Un día le dije a ella:
La leche tiene poca azúcar
Y se llevó mi taza
Ahora la traía dulce
Como un caramelo
Espesa, con cuerpo de leche
La hija del cocinero debería titularse esto
Melina
Como en la canción
Melina, me observaba el yeso
Melina le aumentaba sal a mis guisos
Melina me regaló un radio
Melina me regaló audífonos
Y la misma melina me acompañó por las noches
Cuando todo eran estrellas, enfermeras y sedantes
Melina una noche sola
Una de tantas aquellas apoyó su cabeza
En la almohada
Y vio conmigo las estrellas
Y a la viejita que vomitaba enfrente nuestro
Melina la hija del cocinero
Me juró que se escaparía para irse conmigo
Pero yo me fui antes de que le eche más sal a mi estofado
Melina decía en mi bota de yeso
Olvidada en traumatología el 96
Melina me rascaba los dedos
Melina me arropaba
Melina compartía sus noches conmigo
Y veía las estrellas y cómo me sedaban
Hasta que la viejita dejó de vomitar y por fin murió

Un día le dije:
La leche se pasó de azúcar
Y partí en una silla de ruedas
A plena bata blanca
Y con toda el alba encima
De alta
A casa…
Melina me movía la almohada
Melina hacía remolinos en mi sopa
Melina me besó cuando fingía dormir
Melina escribió en mi bota: “juntos”
Melina está triste ahora.