Alguien debería gritarme que ya esta bien de remover fantasmas, estas sesiones de espiritismo amoroso y fraticida tan solo suponen una total y absoluta pérdida de tiempo, algo así como los chistes de Eugenio pero con menos gracia. Contemplo la posibilidad de dejar de espiar tras mi máscara las vidas de la gente y las historias, dejar de memorizar sentimientos, lugares, nombres, canciones, y empezar a vivir mi propia historia, pero la comparación sería desastrosa, Tanto hablar de mi mundo, de la verdad, de la crueldad que rodea todo o del amor que se esfuerza por no existir o al menos no da prueba de ello a mis cansados ojos, tanto escribir sobre deseos prestados, vidas prestadas, mis recuerdos untados en el pan de una buena película, endulzada con un buen libro y para postre la mejor de las canciones. Alguien debería cortarme las manos, sacarme los ojos y lavarme el cerebro, convertirme en algo práctico y útil, en lugar de este robot medieval anticuado y romántico que escribe esta noche. Y ese alguien debería ser yo, lo cual me llena de amargura, porque si algo se repite y adquiere significado en los dos mundos que se mezclan en mí es la cobardía. Ya no hablo de muerte, sino de transformación, de metamorfosis, un viaje astral desde la larva vestida con pijama verde, a la mariposa adinerada y casera que se espera de cualquiera. Habrá que celebrarlo
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