¿Puedes pensar dónde estoy mientras escribo (y no me refiero trás del teclado)? ¿Te haces la menor y más remota idea de cuanto hace que hago esto y cómo estoy oculto tras mis letras, o hacia dónde miro si te pienso un poco? Has de pensar que estoy loco escribiendo todo esto, pero quien me viera acaso pensaría justamente lo contrario, porque rara vez nos detenemos a pensar en el que escribe, y nos situamos a interpretar lo que escribe, no a la persona por sí misma, el cómo, el porqué y el cuando de cuanto le ocurre al escritor furtivo, difuminado entre líneas.

Da lo mismo pensar o no pensar, asumir que conoces al autor por sus letras, por sus canciones, por sus poemas, por sus reclamos o por sus rarezas, siempre que no trascienda el sentimiento que se esconde entre líneas.

¿A cuantos desconocidos podemos amar sin que podamos conocerlos o saber si son producto de nuestras mentes? ¿Cómo entenderemos la intencionalidad de cada escrito supuestamente leído por nosotros que incólumes e ingenuos damos todo por sentado y hecho? Supongo que es tanta la subjetividad de todo esto, que difícilmente podré resolver mis propios cuestionamientos, por ahora... Mientras no te encuentre.

¿Me imaginas mientras redacto estas líneas? ¿Podes ver vos mi rostro congestionado y lleno de arrugas mientras escucho a McFerrín? No puedo dejar se sentirme un poco estúpido y un tanto vulnerado de sólo pensarlo, mientras mi mente trastornada viaja hasta donde me imagine estés ahora, y me pienses a mí.

Ojala pudieras verme, imaginarme siquiera, que absurdamente, y más allá de mis propias ganas, me vengo convirtiendo en un ser común y ordinario, en uno de esos seres masa a los que aborrezco sabes en demasía, pero que a la luz de la distancia tanto de me parecen ahora... porque en este estado somos ya demasiados los que nos creemos únicos.

Más allá de la locura está mi razón, más allá de mi cordura tengo el corazón en los dedos, que viajan a voluntad por tu cuerpo semidesnudo, y lo recuerdo todo, y puedo verlo y sentir de nuevo que estoy un poco afectado, ¿me imaginas a mí, haciendo todo esto? No, no puedes imaginarme, no puedes verme, no puedes tocarme, no de nuevo, no mientras quede un ápice de locura y rencor en mi pecho, y para erradicarlo hace falta mucho, mucho más que perdón y tiempo.

No puedes imaginarme siendo otro yo, porque aquel que no conoces, no conoce el perdón y se alimenta de odio, y de caricias, y de besos, y de sueños, sé todos rotos, todos falsos, fatuos e irremediablemente despedazados, y en el silencio de mi mente fría y recelosa, corren las aguas de la ironía que ahora toca mis yemas, y se escapa por mi garganta adolorida de tanto gritar y reclamarte en silencio, porque siempre lastima más cuando nos guardamos las cosas.

Ahora cuando te encuentre, cuando por fin estés a mi lado, no sabré si arrojarme a tus pies y besarlos, o escupirte a la cara mil reclamos por no haber aparecido antes, antes de que se me hiciera tan larga e insoportable esta espera, en que el amor cambió tanto de rostro que ni yo mismo me reconozco, que esperanzado desperté una mañana con la ilusión de encontrarte a mi lado… como nunca ha estado nadie que no lleve tu nombre, nombre de mujer inexistente fuera de mí, maldita, pero maldita por no existir, amor mío.

Porque después de todo este reclamo palabrero y aún sin existir siquiera tú, no sabes cuanto te amo.