Pensaba alguna vez en el encuentro de dos vidas paralelas y sin sentido.
Debía de ser algún acontecimiento errante por el hecho de cruzarme en sus caminos.
Si he visto esto o si lo veré algún día, solo depende del rumbo que haya tomado.
Vagando incesantemente en la monotonía del espacio, me di cuenta que el ser solitario que en mí vivía, volvió a anidarse en mi cabeza. Se acomodó en un rincón entre mi piel y mi cerebro, entre los cabellos y el hueso craneal que protege mi pobre materia gris. Decía, repitiéndolo varias veces, que conocía a dos seres tan inmensamente parecidos como diferentes que vivían en armonía, y poco a poco callaba para volver a cantar con mayor énfasis su ya gastado monólogo.
Intentó, repetidas veces, el entablar una conversación con mis neuronas, quienes cansadas le dijeron que se vaya. Calló, mas el silbido de mi interior le hizo hablar nuevamente. "Es una bonita melodía, pero triste" Escuchó con atención los mas de 300 pentagramas escritos en mis vísceras y lloró. Clamó por atención, mas nadie le hizo caso. Vio con estupor las lágrimas que derramaba el corazón y subió a su encuentro. Se sentaron a escuchar el sonido hiriente y pensativo de la música en mi interior. Y ahí se quedaron... Uno al lado del otro, viendo como cada uno se marchitaba con cada silencio abrumador, con cada tono grave, con cada nota solitaria.
Es por eso, tal vez, que mi corazón llora al oír la tristeza de mi canto.
Es por eso, tal vez, que por las lágrimas vertidas, no veo nuevamente con ilusión un nuevo amor.