Más que una palabra, que es volátil y se la lleva el viento, es una caricia. Una caricia que envuelva tu cuerpo en la más fina y delicada capa de pasión, una caricia sincera que mueva el corazón más que un poema y que conmueva el alma más que una lagrima.
Una caricia habla, y en su lenguaje, tiene codificadas las más complejas formas de describir el amor.
Caricias que hablan como si tuvieran boca y que se mueven como si tuvieran alma. Que curan, que duelen, que perfuman el ambiente con esencias delicadas y hacen que el tiempo se detenga.
No te desgastes, amor mío, en buscar palabras suntuosas para expresar tu amor. Si me quieres de verdad, una caricia sincera basta.
Solo acaríciame, bésame, abrázame, tócame, porque así veré tu amor en mí, porque así tu calor se impregnara en mi cuerpo y te sentiré a mi lado cada noche, aunque estemos separados. Como en esta noche, en la que busco tu rostro entre las sombras y no lo puedo hallar, guardando la esperanza de volver a verte en sueños y sentir esas caricias de antaño sobre mi piel.
Y esperare volver a tenerte junto a mi, y que seas mía nuevamente, por que se que toda tu me perteneces y que solo debo pedir que salga el sol e ilumine tu rostro, y que al contacto de sus tenues rayos, tus ojos, me muestren, al dilatar sus pupilas, lo hermoso y grande de tu amor.
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