Aunque enfermen
Sanaran
Aunque se hundan
Volverán a emerger
Aunque los amantes se pierdan
El amor no lo hará
Ni la oscura muerte reinará

Dylan Thomas

Una cruz fue mi escudo en el altar de su cuello. Una cruz mi salvación
Una cruz mi venganza, mi sicario y mi único aliado. Una cruz, maldita en su pureza. Cruel en su viva carne. En los ojos de los muchos que maldijeron su vida. En las manos que su muerte brindó el perdón, en su cruz.

Ese tacto repulsivo pero añorado en esencia, líneas gastadas de tanto leerlas, expuestas a los azares del destino, sin timón, gobernadas tan solo por el viento, caprichoso a veces, justo en la mayoría. Esa vida, sin la pasión, sin el dolor que provoca eso que llamamos alma, no es vida. Aquello que nos distingue, esa cualidad que supera todo control, que escapa a cualquier medida. Desbocada pasión, loca, a juicio de muchos, pero hermosa. Tanto que al menor gesto de duda, reaparece con más fuerza, como si de un ave fénix se tratase, dispuesto a retar a la misma muerte con tal de demostrarnos que esta ahí, aunque no seamos capaz de verlo. Ese ansia por detener el tiempo, por hacer que cada segundo sea eterno, imparable, único; convirtiendo nuestra existencia, efímera por naturaleza, en un recipiente inalterable, frágil y cansado, pero con un objetivo claro, alimentar la esperanza, hacer brotar energía, transforma la muerte en vida, en definitiva, no dejar que se extinga la llama que arde dentro de todo ser, dando un respiro, mortal de necesidad, al sentido de todas las sensaciones que a cada momento nos enriquecen. Sin caer en el malhayado concepto de moralidad, que está bien, que está mal, para disfrutar plenamente del meollo, de todas y cada una de las circunstancias que nos rodean, de esos momentos, palpables o no, que nos completan. Probad a desaparecer durante un periodo a elegir y os daréis cuenta que a pesar de las palabras de Rolando, el mundo “no” se ha movido. Permanece a la espera de contar con vuestra presencia. No os contentéis con prosperar, la madurez es un estado de ánimo, no una cuestión de edad. Y recuerda, nunca dejes de luchar por lo que crees, pues es lo único que no te pueden quitar.