven._ La voz que le hablaba desde las sombras era la de un viejo, cascada y seca._ ¿Pero no podrías haber abierto la puerta normalmente?
_ No haberla cerrado con cerrojo_ Replicó_ ¿Quién eres, acércate a la luz para que pueda verte_ Dijo Aitor a la oscuridad frente a él.
_ Como quieras pequeño._ Dijo la voz.
De las sombras salió arrastrando los pies una criatura deforme encorvada bajo el peso de una enorme giba. La cara llena de arrugas estaba enmarcada por una mata de cabellos blanco-grisáceos lacios y sucios que le caían sobre los hombros. Iba vestido de manera harapienta, con una especie de levita raída con las mangas muy anchas. Llevaba las manos dentro de ellas y Aitor supuso que escondía alguna otra deformidad. Los pantalones eran tan andrajosos como el resto y le llegaban hasta el suelo, con lo que le tapaban los pies, que hacían un ruido extrañamente córneo contra el suelo.
_ ¿Quién eres?_ Preguntó Aitor poniéndose en guardia.
_ No importa quién soy. Lo único que importa es que estás poniendo en peligro nuestra existencia y no podemos permitirlo. Me han enviado a matarte, eso es lo único que debes saber.
El viejo sacó las manos y agarró la levita. Aitor pudo ver que sus manos terminaban en tres garras peludas, una de las cuales hacía las veces de pulgar. Tiró de las mangas y desgarró sus vestiduras, apareciendo bajo su verdadero aspecto.
Aitor tuvo que reprimir una mueca de asco y horror ante lo que estaba viendo.
La joroba era una masa informe que se desparramaba por su espalda y que bullía como hirviendo por dentro. Desplegó dos pares más de brazos iguales a los dos que había visto, todos repletos de espinas y los alargó de manera imposible. Eran tan largos que le llegaban al suelo. Las piernas eran semejantes a los brazos, solo que se apoyaba en los dedos para andar. Parecía una enorme garrapata.
Aitor desenfundó su espada y se preparó como le habían enseñado.
_ Veo que bienes preparado_ Dijo el ser sonriendo_ Bien, será más divertido así._ Chasqueó dos dedos y desde cada uno de sus lados se aproximaron tres formas que eran como copias suyas en miniatura. Cada grupo portaba una naginata con un gancho en la base de la hoja, en el lado contrario al filo. El ser cogió cada una con un grupo de manos y las volteó comprobando su peso y su equilibrio.
_ Veamos que te enseñaron en esa escuela._ Atacó adelantando una de las armas y dejó la otra atrás mientras que Aitor se lanzó hacia delante describiendo un arco hacia la derecha. La fuerza del impacto desplazó el arma de su oponente y dejó un hueco enorme en su defensa, pero en seguida estaba la otro naginata para cubrirlo.
La espada de Aitor era más lenta y no pudo responder al ataque. Su adversario fintó hacia la derecha y le hizo un corte a lo largo del costado, que habría sido más profundo de no haber girado en el último momento. Tomaron posiciones de nuevo uno frente al otro y volvieron a prepararse para el ataque. De nuevo el viejo jorobado se lanzó el primero y otra vez adelantó una de las armas y dejó la otra hacia atrás. Esta vez Aitor intentó esquivar la primera naginata girando sobre sí mismo, pero se dio de bruces contra la otra, que su adversario había adelantado, y cayó al suelo. Rodó varias veces hasta que pudo ponerse en pie mientras las armas de su contendiente le acosaban sin descanso. Nada más colocar los pies paró un golpe con doble dado con las dos naginatas cruzadas, pero el viejo las apartó realizando varios giros que le costaron a Aitor dos nuevas heridas, una en el pecho y otra en un brazo.
_ Hmm, tienes potencial._ Habló el extraño ser._ ¿Por qué luchar contra nosotros cuando podrías suplir a aquel a quién mataste? Únete a nosotros y vivirás como un rey.
_ Lo siento amigo, pero no me interesa. No peleo por riquezas, sino porque los tipos como tú y tus jefes no tiranicen a los más débiles.
_ ¿Qué sabrás tú de cómo soy yo o mis amos._ Chilló frenético_ Mi especie ha sobrevivido únicamente gracias a ellos. Cuando los tuyos nos masacraban y esclavizaban no había nadie que nos defendiese. Sólo ellos nos ayudaron y ahora les devolveré el favor matándote.
Se lanzó de nuevo al ataque, pero esta vez más furioso. Aitor apenas podía parar los golpes. El viejo volvió a atacar como antes y Aitor se preparó para defenderse. Esta vez cuando avanzó la primera naginata no paró con la espada, sino que se hizo a un lado y agarró el mástil con la mano izquierda, así que cuando le llegó el turno a la segunda tenía la espada preparada para responderle. Apartó la naginata de sí y propinó al viejo un cabezazo en plena cara que lo lanzó hacia atrás tambaleándose.
_ ¡Aggg! Me ha dolido mequetrefe._ Se quejó entre gritos_ Vas a sufrir. Te mataré despacio, desangrándote lentamente.
_ Ven a por otro cabezazo engendro lleno de bultos_ Respondió Aitor.
El viejo volvió a adoptar la misma posición y Aitor le dijo_ Ya sé como vencerte, abuelo. Harías mejor en intentar otra cosa.
Por toda respuesta se lanzó al ataque, de nuevo con las naginatas en la misma posición. Lanzó el mismo ataque que antes y Aitor realizó exactamente la misma defensa, pero la primera naginata llegó más tarde que las otras veces y tuvo tiempo de corregir su rumbo para hundirse en el costado derecho del muchacho.
Aitor cayó al suelo sin respiración. Creía haber entendido el ataque y la velocidad fue la misma, no entendía cómo había salido tan mal.
_ Estás vencido._ Dijo despectivamente su adversario.
Aitor le miró lleno de odio y se fijó en sus armas. Se dio cuenta de que las tenía cogidas con el par de manos centrales en vez del superior, con lo que aumentaba la distancia que tenía que recorrer el arma para dañarle. Él se había retirado demasiado deprisa y por eso le había logrado herir. Ahora estaba preparado.
Cuando su enemigo volvió a atacar Aitor sonreía. La naginata avanzó hacia él, que esperó y se desplazó un poco más tarde, pero la naginata llegó aún más tarde y tuvo que tirarse al suelo para evitar que le abriera en canal, aunque se llevó un golpe en la sien y volvió a caer.
_ ¿Crees que mis seis brazos no sirven de nada? Esto es sólo el principio, nunca sabrás con cuál de los tres te voy a atacar.
Decía la verdad. No podía adivinarlo ya que siempre atacaba sosteniendo el mástil con ambas tres manos. Aún así se levantó, confiando en que encontraría una solución.
Los siguientes ataques fueron la confirmación definitiva de la gran técnica de su contendiente. Uno tras otro todos los golpes herían a Aitor y, aunque no eran heridas serias, ya había perdido mucha sangre.
_ Estás en un estado lamentable._ Rió el viejo._ Creo que es hora de acabar.
_ Bien, entonces este será el último ataque.
_ Que gane el mejor._ Contestó_ Es decir, yo.
Volvió al ataque utilizando la misma técnica. Aitor pensaba que todo estaba perdido, así que se llevaría al inmundo jorobado con él al infierno. Lanzó su espada hacia el viejo y cargó contra él. Éste, que no se esperaba dicho ataque frenó en seco y utilizó la primera naginata para parar la espada, con lo que abrió un hueco por el que se coló Aitor. El viejo bincó hacia atrás mientras atacaba con la segunda arma, pero el joven le agarró del cuello impidiéndole alejarse. Estaba demasiado cerca para que pudiera atacarle con sus largas armas, pero Aitor podía utilizar sus puños perfectamente. Le asestó una serie de golpes que culminaron con un soberbio cabezazo. El viejo cayó hacia atrás con la cara ensangrentada.
_ Maldito_ Gritó_ Pagarás por esto_ Y chasqueó los dedos de todas sus garras.
Al instante salieron de las sombras cientos de criaturas como las que antes le habían entregado las armas al viejo. Todas iban armadas con una versión en miniatura de las naginatas de quien parecía ser su padre.
Aitor saltó por encima de la figura tendida en el suelo y cayó rodando hasta donde había caído su espada. La cogió a tiempo para partir por la mitad a una de aquellas criaturas, mientras apartaba a patadas a otras dos. Se volvió y partió a otra por la cintura, pero ya habían llegado otras tres para reemplazarla. Continuaban apareciendo más de esos bichos. Debía haber cientos y poco a poco fueron abatiendo al joven hasta que le ocultaron de la vista.
_ Bien hecho mis pequeños_ Gritó el ser deforme._ Habéis acabado con él, estoy orgulloso de vosotros._ Su voz se cortó cuando del montón de cuerpos abotargados surgió un rugido de rabia animal. De repente salieron volando los bichos en todas direcciones y emergió Aitor bañado en sangre purpúrea chapoteando sobre los cadáveres de decenas de bichos.
_ Vas…a… ¡morir!_ Bramó Aitor lanzándose hacia el viejo.
_ Paradle, paradle_ Gritaba él presa de la histeria.
Multitud de seres deformes se lanzaron contra Aitor, golpeándole en las piernas, los brazos, el pecho y la cabeza, pero nada podía detenerle. Era como un avatar de la destrucción Su espada se movía en arcos vertiginosos que dejaban una lluvia de sangre y cuerpos mutilados. Llegó hasta donde estaba el viejo, que se retorcía en el suelo gimiendo de terror.
_ ¿Quién te envía?_ Preguntó a la deforme criatura._ ¿Quién quiere verme muerto y porqué?
_ Tú no eres humano, no puedes serlo._ Gimió el viejo._ Yo no he podido detenerte, pero otro vendrá, la Tríada es demasiado poderosa incluso para ti, muchacho.
_ ¿La Tríada eh?_ Dijo_ Ya veremos quién es mejor.
Bajó la hoja de la espada con fuerza golpeando al viejo en la cabeza y partiéndosela en dos hasta la altura las costillas. El resto de criaturas que aún quedaban retrocedieron a las sombras chillando y retorciéndose hasta que sólo quedaron él y el cadáver de su adversario.
_ Lo has hecho bien, amigo._ Dijo una voz suave tras él._ Tendremos que emplear otra táctica contigo.
Aitor sintió un golpe en la nuca y se desplomó en el suelo.
Capítulo IV
_ Donde demonios se habrá metido este estúpido humano. ¡He, Rojo! Donde…
_ No grites más rechoncha criatura, tu amigo no está en condiciones de oírte._ Le llegó una voz.
Glog buscó a su alrededor a su interlocutor sin éxito. La caverna carecía de luz natural y las sombras eran demasiado densas incluso para un enano. Podría haber todo un ejército agazapado en las sombras y sería completamente invisible, así que decidió que ya que su vista no le iba a servir de momento cerraría los ojos y escucharía con atención.
_ ¿Intentas adivinar donde estoy mediante el sonido de mi voz?, ja, ja, ja, no te dará resultado. El eco distorsiona el sonido, no sabrás donde estoy hasta que me muestre.
_ Condenado…_ Pensó el fornido enano._ Muy listo amigo, pero mantenerse oculto es una técnica propia de cobardes. Sal y enfréntate a mi hacha._ Escupió al viciado aire de la caverna.
_ Tranquilo “pequeño”. Sólo me estoy divirtiendo un poco. Pero si lo que quieres es pelear… Aquí estoy_ Y diciendo esto salió de las sombras de detrás de Glog con un estoque desenfundado frente a la cara. La sorpresa impidió a Glog actuar a tiempo y el extraño se abalanzó sobre él y le hizo un pequeño corte en la cara.
Se situaron frente a frente, separados por unos tres metros. La distancia era demasiado larga para que el enano pudiese sorprender a su contrario, pero era todo lo contrario para él. Estaba en una clarísima desventaja. Aprovechando que el otro parecía estar midiendo su fuerza, estudió al que conocía los puntos débiles de un enano.
Era ciertamente alto, más que el Rojo, pero era muy delgado, como las espigas de trigo. Tenía el pelo blanco corto peinado como si le hubiesen echado un balde de agua encima. Probablemente había llegado nadando a la cueva.
Sus vestimentas eran moradas, pero de un tono desvaído, como si le hubiese dado mucho el sol, y se adornaba con correajes de cuero blanqueado sujetos por todo el cuerpo con hebillas.
Poseía cierta gracia y al moverse su figura parecía desdibujarse, lo que, combinado con sus ojos de color lila, le confería un aspecto sobrenatural y confundía la mente.
Los enanos son muy sensibles a los fenómenos extraños, y notaba que algo no estaba bien en ese hombre.
_ Bien, parece que ya me has estudiado bastante, ¿no?_ Dijo en tono burlón._ ¿Qué te parece si empezamos ya? Tengo un poco de prisa así que cuanto antes empecemos antes te mataré y antes podré irme._ Su voz reflejaba arrogancia, pero también la terrible certeza de que lo que decía era verdad. Reprimiendo un escalofrío Glog se lanzó al ataque.
A pesar de ser una mole de músculos de no más de metro y medio se movía deprisa. Se lanzó directamente contra su enemigo al tiempo que sacaba su hacha de doble hoja de los correajes que la mantenían sujeta a la espalda. Golpeó con un tajo profundo hacia abajo, pero el hombre de los ojos lila hizo una finta hacia su izquierda y le asestó un golpe en el hombro. Ignorando el dolor Glog volvió al ataque. Esta vez realizó un amago hacia abajo y cuando el otro intentó esquivarlo fintando de nuevo a la izquierda cambió el rumbo del hacha golpeando hacia la derecha. El golpe debería haberle cortado al menos una pierna, pero, a pesar de que le traspasó limpiamente no le hizo nada. Glog se quedó estupefacto, tanto que no vio venir el estoque por su derecha hasta que sintió su mordedura en el costado. Se separó deprisa y miró al extraño guerrero.
_ ¿Sorprendido? ¿Crees que sólo soy un hábil espadachín? Puedo Superar a cualquier otro guerrero. Nadie me ha herido jamás. Soy invencible._ Alardeó.
_ A menudo, quien dice ser invencible tiene un enorme punto flaco. Tu ego te acabará perdiendo._ Le advirtió Glog.
_ Dímelo cuando haya acabado contigo_ Gritó mientras atacaba.
Glog intentó esquivar el golpe pero la distancia era demasiado corta y tuvo que interponer su hacha… que atravesó limpiamente el estoque de su rival. Recibió un nuevo corte en el hombro y dos más, uno en la cara y otro en el antebrazo.
_ ¿Lo entiendes?, no puedes vencerme si no puedes golpearme, ja, ja, ja._ Dijo riendo como un poseso.
_ ¿Quién demonios eres?, ningún humano puede hacer eso._ Rugió Glog.
_ Cierto, ningún humano podría hacer algo parecido, pero es que yo no soy humano._ Le respondió el misterioso personaje.
_ ¿Eres acaso un elfo?_ Preguntó Glog sin saber que decir.
_ Ja, ja, ja, ja. No mi querido enano. Mi pueblo era ya viejo cuando los elfos se alzaron como civilización. Fuimos grandes en otro tiempo, pero los dioses nos castigaron y fuimos destruidos. Yo soy el último de mi raza, soy Eranón Hitare, el último de los Arandatar. Y tendré el honor de matarte.
_ Inténtalo_ respondió con expresión torva.
Lucharon sin tregua, sin dar ni pedir cuartel. Sin embargo, el hacha de Glog sólo cortaba el vacío, mientras que su oponente contactaba todos sus golpes. El enano sangraba profusamente por multitud de cortes. Se estaba debilitando y no aguantaría mucho más.
Recibió un golpe en la sien con el pomo del estoque y se desplomó en el suelo.
_vas a morir, enano. Te ha llegado la hora, como le llegará a tu amigo dentro de poco. Mis amos lo han querido así._ Rugió la voz de Eranón desde las sombras.
Glog se levantó pesadamente. Jamás se rendiría sin oponerse, aunque fuera una defensa fútil. Vio acercarse a su enemigo de frente. Oía un fuerte zumbido pero intentó concentrarse. Escuchó los pasos de su oponente, pero no al frente, sino desde su derecha. Entonces lo comprendió, todo este tiempo había picado el cebo. Se había dejado engañar por la vista y no había prestado atención al sonido. De repente se lanzó hacia su derecha con un giro y sonrió al chocar contra un cuerpo. Ambos cayeron al suelo entrelazados en un apretado abrazo. Glog no estaba dispuesto a dejar escapar su presa.
_ Maldito seas, ¿cómo lo has adivinado?_ Preguntó histérico Eranón.
_ ¿Adivinado?, ja. Simplemente he escuchado de donde procedía el ruido de pasos.
_ Así que es eso. Bien, entonces tendremos que cambiar a un escenario con menos eco._ Se sacudió de encima a Glog, rodó para ponerse en pie y se internó en la oscuridad de la cueva.
Glog se levantó y lo siguió, riendo entre dientes porque había hecho huir a su enemigo. No podía dejar que escapara, tenía que averiguar dónde habían llevado a su amigo.
    
Grôg siguió las huellas del arandatar durante todo el día hasta una posada a la entrada de la ciudad. Allí, un mensaje le conminaba a presentarse en el Circo de los Luchadores.
Grôg sabía porqué el arandatar le había citado allí. El campo de batalla era de arena prensada, lo que impediría que sus pasos resonasen y además evitaría que lo descubriera por las huellas, ya que no se marcaban en este tipo de tierra. Toda la ventaja que había obtenido se había esfumado en un momento.
Ese mismo día por la tarde entraba por las puertas de la Arena con el hacha sobre el hombro.
Le estaban esperando su extraño enemigo y su mejor amigo, encerrado en una jaula suspendida en el aire por un mástil descomunal.
_ He traído a tu amigo para que disfrute del espectáculo, espero que no te importe._ Dijo el guerrero.
_ A mí no_ Contestó_ ¿y a ti, Rojo?
_ A mí me da igual, pero despáchale pronto que quiero bajar de aquí._ Respondió.
_ ¿Seguimos donde lo dejamos, chiquitín?_ Se mofó el arandatar.
_ Bien, si no recuerdo mal ibas perdiendo_ Se mofó Grôg.
_ Ya veremos quién ríe el último.
Eranón se apoyó el estoque en la frente y de repente se triplicó. Atacó a Grôg desde tres ángulos diferentes, y él no sabía por donde atacaría el verdadero Eranón. Se defendió a su izquierda y recibió un corte, luego a su derecha, después realizó un barrido que traspasó a dos de las imágenes, pero el ágil guerrero ya estaba fuera de su alcance. Le atacaba de tal manera que siempre quedaba fuera de su alcance si reconocía donde estaba, o que podía atacar si el enano fallaba el objetivo.
De repente Grôg cambió de táctica. Empezó a correr por la Arena en dirección hacia el poste que mantenía en el aire a su amigo. Llegó hasta su altura y le propinó un tremendo golpe que lo seccionó de una vez. El mástil cayó crujiendo hasta estrellarse contra el suelo, levantando una enorme nube de polvo. La jaula reventó con la fuerza del impacto y Aitor salió despedido al otro lado de la Arena.
Grôg observó aturdido cómo su adversario se acercaba buscándolo entre la polvareda. De repente su imagen se difuminó, osciló un poco y se estabilizó. Creyó que había sido un efecto óptico hasta que una bocanada de aire arrastro el polvo a través de la imagen y ésta tembló de nuevo. Luego le vio a él. Sabía que no era una imagen porque no parpadeaba como la otra. Grôg sonrió para sus adentros, había descubierto un nuevo punto débil de su contrario.
Salió de entre el polvo y retó a Eranón a voz en grito. Se colocaron frente a frente y empezó el combate. Eranón atacó y Grôg se adentró en la nube de polvo. Como pensaba él le siguió y entonces el enano pudo luchar. Eranón estaba asombrado de cómo el enano sabía donde estaba de verdad. No podía explicarlo. Su primer ataque había salido mal y Grôg le había hecho un corte en el brazo. Los demás ataques habían sido rechazados y contestados. Se dio cuenta cuando atacó al enano por la espalda, con una imagen de frente. El enano giró sobre sí mismo ignorando a la imagen y paró el golpe de Eranón. Cuando se separaron el arandatar reparó en que sus imágenes vibraban con el polvo. Escapó fuera de la nube e instigó al enano a salir fuera.
Una ráfaga de viento disipó el polvo a su alrededor y tuvo que aceptar el reto. Era un enano.
La ventaja volvió a ser de Eranón y con todo el polvo ya aposentado Grôg no veía ninguna salida a su situación.
Eranón atacaba de nuevo por tres flancos a la vez, y lo único que podía hacer el enano era tratar de esquivar los golpes. De repente se le ocurrió una idea: si no tenía polvo, lo haría él mismo. El arandatar atacó de nuevo. Grôg esperó a que estuviese muy cerca. Cuando estaba a punto de llegar hasta él, el enano descargó su hacha contra el suelo produciendo una explosión de tierra que se alzó hacia arriba como una fuente. La nube de polvo que produjo el impacto ocultó a los dos contendientes y casi los asfixió, pero Grôg obtuvo lo que quería. A unos pocos pasos de él la imagen de Eranón se agitaba y a su lado él verdadero guerrero intentaba escupir la tierra que tenía en la boca. Grôg se acercó a él gritando Baruk khazad! khazad aimenu! y le enterró el hacha en las costillas.
Capítulo V
Aitor se quedó sin resuello al golpear contra el suelo. Tenía las manos atadas y no había podido detener su caída.
_ Tu amigo lucha bien,_ Dijo alguien frente a él_ ya a encontrado el punto débil de Eranón. Debo decir que lo ha hecho un poco tarde pero, ya sabes el dicho…
_ Vale, vale. Déjame de historias._ Le cortó en seco Aitor, que no estaba para discursos._ ¿Eres otro de esos payasos enviado para matarme?
_ Bueno, se puede decir que sí_ Respondió su interlocutor.
_ Vale, ayúdame a levantarme, no quiero morir de pie._ Abrió los ojos, llorosos a causa del polvo y vio frente a sí a un imponente guerrero enfundado en una armadura negra como la pez. Tenía tanto el cabello como los ojos negros, y debe una sensación inquietante. El caballero le tendió la mano y le levantó.
_ He encontrado esto cerca de aquí, creo que es tuyo_ Le dijo mostrándole la espada de su padre.
_ No la toques, es de mi padre._ Escupió Aitor.
_ Eso es discutible, pero no hablemos de eso._ dijo con humor._ Es cierto que me han enviado a matarte, pero no veo porqué no puedo divertirme peleando._ Y con la espada de su padre cortó las ligaduras de sus manos.
_ Toma, es tuya._ Ofreció mientras se la tiraba a Aitor.
_ ¿No tienes miedo de que te venza?_ Preguntó curioso él.
_ Si me vences no me importará lo que pase después, y si te venzo yo lo habré hecho de manera honorable._ Aseveró.
_ ¿Puedes decirme entonces con quién tengo el honor de enfrentarme?
_ Soy Sir Lotus el Negro, Señor de las Pesadillas_ Dijo haciendo una reverencia.
_ Pues yo soy Aitor el Rojo, y te voy a patear el trasero.
Lotus desenfundó su arma, La llevaba sujeta a la espalda, y Aitor no había podido verla. Era una enorme hoja negra engastada en una montura extraña que parecía ser orgánica. La empuñadura estaba protegida dentro de una especie de carcasa que cubría toda la mano y parte del antebrazo.
Intercambiaron una serie da rápidos golpes, pero ninguno pudo superar al otro. Se separaban y atacaban a una velocidad vertiginosa, pero no podían superar las defensas del adversario. Parecían haber llegado a un punto muerto.
_ Bueno, ya he entrenado bastante._ Dijo Lotus estirándose_ ¿Qué te parece si ahora pasamos a la parte seria?
_ ¿Estabas entrenando?_ Exclamó incrédulo Aitor.
_ Claro, no pensarás que soy tan mal luchador_ Exclamó a su vez Lotus.
_ Pero yo… _ Tartamudeó._ Yo lo he hecho lo mejor que he podido…_ Dijo azorado.
_ Já. Entonces te he juzgado mal. Creí que eras un guerrero, no un niño pequeño.
_ ¡No soy un niño!_ Gritó dejando traslucir la rabia y la vergüenza en su voz.
_ Entonces esgrime esa espada y demuéstramelo.
Volvió a atacar, esta vez mucho más deprisa y con mayor habilidad.
Aitor era incapaz de seguir su ritmo. Lotus jugaba con él como un gato con un ovillo de lana. Aún no le había herido, pero sabía que era perfectamente capaz de hacerlo cuando quisiera, lo que podría ser en cualquier momento.
Aitor estaba cada vez más furioso. Estaba furioso con Lotus, que jugaba con él; con la Tríada, por venir a joderle la vida; con la Academia, por no enseñarle a manejar un combate así; pero sobre todo, estaba furioso consigo mismo; porque era demasiado débil para intentar imponerse.
Todo su cuerpo temblaba de ira. Lotus sonrió y actacó de nuevo, pero Nesca detuvo el golpe. Continuó atacando sin respiro, pero la velocidad de Aitor parecía haberse duplicado.
También su fuerza era mayor ahora, y Lotus comenzaba a sentir los brazos entumecidos.
_ Parece que vas mejorando, chico_ Dijo el guerrero de negro._ Pero aún no es suficiente, necesitarás más que eso para vencer a la Tríada.
Se lanzó de nuevo al ataque, pero esta última declaración había enfriado la cólera de Aitor. ¿Por qué un enemigo se preocupaba de eso?
De nuevo los ataques del Señor de las Pesadillas eran los más rápidos, y hastiado de esto, Lotus decidió empezar el baño de sangre.
_ Vuelves a ser el de antes._ Escupió_ No mereces que te de la oportunidad de defenderte. Acabaré contigo y con ese maldito enano, y después iré a por todos los que han tenido relación contigo. Mataré a tus padres despacio… disfrutando con ello.
_ ¡¡¡NOOO!!!_ Un rugido animal brotó de la garganta de Aitor el Rojo._ No te acercarás a ellos.
_ Impídemelo, pequeño_ Dijo despreciativo.
Aitor se lanzó a la carga alzando la espada. Lanzó un golpe hacia abajo, que su oponente paró sin problemas, pero que le desequilibró. Continuó recibiendo golpes cada vez más fuertes y rápidos. Lotus apenas sí podía defenderse de la furia de su adversario. Aitor atacaba como loco, y sus golpes impactaban en el primer lugar que encontraba. Un nuevo ataque pilló al Negro con la guardia baja y recibió un golpe en el pecho, que le agrietó la armadura, y otro más que le arrancó la espada de la mano.
_ Estás vencido_ Gritó Aitor.
_ Aún no me has matado_ Rió Lotus._ Todavía puedo ganar.
Se lanzó nuevamente al ataque golpeando con una pierna en la rodilla de Aitor, que cayó de hinojos. Recibió el impacto de un guantelete en la mandíbula, pero afortunadamente tenía la cabeza muy dura. Se proyectó hacia arriba contra el cuerpo del guerrero y lo lanzó hacia detrás, dándose un respiro.
El golpe le había hecho perder la espada, pero daba igual. Ambos se lanzaron a la carga y lanzaron un puñetazo. Aitor recibió el puñetazo en la cara, pero se lanzó a fondo y golpeó la armadura en el pecho, donde estaba agrietada.
Lotus sonrió cuando los trozos de armadura salieron despedidos por el aire y sintió que se quedaba sin respiración. Cayó al suelo agarrándose la parte herida.
Aitor se acercó a su espada y apoyó la punta en el cuello de su rival.
_ Has perdido._ Dijo solamente.
_ Sí, tú eres mejor_ Concedió Lotus_ Vamos, y no flaquees.
_ No voy a matarte._ Explicó_ Entrenaré y volveremos a enfrentarnos algún día. Vete.
Lotus recogió su espada del suelo y se la colocó en el hombro.
_ Hasta que volvamos a vernos_ Exclamó_ Debéis ir hacia el Sur para encontrar al culpable de todo esto._ Dijo, y se giró para dirigirse al Norte.
    
Grôg se adelantó hacia donde estaba su amigo. Había observado la lucha apartado para no distraerle, pero parecía haber ganado.
_ Hey, Rojo, ¿cómo ha ido?_ Preguntó con curiosidad.
_ No lo sé del todo. Era un tipo extraño._ Contestó Aitor.
_ Oye, ¿te dijo quién estaba detrás de estos ataques?
_ No, pero me dijo que fuéramos al Sur._ Explicó a su amigo.
_ Entonces, _ Exclamó Trompok_ vámonos al Sur.
CAPÍTULO VI
Caminaron durante semanas, durmiendo en posadas de mala muerte y recabando información sobre la Tríada. Casi nadie parecía saber nada, pero algunos callaban por miedo.
Continuaron su viaje por las Llanuras del Comercio, hasta el Bosque de Lardron, un magnífico paraje de exuberante flora y buenas piezas para la caza y la pesca. Sin embargo, existían leyes que prohibían dichas actividades fuera cual fuera la razón.
Aitor y Grôg llegaron al bosque por la noche y, como era un paraje protegido, se echaron a dormir junto a unos árboles, cerca de un sereno lago de aguas cristalinas.
Por la mañana vieron nada más despertar una excelente yegua baya tostada, pastando en el lindero del claro.
Aitor se acercó al animal sigilosamente y alargó la mano para tocarle el cuello. Algo frío se apoyó contra su cuello, y una voz a su espalda escupió_ Si la tocas eres hombre muerto.
_ Lo siento_ Se disculpó Aitor_ No sabía que tenía dueño.
_ Tiene dueña_ Dijo la voz.
_ ¿Puedo acaso conocer a quién amenaza mi yugular?_ Preguntó él, que no perdía el sentido del humor.
El cuchillo se retiró y él pudo darse la vuelta. La mujer que vio frente a sí era extraña, ciertamente. En principio era una mujer normal, dos piernas, dos brazos, un tronco y una cabeza. Lo diferente era el color. Su piel tenía una tonalidad verde que recordaba a las hojas de menta, y poseía una textura vegetal insólita. Su cabello castaño estaba recogido en una coleta y su boca estaba torcida en una mueca, que desapareció cuando vio de frente al muchacho.
Sus ropas eran de lo más extraño. Parecía haberse vestido con cortezas de árbol del color del cuero. En conjunto, toda ella parecía una planta.
_ ¿Qué narices eres tú?_ Preguntó asombrado Aitor, que nunca había oído nada acerca de criaturas así.
_ ¿Acaso no tenéis dríadas en este mundo?_ Contestó estupefacta la mujer.
_ ¿Qué es una Dríada?_ Continuó preguntando Aitor.
_ Un espíritu del bosque._Explicó_ ¿Qué hacéis aquí un humano y un enano?
_ Estamos viajando en busca de un grupo que se hace llamar la Tríada, no sabrás nada de ellos, ¿verdad?
_ La Tríada. Llevo tiempo buscándoles_ Respondió._ No se donde se esconden, pero sé donde podemos encontrar información.
_ Bien, parece que trabajaremos juntos_ Alargó la mano diciendo_ Me llamo Aitor.
_ Anoûk_ Dijo ella por toda respuesta.
Cuando consiguieron despertar al enano se pusieron en marcha, fueron hacia el Este, siguiendo la costa hasta el Templo de la Tormenta, allí encontraron a un monje que les informó de que la Tríada llevaba años manipulando el gobierno de todas las ciudades del Reino. Su cuartel general estaba en Matrita, les declaró, pero uno de ellos estaba cerca de la ciudad en ese mismo momento.
_ Para esta empresa necesitaréis algo de ayuda._ Les informó el monje_ Tú, el guerrero de cabellos rojos_ exclamó_ Necesitarás un buen caballo, un caballo digno de los héroes más grandes.
Realizó una serie de pases encima de un caldero lleno de un líquido pestilente y gritó una palabra_ ¡¡Cadubr!!
Desde el pasaje contiguo les llegó el ruido de unos cascos, que venían acompañados de un gran trueno. Parecía que todo un ejército estaba marchando entre una tormenta. Una gran sombra se proyectó en la pared a la luz de las antorchas. Era la cabeza de un enorme caballo. El Ser se adelantó hasta quedar a la vista y vieron que era… un potro.
Un potro de color negro con reflejos azulados.
_ Este es el Corcel de la Tormenta_ Exclamó el monje con grandes aspavientos de las manos y los brazos. Todos se le quedaron mirando._ Bien, ya sé que es pequeño, no es más que un potro. Crecerá.
_ ¿Qué se supone que debemos hacer con esto?_ Gritó exasperado Grôg señalando al potro, que daba saltitos por la sala.
_ Yo creo que es muy simpático_ Le defendió Aitor.
_ Sí que lo es_ Reconoció el monje_ además es muy rápido y posee grandes habilidades_ Continuó_ aunque bien es cierto que aún es demasiado pequeño para poder utilizarlas…
_ No importa_ Declaró Aitor_ Nos lo llevamos.
_ Bien, os costará tan solo 500 monedas de oro.
_ Tómalas y dame ese potro._ El dinero cambió de manos y el potro se dirigió hacia Aitor como si comprendiese que era su nuevo amo._ Te llamaré Trueno._ Dijo acariciándole la cabeza.
Prosiguieron su viaje. El monje les había dicho que uno de los tres que buscaban se hacía llamar Sûl, que significa Viento en élfico. Vivía en un castillo situado en una estribación montañosa rodeada nubes en lo alto de una columna de tierra, unida al resto de la montaña por un estrecho puente. El lugar era conocido como La Bóveda Celeste, por su forma redondeada y la gran sala que tenía en su cúspide, que reflejaba todas las estrellas del firmamento.
Caminaban por un llano cuando oyeron ruido de pisadas. Se dirigieron a las rocas para ocultarse mientras espiaban, pero mantener quieto al pequeño Trueno era poco menos que imposible.
Dos figuras se acercaban a ellos por la derecha, a unos metros de distancia. Los aventureros alcanzaron a oír un fragmento de la conversación referente a un tesoro.
_ ¿Aún no habéis terminado?_ Preguntó una de las figuras.
_ Todavía se resiste. A pesar de las herramientas que nos ha dado el maestro.
_ No entiendo el interés que puede tener ese enorme bloque de cristal más duro incluso que el acero.
Cuando Grôg escuchó esto no pudo reprimir lanzar una exclamación ahogada.
_ ¿Qué ocurre enano?_ Preguntó la dríada.
_ Ese material, estoy seguro que es el mítico Diamante de Acero, o Adamantium. Es la sustancia más dura que se conoce. Un arma de ese material cortará cualquier cosa como si fuera mantequilla. Es el sueño de cualquier herrero enano.
Sólo por conseguir una onza de ese material iría a las mismas puertas del Infierno.
_ Escucha Grôg, no podemos entretenernos. Hemos venido a por ese tal Sûl y no quiero que se me escape._ Le reprendió Aitor.
_ Callad, siguen hablando._ Les avisó Anoûk.
_ Ahora por lo menos tenemos al Señor Sûl aquí._ Dijo uno de los hombres a su compañero.
_ Sí, y hasta que no consiga esa dichosa cosa no parará.
Ambos guardias se fueron caminando mientras hablaban, dejando a los tres amigos solos.
_ Estamos de suerte. Podemos ir a por el Adamantium y de paso joder a Sûl._ Dijo excitado Grôg.
_ Vale. Tú ganas.- Concedieron los otros.
Guiados por el enano (los enanos tienen un curioso sentido de la orientación para encontrar metales preciosos) se adentraron en un sistema de minas. Había guardias por todas partes y avanzaron despacio, intentando no ser descubiertos.
Bajaron cada vez más profundamente, tanto que a Aitor y Anoûk se les hizo difícil respirar. Para colmo, los túneles eran cada vez más bajos y poco a poco se fueron encorvando. Trueno parecía nervioso, pero Aitor le llevaba firme y el potro confiaba en él.
Llegaron a una puerta doble decorada con símbolos enanos.
_ Estos malditos remedos de Goblin han mancillado uno de los ancestrales hogares de mi gente._ Gritó Grôg
_ Cállate_ Le reprendió Aitor._ ¿Quieres que no descubran?
Se acercaron a las puertas y las empujaron con todas sus fueras. No se movieron.
_ Tiene que haber una palanca o algo así por aquí, buscadla_ Ordenó Grôg_ Mi gente era muy aficionada a esas cosas.
Palparon las paredes y Anoûk encontró un pulsador. Al accionarlo se abrió la puerta revelando una enorme cámara repleta de columnas que se perdían en la oscuridad de la alta bóveda. En el techo, muy por encima de sus cabezas refulgían miles de estrellas, colocadas de tal manera que reflejaban la posición de los astros en ese hemisferio.
_ Son diamantes_ Exclamó asombrada Anoûk_ Cientos de diamantes.
_ Esos no son los que nos interesan_ Le previno Grôg_ No hay que jugar con los tesoros de un enano.
Buscaron por todas partes pero no encontraron nada. Fueran quienes fueran los que hubiesen ocupado este lugar lo habían saqueado todo.
Se volvían para detrás cuando oyeron ruido de pasos y voces que venían del final de la sala. Allí observaron como se abría una puerta secreta y por ella salían tres figuras, dos de ellas eran Orcos armados con grandes cuchillos y buenas armaduras, el otro era un humano. El humano era particular. Rondaría los cuarenta, pero tenía muchas canas. Era delgado, pero fuerte y musculoso. Se movía con gracia felina y sus gestos eran vertiginosamente rápidos. Ese debía ser Sûl.
_ Quiero que terminéis hoy. La ayuda que os he prestado debería facilitar las cosas.
Cuando se hubieron ido, los tres amigos entraron en la sala secreta. En el centro de ella había aflorado una estalactita de Adamantium. Era totalmente transparente. La luz de las antorchas se reflejaba límpidamente sobre su lisa superficie. Grôg se acercó a mirarlo y soltó una exclamación.
_ Mierda, tiene algo dentro_ Dijo apesadumbrado._ Así no nos sirve._ Aunque de todas maneras recogió algunos trozos que había esparcidos por el suelo.
Aitor se agachó curioso para intentar descubrir qué encerraba la piedra.
_ Mmm, eso parece… ¡un huevo!
_ Déjame ver eso_ Exclamó Anoûk apartándole a un lado._ Es cierto, es un huevo. Rápido, tenemos que sacarlo de ahí.
_ Déjame a mí_ Dijo Grôg sacando de su bolsa un escoplo._ Es de Hierro Meteórico, aguantará unos cuantos golpes. Agarró su hacha y la descargó con fuerza sobre el escoplo apoyado en la roca. El golpe resonó como si hubiesen dado la alarma. Ya no había marcha atrás, así que Grôg siguió con su trabajo. En pocos minutos tenía en las manos un huevo del tamaño de una mano humana.
A sus espaldas oyeron gritos y se dieron prisa en atrancar las puertas. Aitor cogió el huevo entre sus manos y lo llevó junto a una hoguera. El huevo se movió y lo soltó.
Apareció un pequeño cuerno y luego una pata con pequeñas uñas, después un ala coriácea y finalmente apareció la cabeza del ser que había dentro del huevo.
Un simpático dragón rojo miró a Aitor con ojos legañosos y dijo_ ¡Mamá!
CAPÍTULO VII
Todos se quedaron mirando al dragón alucinados. El dragón los miraba con la cabeza vuelta hacia un lado con ojos curiosos.
Grôg se adelantó para cogerle, pero Aitor se le tiró encima.
_ Quieto._ Dijo en un susurro_ No te acerques a él.
_ ¿Por qué demonios no puedo hacer eso?_ Contestó irritado el enano.
_ ¿Es que no lo ves?_ Preguntó con cara de que todo el mundo tenía que saberlo. Grôg se le quedó mirando pensando que a su amigo le faltaba un tornillo._ Es un dragón rojo, ahora vas, le tocas y te mata.
Silencio. De pronto Grôg y Anoûk estallaron en risas.
_ Por los dioses, Rojo no es más que un bebé_ Dijo entre carcajadas el enano.
_ Que poco sabes de Dragones, Aitor._ Le dijo Anoûk_ Un amigo mío me explicó una vez que los Dragones tardan varios cientos de años en adquirir sus primeras habilidades mágicas. No creo que este pequeño pueda hacernos daño._ Se acercó al dragón y lo acarició con la mano desnuda._ ¿Ves?
Un golpe en la puerta les interrumpió tan de repente que todos dieron un respingo.
_ Están intentando tirar la puerta_ Dedujo Grôg.
_ No hay otra salida, tendremos que luchar.
_ Bien, Anoûk, Grôg, poneos junto a la puerta._ Dijo Aitor._ Cuando vayan a golpear otra vez la abrís y saltáis fuera con las armas preparadas.
Ambos asintieron. Grôg desenfundó su hacha y pasó un dedo por el filo. Sonrió y besó la hoja._ Estoy listo_ Comunicó a sus amigos.
Anoûk sacó un par de cuchillos largos y asintió también.
La puerta se abrió con gran estrépito. Grôg y Anoûk saltaron afuera y empezaron a rebanar miembros mientras Aitor despachaba a los que sostenían el improvisado ariete. Se fijó en que la estatua que habían usado representaba un enano esculpido con mucho detalle y, curiosamente, con un gran parecido al padre de su amigo, Az-ûn Trompok.
Cogió al dragón y lo metió en su bolsa, se la colgó por delante y la sujetó bien. Se lanzó al combate y se abrió paso entre los cadáveres que dejaban sus compañeros. Los Orcos se replegaron. La sala estaba casi vacía. O Sûl no tenía demasiados guardias o les esperaba una trampa mejor.
Atravesaron las líneas enemigas sin problemas. Nesca subía y bajaba cortando cualquier cosa que se pusiese en su camino. El Hacha de Grôg golpeaba de lado a lado creando una barrera impenetrable, y Anoûk paraba y contestaba a gran velocidad con sus dos cuchillos. En pocos minutos no quedaba un solo Orco con vida.
En las profundidades comenzó a sonar la llamada de un cuerno. Los Orcos se reagruparían y atacarían en masa, tenían que escapar.
Corrieron por el primer pasadizo que vieron, pero estaba rebosante de Orcos. Se dieron la vuelta y corrieron hacia abajo. Corrían frenéticamente cambiando de rumbo cada vez que encontraban a los Orcos cortándoles el camino. Todos se dieron cuenta de que los conducían en una dirección. El pasadizo comenzó a subir y desembocaron en un gran salón. Las paredes eran de mármol, así como el suelo, que estaba cubierto por una pesada alfombra. Al fondo a la derecha se alzaban tres enormes tronos, sin duda de los reyes enanos que antaño moraron en ese lugar. Sentado en el centro les esperaba Sûl.
_ Bravo._ Dijo aplaudiendo._ Me asombra que hayáis llegado hasta aquí. Lástima que todo tenga que acabar.
_ Déjate de pamplinas_ Dijo Aitor.
_ Tú. Me has dado muchos quebraderos de cabeza._ Dijo lánguidamente
_ Bueno, hemos venido a que nos digas por qué intentáis matarnos._ Dijo Grôg.
_ Todo a su debido tiempo mi querido enano._ Contestó él._ Primero tendréis que vencerme.
Se puso en pie y en un parpadeo se situó detrás del enano. Le golpeó una vez y se desplomó en el suelo. Miró con una sonrisa a Aitor y al instante estaba tras él. Le golpeó una vez. Al menos eso parecía a la vista. En realidad era tan rápido que el ojo no captaba la enorme cantidad de golpes que propinaba, pero Aitor sí que lo sintió en su cuerpo.
_ Apartaos, yo soy más rápida._ Dijo Anoûk a su amigos que se estaban incorporando._ Dejadme que me enfrente a él.
El Hombre desapareció para reaparecer a su espalda. Anoûk, que esperaba el movimiento se volvió y paró el golpe con los brazos, pero él los retiró como el rayo y la golpeó varias veces.
Era muy rápido.
_ Parece que eres bastante rápida, _ Dijo riendo_ pero ese error te podría haber costado la vida. Veamos cómo de defiendes contra un arma._ Desenfundó su espada, un florete, que desapareció cuando realizó unas cuantas florituras con él.
Era demasiado rápido.
La lucha fue muy desigual. Aunque la dríada tenía unos reflejos envidiables, no podía competir con la velocidad sobrehumana de Sûl.
Aitor estaba preocupado. Anoûk sangraba por multitud de cortes, aunque aún aguantaba. Si hubiese sido un arma más potente la que hubiese escogido Sûl ya los habría matado a todos.
Miró a su alrededor. Grôg intentaba seguir los movimientos de los contrincantes sin demasiado éxito, y refunfuñaba cada vez que herían a Anoûk.
Luego miró al Dragón y a Trueno. Ambos movían la cabeza frenéticamente mirando el combate. Aitor dirigió la vista hacia donde miraban y comprobó entusiasmado que ambos podían seguir el ritmo de Sûl. Corrió junto al caballo e hizo que le mirase a los ojos.
_ No se si puedes entenderme,_ Le dijo_ pero si es así, ayúdala.
El potro relinchó y coceó un poco el suelo. Unos pequeños rayos relampaguearon alrededor de sus cascos, y el rumor de un trueno se oyó cuando golpeó el suelo con ellos.
De repente salió corriendo tan deprisa que su cuerpo se desdibujó. Era como una mancha negra persiguiendo a un ente visible sólo para él.
Sûl se dio cuenta de que tenía un caballo detrás. Frenó en seco y golpeó con su espada, pero el potro lo esquivó y volvieron a desaparecer. Cada cierta distancia volvían a aparecer y alguno realizaba un ataque, bien con la espada, bien con los dientes o de una coz.
En una de las apariciones, Anoûk tuvo tiempo de darle un tajo a Sûl en la espalda.
_ Te mataré en cuanto acabe con este molesto insecto._ Gritó Sûl.
_ No es un insecto_ le corrigió mordazmente Aitor_ Es MI caballo, y se llama Trueno.
Sûl se lanzó a por Aitor sin que le diese tiempo a prepararse. Estaba a punto de matarle cuando, de repente, frenó en seco. Aitor y él se miraron perplejos. Sin perder un momento Aitor lanzó un directo a la mandíbula del hombre, que cayó inconsciente.
Cuando se despertó estaba atado de pies y manos. Aitor y sus amigos le sometieron a un interrogatorio, aunque le tuvieron que sacar las respuestas a golpes.
Les dijo que era un miembro de la Tríada, pero que ellos no eran los más poderosos. Había otros por encima. Los Llamó los Señores de Apocalipsis y dijo que vendrían pronto.
Mientras hablaba se había desatado y se levantó apartando a Aitor de su lado. Se dirigió hacia la puerta, pero Änoûk se puso por medio. Cambió de rumbo pero ella volvía a estar allí. No le dio tiempo a cambiar de nuevo y la dríada le clavó uno de sus cuchillos en el estómago hasta el mango.
_ ¿Cómo has podido?... _ Balbució moribundo.
_ Antes estaba cansada_ Contestó ella.
EPÍLOGO
El enano levantó la vista de su cerveza.
_ Después de eso, los tres héroes volvieron a Matrita. La Tríada no volvió a molestarlos en un tiempo, aunque volvió un tiempo después. Ahora estoy cansado. Uno ya es viejo y no estoy para estos trotes._ Anunció el enano a sus oyentes.
_ Pero, ¿cómo acaba la historia?_ Preguntó Koum.
_ Otro día la terminaré, pero no hoy, no ahora._ Recalcó el tozudo enano.
_ ¿Sabe al menos dónde podemos encontrar a esa Anoûk?_ Preguntó Hoei.
_ Si queréis saber algo más deberíais ir a la Biblioteca de Matrita. Allí es donde se guarda esta historia.
_ Vámonos, Koum. A la biblioteca.
_ Esperen un momento_ Dijo precipitadamente el enano._ ¿Ustedes son Koum Feahi y Hoei Lotr?
_ Sí nosotros somos._ Respondió Koum.
_ Tengo algo para ustedes_ Rebuscó en su bolsa y les alcanzó un papel algo mugriento_ Me lo dio una jovencita.
Koum y Hoei:
Necesito vuestra ayuda para recuperar un libro de la Biblioteca Real de Matrita. Es de suma importancia, ya que contiene ciertas pistas sobre el paradero de un grupo muy peligroso llamado los Señores del Apocalipsis. Reuníos conmigo en la posada del Troll Zopenco cuando lo tengaís.
Gracias por adelantado:
Anoûk Caltlan.
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