Lamentablemente he caído otra vez en esta estúpida desidia que me domina, en esta maldita depresión que me tiene preso.
Como un enemigo sigiloso que me va asechando, que acampa alrededor mío, que lentamente se acerca sin detenerse hasta someterme, hasta conquistarme, hasta dominar completamente mi voluntad y dejarme sin deseos, sin animo, sin vida, queriendo hacer nada...absolutamente nada, salvo llorar y llorar sin saber por qué y debo acostumbrarme a sentir los parpados inflamados y a que mis ojos enrojecidos sigan bajo la corriente inacabable de mis lágrimas que como barrotes me encierran.
En esta etapa el tiempo me parece etéreo, inconstante, tan detenido que es como estar en un sueño, en el cual me sumerjo para no despertar jamás, como un ataúd que lentamente es bajado a su cripta para luego ocultarlo la húmeda tierra, así me siento.
Y en ese instante como último intento de poder despertar, me enojo o intento enojarme ¿no es el odio lo que nos mantiene vivos? Y suelo golpearme una y otra vez, cada vez con mayor intensidad cual martillo sobre un clavo así me hundo pero a diferencia de éste no me siento parte de un todo.
Luego, las heridas tratan de liberar mi espíritu atormentado y así golpe tras golpe, corte tras corte, irónicamente en vez de matarme soy devuelto al feudo de los vivos porque luego del postrer tiempo siento por fin dolor…al sentir dolor me siento nuevamente vivo...esto último también es irónico, pensar que sólo el dolor nos hace sentir vivos pero a veces el dolor es tan grande que nos hace sentir como cadáveres..
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