©DOS CORAZONES,
EN BUSCA DE SU ROSA
©luisangel_cm@hotmail.com
(Tacna - Perú)
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Fue en una hermosa e infinita tarde de jueves, tan sólo un par de horas con ella.
Sin embargo aquel recuerdo aún está conmigo y sigue perenne a través de los días...
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PARA ACLARAR:
Debo decir que este “cuento”, lo escribí al terminar de leer el best seller “El Código Da Vinci”, por ello se verá en ciertos puntos algunas referencias al libro. Le debo a esa obra (para algunos buena, para otros muy “inflada” y hasta embustera) varias cosas: Abrirme un poco más los ojos en cuanto a la “verdadera” fe, hacerme simpatizar con el Islam (el cual no es como nos lo pintan, pero que me decepcionó luego), también me permitió conocer a más gente, y claro está, me dio la idea para “entretenerme” aquella tarde.
En verdad, cuando terminé de escribir esta historia, no pude dejar de asombrarme y reírme a la vez, porque de alguna manera, al igual que los personajes de “El Código Da Vinci”, “ella” y yo, nos habíamos enrumbado en la misma extraña aventura: En la búsqueda de rosa. Claro que en la novela era un nombre para referirse a la Magdalena y nosotros sólo buscábamos una flor.
Pero la principal diferencia entre las dos historias (a parte que la mía no será de ventas millonarias) es que la búsqueda del Santo Grial (María Magdalena) destruiría o fortalecería la fe. En nuestro caso, al momento de encontrar la rosa descubrimos algo más valioso: ya saben a qué me refiero.
En fin, este “cuento” nació con la mezcla de un poco de fe cristiana y amor freudiano.
“...HASTA DE UN CONEJO.”
Duda siempre de todo. Así sea de lo que tú tengas ya por Dogma. En algún rincón de la Biblia se nos dice: “Escudriña todo, retén lo bueno”. Total, para eso Dios nos dotó de inteligencia, ¿cierto? para dudar de todo. Cree en Dios por encima de todo, cree en ti mismo y en tu voluntad, no así en los propios hombres. “Maldito el hombre que confía en el hombre” dice en otro pasaje de la Biblia.
Un último consejo si llegan algún día a preguntarse lo mismo: ¿Existe iglesia o comunidad religiosa perfecta? La respuesta es obvia: NO. Como cierta vez escuché, no existe ninguna porque en todas estamos nosotros: LOS HOMBRES, y no somos perfectos. Habrán personas maravillosas, muy buenas, pero seamos sinceros, también son humanos con defectos.
Tacna, 17 junio 2006
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DOS CORAZONES
EN BUSCA DE SU ROSA
INTROITO:
Una vez más tenemos las aventuras de un viejo conocido nuestro: LUAN. Quien nos trae nuevamente otra de aquellas tiernas historias, que la tristeza embarga, pero que el corazón y el alma guardan para nunca ser olvidadas. El argumento de la historia es realmente simple, pero creo que allí está la magia de cualquier chico enamorado y poeta, que captura sus días en palabras y los momentos en sueños que merecen ser contados.
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PARA EMPEZAR:
Cierta noche, por esas estupideces de su vida, Luan dudó y dejó escapar al amor. Ella y él se dieron el que sería su último abrazo, mientras juraban algún día volverse a amar. Luan no dejaba de abrazarla, como si temiera no volverla a sentir tan cerca. Sus lágrimas se mezclaban y los más puros sentimientos afloraban... En mitad del camino, bajo en un cielo sin estrellas.
Después de aquella noche, todo pareció acabar, cuando los caminos fueron dos y el sentimiento fue uno.
El péndulo había oscilado...
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DOS CORAZONES
EN BUSCA DE SU ROSA
Año 2004, varios días después.
El ambiente no era el indicado: anarquía, locales tomados y un estudiante de leyes cansado de sus forzadas vacaciones, el cual tenía un corazón imposible de unir con pegamento.
Por esos días me aburría demasiado en casa. Irme a cualquier parte era preferible a pasar otros soñolientos atardeceres mirando la ventana. Era como la claustrofobia hogareña de un “pichón de cóndor” que odiaba quedarse todo el tiempo en el nido.
¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Una o dos semanas? Reunía todas mis fuerzas para imaginar sus mejillas en mis manos, o evocando su nombre y sus besos por la noche. Pero no podía siquiera recordar exactamente aquella dulce mirada, y es que realmente era imposible.
Sucedió en una incompleta tarde de mayo, cuando movido por una fuerza extraña, una voz imaginaria, pero un sentimiento tan real, me vestí y salí rumbo a la calle.
Caminé algo pensativo con mis pasos condicionados por la nostalgia, preguntándome si ella se encontraría igual que yo.
Luego de mucho caminar y sin otro punto en el mapa, mi sentido de orientación me llevó directamente al local de mi Facultad. Todo seguía semejante al primer día: «No hay clases» «Ven el lunes», siempre lo mismo, sin novedades y es que un jueves no es un buen día para recibir noticias.
Me sentí extraño, no tenía otro lugar a donde ir pero sí todo el tiempo del mundo. Sin siquiera pensarlo, cogí un lapicero y en una hoja de mi agenda, me puse a dibujar a mano alzada aquel edificio de la Universidad. Me senté en frente y empecé a esbozar las primeras figuras, tal vez esperando conseguir despejar mi mente, sin embargo sabía que era una batalla perdida de antemano, porque aún intentaba recordar los momentos que pude vivir con ella.
Definitivamente era un mal momento y lugar para dibujar, pero seguí obstinado a pesar de todo. No sé cuanto tiempo pasó para notar que todo mi cuerpo estaba temblando por la baja temperatura. Necesitaba abrigo, además tenía las manos entumecidas, los labios rajados, la “retaguardia” congelada, y una mente nublada no por el frío sino por recuerdos. Mis trazos ya eran torpes en el papel ¡El clima se ensañó conmigo! Quería irme pero no sabía dónde. Entonces sucedió...
El sol se hundía a los lejos dorando las ramas más altas de los árboles y un inusitado silencio se produjo a su paso. Como si alguien se hubiese adelantado a mi deseo, apareció ella. Se acercaba lentamente, tan hermosa como en una ilusión, mientras sus rubios cabellos brillaban al sol del ocaso.
¡Caramba, El corazón me dio un vuelco y latía a cien por hora! «No es taquicardia, sé que es amor» Yo pensaba que sólo el calor hacía delirar y provocaba alucinaciones ¡¿Era en verdad ella?! La mente se me quedó en blanco a causa de la impresión.
Fue como si no la conociera, radiante como en aquellos días que sobrevivo sin verla. Me vio y se sorprendió al hallarme, no sabía qué decirle pero le mostré mi dibujo como explicación a la faena de toda una tarde.
Al verla ahí de pie, experimenté una inmensa sensación de ternura, surgida tal vez de un alma que sólo quería estar a su lado, aunque ella no lo sabía.
Había regresado porque esperaba a una amiga suya que tenía que devolverle sus cuadernos. Decidió esperarla un rato y nos pusimos a hablar no sé de qué, mientras yo seguía dibujando. Creo que primero hablamos acerca de eso.
Luego de estar un rato de pie, ella se sentó junto a mí.
-Aprende algo ¡inexperta!- dije en broma, cuando mencionó que se encontraba aburrida.
Algo que después lamenté, porque minutos después empezaba a darme una breve cátedra de “La Proporción en el Dibujo”.
-Esos son detalles...- le dije con tono petulante y al momento llegó su característica y linda reacción. (¿ ...hablarme de proporción a MÍ?)
Después de varias cosillas, nuestra conversación se situó en el tema que daría origen a toda esta historia: La Rosa. Debido a un libro que ella había leído, asegurando inclusive que no lo encontraría y que hasta ahora sigo buscando.
Ella habló muy bien del libro y sobre la rosa también.
Me presté por momentos sólo a escuchar. Me tragué todos mis comentarios sobre dicha flor y su casi ignorada importancia en la historia de la humanidad:
- Pensaba hablarle de la “Línea de la Rosa” del convento de Saint-Sulpice y de la Capilla de Rosslyn (ambas en Francia). Considerada en la antigüedad como el primer meridiano de la tierra: La longitud cero antes que Greenwich se lo arrebatara de 1888.
- Así también la rosa de cinco pétalos “El Símbolo de la Rosa”, como emblema de la Orden del Priorato de Sión para representar al Santo Grial, “Línea Rosa” es el nombre para el linaje de María Magdalena.
- Sobre sociedades secretas construidas bajo el símbolo de La Rosa: Los Rosacruces (rama masónica), Los Caballeros de la Rosa de la Cruz, etc.
- Los cinco pétalos de la rosa significan los cinco estados de la mujer: el nacimiento, la menstruación, el alumbramiento, la menopausia y la muerte.
- Su relación con la Rosa Rugosa (especie más antigua), su simetría pentagonal y su vínculo con la Estrella de Venus y la deidad femenina.
- La “Sub-Rosa” como antigua costumbre romana y guía de las almas.
- Y su importancia con la “Rosa Náutica”, rosa de los 32 puntos de la brújula parecidos a la rosa de 32 pétalos, también como la flor de Lis.
Todos estos aburridos temas los obvié, temiendo que se durmiera o marchara. Además debía ser humilde y no alardear tontamente de mis (MÚLTIPLES Y VASTOS) conocimientos sobre la rosa. (“Rose” en inglés, francés y alemán entre otras lenguas.)
Fue este último punto (sobre la Rosa de los Vientos) en el cual me basé para plantearle una absurda pregunta:
-¿Sabías que todas las rosas del mundo tienen treinta y dos pétalos?- le dije, haciéndome tontamente el importante.
Ella, con su carita llena de escepticismo, no me creyó y prácticamente se burló de mi afirmación.
-Si quieres buscamos ahora mismo una rosa y las “despetalamos” toda, para contar- le dije. Ella aceptó de inmediato.
-¿De verdad?- estaba contento, notando que yo era el incrédulo ahora.
-Sí vamos- respondió su vocecita que volaba al cielo como un suspiro.
Al momento me puse de pie, guardé mi dibujo y comenzamos nuestro recorrido. Juntos como siempre debió ser... algo que nunca debió acabar... algo por lo que voy a luchar.
Un nuevo desafío estaba lanzado. En algún impredecible lugar muy cerca de ahí, se encontraba una rosa de suaves y delicados pétalos, esperando ser contados uno tras uno por las también delicadas y suaves manos de mi musa.
Bajamos por la Alameda, pero sólo las cucardas y las palmeras adornaban su ancho. Ella me seguía hablando de su libro. Aunque yo irónicamente le dije que no veía cómo alguien podía escribir sobre la rosa, todo lo que hacía era estar allí, crecer y esperar a que alguien la corte o simplemente que se seque. Pero ella me dijo que en el futuro escribiría un cuento sobre dicha flor.
- Cuando tú escribas un cuento sobre la rosa yo escribiré uno sobre el clavel- dije taxativamente.
Al doblar por una antigua parroquia franciscana, nos detuvimos un momento para que ella se abrigara. La búsqueda de la rosa tenía que tomar otros rumbos.
Entonces ella me avisó. A los pies de una estatua de la Virgen María, había unas cuantas rosas, dejadas tal vez por las mujeres de alguna zona pastoral o de la feligresía. Está demás decir que a los dos se nos ocurrió por instantes lo mismo al mirar aquellas rosas.
“¡¡¡Una señal divina!!!” decía para mis adentros... pero luego me dije que los “devotos” siempre dejan flores y la rosa es muy común.
Ser un abierto iconoclasta me sirvió de poco frente al generoso pedido que me hizo de no coger aquellas rosas dadas a la imagen de la Madre de Dios.
-Bueno... además le faltaría pétalos- me dije.
Unos cuantos pasos más, en una cabina telefónica me preguntó cuanto tiempo nos llevaría encontrar la rosa, y asegurándole que no más de media hora, envió a su madre un “ejecutivo” mensaje de texto afirmando que se encontraba en una reunión y que ya iría. Todo para tener algo de tiempo mientras duraba nuestra búsqueda. Pensé que eran varias las plazas, parques, jardines, y hasta macetas donde una rosa nos esperaba.
Ahora que lo pienso hubiera preferido esconder todas las rosas de la ciudad para buscarla con ella todo el tiempo que Dios quiera... pero no podía retenerla. Y sabía que ella era una rosa que el tiempo arrancaría de mi lado.
Entramos en un pequeño callejón y ella me preguntó sobre cuál había sido la primera obra que había leído -“Mi Planta de Naranja Lima”- le dije, recordando al segundo las travesuras del pequeño Zezé. A la misma pregunta ella me dijo que su primera obra había sido una que tenía como personajes a un cirquero llamado Totó, Panocha y otros que no recuerdo. Me contó algo sobre los personajes, con unos nombres muy raros y cuando le pregunté por el autor ella me dijo que lo ignoraba, y me aseguró que tampoco lo encontraría. Me contó que ella sola se lo había comprado de pequeña en una librería que había cerrado hace años y que recordaba mucho ese cuento al punto de enamorarse de uno de sus protagonistas. Es gracioso, pensé que sería fácil. Pero cada vez que pregunto por un libro para niños que tenga por personaje a un tal “Totó”, me toman por idiota.
Luego de caminar algo más... ¡llegamos! Los jardines de los departamentos de aproximadamente doscientas casas. Habían rosas de todos los gustos y colores: «... Rosas de alegría, rosas de perdón, rosas de cariño y de abnegación».
Los dos sentíamos algo de pena, no queríamos cortarlas, estaban tan quietas, símbolo de todo lo dócil y glorioso de la flora. Decidimos que tenía que ser una rosa joven, ya que a las más maduras, de seguro, se les habrían caído algunos pétalos. Avanzamos un poco más, procurando no ser observado por los ojos de chismosos y huraños vecinos. (¡Cómo si al cortar una flor se fuera a venir abajo todo el ornato de la ciudad!). Entonces ambos la vimos... estaba allí, quieta, era sólo una, el rosal sólo tenía una... era muy roja y lozana. Se encontraba como una campanilla tintineando, meciéndose al aire libre como dejada al viento...
Nos deslizamos hasta ella con la gracia de una cobra egipcia, hasta encontrarnos justo frente a ella, totalmente desprotegida. Yo la observaba de la misma manera como un chacal hambriento observaría a un cervatillo herido. Miré a ambos lados, estábamos los dos solos... bueno los tres. Entonces en escasos y cruciales segundos, luego de clavarle una última mirada de fuego, corté la joven flor con parte de su delgado tallo con minúsculas espinas.
A gran velocidad fuimos con nuestra presa a devorar cada pedazo de carroña.... digo, a contar sus frágiles y graciosos pétalos.
Llevando en mis manos nuestro trofeo, fuimos a sentarnos a una banca de la Alameda, y con gran delicadeza como si fuese una copa de cristal le entregué a ella la rosa (¿de perdón?) para que procediera a desnudarla.
Una a una, iban cayendo las coloreadas hojas de la rosa. -Somos unos locos- decía ella mientras deshojaba nuestra roja margarita. Al principio parecía confiada -No hay treinta y dos...- y por instantes dudaba. Cuando ya llegamos a eso de los veintidós pétalos comenzó la cuenta regresiva: “Diez, nueve, ocho...” Pero por momentos teníamos que volver a contar para estar seguros. Algunos pétalos se rompieron y otros no salían con facilidad.
Luego de una paciente espera... “¡Treinta y dos!”. ¡Nooooo! “treinta y tres, treinta y cuatro...” Ella estaba contenta, después de todo ganó. Yo sabía de antemano que todos los rosales del planeta no podían ponerse de acuerdo en el número de pétalos por flor. Me gustó perder aquella vez y verla tan contenta, la hubiera abrazado ahí mismo, pero no era el momento. Juntando todos los pétalos hacían treinta y ocho. Ella recogió 37 y los metió en su cartuchera (¿un baño de florecimiento?) y yo guardé uno (el cual veo ahora y me ayuda a recordar).
Luego volvimos a subir, pasamos de nuevo por el local de la Facultad. Ya hacía mucho que el Sol se había apresurado a ocultar y el cielo se había vuelto de un gris claro teñido de púrpura. No sabía hasta qué punto del camino la acompañaría, hubiera sido capaz de dejarla durmiendo en su cama, vigilando, mismo centinela su sueño toda la noche. Pero sabía que no podía ser... La quiero tanto, Dios sabe cuanto la quiero.
No debí dejarla, pero creo que no hubiera resistido. Unas compañeras mías me saludaron y decidí aprovechar ese momento para evitar un difícil y hasta bochornoso adiós.
Aún en el oeste, aparecían tenues destellos de rojo rubí... junto con la esperanza de algún día volver a besarla. Ese mismo día escribí:
Pregúntale a la tarde y te responderá “fueron muchas”,
el ocaso te dirá en su último rayo que ella se fue,
cuando un abrazó suyo me serenaba el alma,
y un beso sellaba la promesa que ella y yo nos hicimos.
Hoy, sus abrazos siguen serenando mis días y mi alma; mientras sus besos no sellan, no terminan nada, sino fortalecen y alimentan al igual que nuestras lágrimas, nuestro amor.
Con unas torpes palabras me despedí de ella, besándole la mejilla, la cual era tan suave... como el pétalo que aún guardo desde aquella tarde, en que juntos, buscamos una rosa.
Tacna, 05 noviembre 2004
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COLOFÓN:
“Aunque yo irónicamente le dije que no veía cómo alguien podía escribir sobre la rosa, todo lo que hacía era estar allí, crecer y esperar a que alguien la corte o simplemente que se seque.” Sí, en verdad irónico, al final, fui yo quien terminó escribiendo sobre aquella rosa.
De ese día a hoy, ha pasado demasiado tiempo... A “nuestra rosa” se le cayeron todos los pétalos en un año, entonces supe que hasta las mejores flores mueren, se marchitan.
Pero que van dejando su polen llevado por la brisa... y así el capullo de una nueva flor, dará un fruto, aunque sea en otras tierras.
Tacna, 17 junio 2006
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