La Dama de Hielo hacía tiempo que dejó de derretirse por un suspiro, por una caricia lejana... Todo eso lo guardó en una cajita junto a otras tantas cosas que la hacían sentir calor y viva.
Derramaba lágrimas ardientes que al paso por sus mejillas transmutaban en gélidas y afiladas agujas, callendo por el suelo en el que camina, agujereando su fría piel de cristal, pero ya no le hacía daño... ya no sangraba, lo había cambiado por el recuerdo del placer y la sonrisa los cuales la volvían aún más transparente através de su figura cristalina...
Sus labios, tan brillantes con el resplandor de la luz liberada por alguna mirada escondida, se habían cerrado, el frío... los había sellado. No dejaba libre una palabra acerca de ella, su figura lo decía todo. Miradas gélidas como puñales lanzaba a todo aquél que intentaba acercarse y volverla agua.
Dama de Hielo fue cada vez haciendose más pequeña en un obillo junto a una esquina invisible y alejada de susurros impasibles. Para volverse poco a poco más rígida y mínima. Sólo podía vislumbrarse ya una pequeña gota, densa en ese frío y transparente entre sus cristales colmados de algo que una vez ardió. Pero en el fondo.... aún añoraba morir a fuego lento...
No tuvo a nadie al lado que recogiera sus últimas gotas y seguramente es lo correcto... ella misma los había desterrado para no congelarlos y volverlos a su semejanza perfectos monstruos del silencio.
No tuvo a nadie al lado y seguramente es lo correcto... es lo correcto