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Reporte de guerra
Setenta y ocho grados norte – nueve grados oeste.
Dos mil trescientas horas.
Las tropas batallan sin cuartel en las oscuras y húmedas bóvedas dentadas. Derecha, izquierda. Arriba, abajo. Replegarse, avanzar y someter. Tregua. Respirar y atacar de nuevo.
Un escuadrón de infantería de "Y" se desliza en silencio sobre la tersa superficie del terreno enemigo, con dirección a la frontera sur. Sigilosamente, a pesar de su natural impaciencia, los soldados observan embelesados las colinas que han de tomar. Sólo esperan un descuido, intencional o no, del puesto vigía adversario. Derecha e izquierda. Arriba y abajo. Avanzar con cautela y ocupar con fiereza el territorio rival.
Las maniobras continúan. Ambos ejércitos surcan el campo de batalla con paso firme y gentil. A cada movimiento, el terreno se transforma y sus irregularidades se acentúan. Los dos bandos se funden en una masa amorfa de carne, sudor y sangre. Derecha e izquierda. Arriba y abajo. Peinar la zona y conquistar.
"X" desea sucumbir, rendirse de una vez por todas, pero haciendo gala de su disciplina y orden (algunos lo llamarán perversidad), continúa ofreciendo resistencia y persiste en su intento de confundir al enemigo con mensajes ambiguos que éste habrá de interceptar.
"Y" despliega los cañones presto a atacar y derribar al enemigo; "X" aguarda estoicamente el embate. Una y otra vez la artillería resuena y libera sus proyectiles de destrucción. Un temblor agita los cimientos de ambas fortalezas y los gritos llenan el aire con un timbre de urgencia y desesperación semejante a la súplica de un volcán en erupción.
"Y" ha logrado conquistar el territorio enemigo; ha conseguido su objetivo y sin embargo ha sido derrotado. Su victoria es sólo el inicio de una serie de interminables batallas y una guerra mil veces combatida que lo desgastarán hasta los huesos a menos que firme la paz con su adversario eterno. "X" está listo para deponer las armas y poner fin a esta locura, pero conoce o cree conocer a "Y" demasiado bien y decide no negociar. Por el contrario, prepara sus armas nuevamente y se declara listo para continuar, conquistar, matar y no tomar prisioneros.
Derecha e izquierda. Arriba y abajo. Adentro y afuera. Las tres dimensiones del campo de batalla son laceradas y erosionadas en esta guerra sin final. La carne se dilata. El sudor penetra los poros. La sangre fluye tibia e imperturbable. Y todo vuelve a empezar y todo sigue igual.
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Texto agregado el 31-12-2003, y leído por 201
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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15-01-2004 |
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Creo que el texto debe defenderse y explicarse por sí mismo, pero atendiendo a la petición de Golpha dire que intenté retratar lo estúpido que puede llegar a ser el hombre y su incapacidad de comunicarse con sus semejantes, ya sea en un conflicto armado o en una relación de cualquier tipo. fraguando |
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31-12-2003 |
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Irónico el título, bien trabajado el cuerpo y muy extemporáneo el tema, ha sido y será así siempre. Saludos blanquita |
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31-12-2003 |
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Estrellas para el ingenio, la belleza y esa pasión que desborda estas letras. Bien logrado y llevado como es esta lucha sin cuartel. Felicitaciones. FaTaMoRgAnA |
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31-12-2003 |
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algun parecido con nuestro mundo actual es mera coincidencia.Lei tus palabras mas como una reflexion que como un cuento. quiza me podrias explicar con que intencion escribiste estas palabras tan directas.saludos Golpha |
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