Estaba pensando que aún con toda la miseria que cargo, quiero estar presente.
No quiero que la vida pase.
No quiero sentarme como en un palco
y ver desde lejos la historia y los acontecimientos.
Yo se que la historia transcurrirá
con o sin mi...pero yo quiero estar.
Yo quiero participar, no quiero que me lo cuenten, yo quiero vivir.
Hacer experiencia del dolor, el mio y el ajeno,
hacer experiencia de la alegría,
de compartir las luchas y los saberes,
es algo que se me cuela en el alma
como un imperativo amoroso que me
estruja las entrañas.
Quiero vivir mi vida amando sin tregua
entregando el corazón en cada pequeña
cosita que hago, dejando tiempo a la ternura
no así a la sumisión, abrazando la resistencia...
Desde este cuerpo de mujer,
desde este vientre-nido que albergó hijos,
desde este sexo que se estremece de placer
ante la presencia de la carne y el fuego.
Desde estas manos pequeñas y furibundas,
desde estos pelos en permanente desorden,
que presienten como si las ideas
y pensamientos estuvieran en permanente
revoltijo...
Desde estas caderas mesio anchas
como las ancas de una yegua indómita
que en medio de la noche galopa en
tu cuerpo con movimiento frenético e incesante.
Desde esta mirada marrón clara que quiere
atrapar todo a través de los ojos, oteando siempre más allá del horizonte.
Con estos pechos grandes que alguna vez tuvieron alimento sagrado y que hoy adornan
este cuerpo de mujer.
Con estos tejidos a punto neuronal de nervios
alocados. Es que no quiero, es más
me resisto a dejar que las cosas pasen.
Yo quiero estar.
No quiero mirar desde lejos este mundo que me alberga, este mundo que a veces es muy ancho
y otras muy ajeno.
Ese mundo que yo adoro, tiene olor a leña quemandose en invierno
a pan recien horneado y compartido.
Ese mundo tiene la fuerza del amor de los amantes
y no quiero perderme de eso.
Por eso yo quiero estar...por que hay una historia que corre dentro de otra y yo ansío
escudriñarla como cuando se revuelve
la tierra para plantar una semilla.