-¿No te parece cruel lo que acaban de hacerle a tu coche esos alumnos?-Le preguntaba Celia al profesor de Literatura que, apoyado en un pequeño resalte de una ventana del edificio escolar, contemplaba atónito como su coche era pasto de las llamas.
-Sí ,muy cruel, pero no me asustan esos chavales. Creo es un acto de rabia porque hoy les puse para tarea en casa, que leyeran algunos libros durante el curso, dos o tres nada más y el que no me presentara un trabajo sobre ellos se lo tendría en cuenta en la nota final del curso.-Respondió el profesor mirando fijamente a su vehículo deshaciéndose por las llamas.
-Anda, yo te llevaré a tu casa, tengo mi coche estacionado detrás de esta calle.-Acertó a decir Celia viendo que nada se podía hacer y el profesor tendría que buscarse otro medio de transporte.
-¡No!,ni se te ocurra tocar tu coche, como nos vean los dos juntos en él, mañana será el tuyo el que esté ahí ardiendo,¿O es que ya lo saben?.Mejor cogeré el autobús de línea, no creo que lo quemen también.-Dijo con voz enérgica Eduardo.
Eduardo y Celia eran profesores de una escuela de secundaria en uno de los barrios más degradados de la ciudad. Él, daba clases de Literatura y ella de idioma extranjero.
-¿Dónde dices que lo has estacionado?-Preguntó Eduardo oteando por encima de la cabeza de la mujer para poder divisarlo.
-Ahí atrás, aquel rojo, justo en el paso de peatones. No había otro sitio esta mañana.-Dijo ella señalando con la mano.
-Estupendo, nos ira bien que esté en ese preciso lugar.
Eduardo se colocó el teléfono móvil en la oreja esperando respuesta a una llamada que había efectuado.
-¿A quién llamas?-Preguntó extrañada Celia y mirándolo a la cara con sus enormes ojos.
-A la grúa, está mal estacionado, que se lo lleven al depósito, es una forma de que tu coche esté entero mañana por la mañana.
-Serás hijo de pu.....¿Por qué llamas a la grúa, joder?.
-Ya está, ya vienen de camino, vámonos a coger el autobús de línea.-Contestó el profesor iniciando el camino que dirigía a la parada del autobús.
-Tus estás loco, Eduardo.¿Por qué he de pagar esa multa y encima la grúa para poder retirarlo, si nadie se había dado cuenta de que estaba allí?.-Iba diciéndole Celia al profesor, que unos pasos más adelante, se dirigía a la parada. Ella, como un perrito faldero, le seguía con enormes gritos que se tropezaban con el silencio de Eduardo.
-¡No me has respondido!-Gritaba ella deteniéndose en medio de la acera y con los brazos en jarra.
-Yo me voy en este autobús que sale, tu misma, haz lo que quieras.-Dijo Eduardo alcanzando el estribo del bus que iniciaba su lenta marcha.
-¡Espera!,¿Serás capaz de dejarme aquí?-Celia comenzó a correr en dirección al autobús e intentando alcanzar la mano que Eduardo le tendía.
-¡Vamos mujer que ya te falta poco!-
Una vez en el interior del bus se sentaron los dos en la parte de atrás. Estaban acalorados y su respiración acelerada. Los demás viajeros pusieron su atención en ellos dos. Acababan de presenciar una secuencia digna de cualquier película de James Boon.
-¿Por qué me haces esto?-Preguntaba Celia a un distraído profesor de Literatura en los coches que seguían al autobús.
-No te alteres profesora.¿Te invito a una copa en mi casa, aceptas?-Preguntó Eduardo de improviso.
-¡Ja-ja-ja ¡ Que te lo crees tú. No nos conocemos de nada, no voy a tu casa a tomar ninguna copa. Además ¿ Para qué voy a ir a tu casa?, la podemos tomar en cualquier lugar, una cafetería...¿O es que también quieres otra cosa?-Respondió Celia a gritos delante de toda la gente que viajaban con ellos en el autobús.
¡Sí!, quiero hacerte el amor muchas veces!-Dijo Eduardo gritando también.
Los ojos de los allí presentes se centraron en la pareja que discutía si iban a tomar una copa y después ha hacer el amor o no.
-Esta es mi parada, me bajo aquí-Dijo Eduardo a Celia mientras se levantaba de su asiento y se dirigía a la puerta de salida.
-Yo sigo, mi casa queda casi al final del trayecto, mañana nos vemos-Contestó la profesora con un tono enfadado entre las miradas de todos los viajeros que allí seguían aquel culebrón amoroso.
Paró el bus y bajó Eduardo, saludó a Celia con una mano y comenzó a caminar en dirección a su casa. Un frenazo del autobús hizo que el profesor se diera la vuelta de golpe. La mujer hizo parar el vehículo y ordenó le fueran abiertas las puertas para bajar. Lo pensó de repente y así se lo hizo saber al conductor.
-¡Espera Eduardo!, voy contigo-Gritó Celia mientras tomaba contacto con el asfalto de la calle.
-Eres difícil de comprender Celia, ahora sí, ahora no, ¿Pero te has decidido ya?,-Le decía sonriendo el profesor, a la vez que la miraba tiernamente.-
-Vamos, esa copa no puede esperar más.-Siguió diciéndole.
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