El manzano de mi niñez y luego mi adolescencia, permitía sin interponer reclamo alguno, que le pisara sus ramas en una suerte de escalera rudimentaria, que me conducía al añorado e inmaduro tesoro de las manzanas verdes.
Ay! las manzanas verdes...preciado manjar a comienzos del verano sureño, que comíamos con sal y las consiguientes reprimendas de la madre, que nos advertía como una agorera- mala por cierto- espasmos estomacales fabulosos y vómitos desesperantes donde casi casi veríamos las tripas saliendo en gloria y majestad hacia el mundo exterior.
Recuerdos de verano...
Hoy no me dan ganas de escalar árboles, menos de comer manzanas verdes, es más, temo que alguna de mis hijas escalen el mismo manzano, por que está mucho más alto que antes, y estos niños modernos no tienen costumbre de comer fruta que no esté a punto, en fin...tanto cambio en pocos años. O tal vez sean más...infinitamente más de los que yo creo, y yo observando también desde mis cambios...mi maternidad, el pasar de ser "la mujer de..." a ser "la compañera", mi trabajo y sobre todo mi ser yo misma.
En estos años en que el manzano ha crecido, he pasado por tantos momentos.
Por el amor y el coste de amar, por el inevitablemente amargo trecho de las frustraciones. Por la depresión y el desgano.
Cada momento me ha legado algo, a ratos como un pesado regalo que debí aceptar, por que el destino no permite devoluciones.
Pero también he tenido lindos regalos, algunos tan hermosos como sorpredentes e inesperados, otros que llegaron en tiempos que no correspondían, pero llegaron.
Mucho más hay que sacar desde este interior de mujer, que hoy a través del ventanal mira el manzano de mi niñez y mi adolescencia, tal vez los temores y las dudas que mi corazón albergó y que jamás compartí, pero que sin embargo carcomieron mi historia...
El temor de no ser lo que otros esperaban de mi y mi lucha casi violenta para forjarme en y a mi misma, dejando espacio a permitirme sentir sin culpas ese cúmulo de mujeres que se juntan a dialogar bajo una misma piel.
El temor a perderme y fundirme en otra persona cuando me enamoré hasta el tuétano, las ansias de descubrir el fuego interno y darle el uso que yo qusiera...
Han pasado los años y sigo viendo a través de este ventanal de madera al manzano que vuelve como cada verano a contener entre sus ramas los frutos verdosos...ahora si que quiero correr hata él. |