Sigo su camino en zigzag, encorvado, atento, nada se me escapa, dura el empeño lo que mis pulmones dan de si.

Terminó su camino de ida y la pista de carreras plateada da la vuelta, sin poder contener ya el aire, exhalo y descanso.

Dos, tres respiraciones y ya la sangre se calienta de nuevo, el sudor perla mi frente y el hormigueo sube desde los pies.

El dragón empieza de nuevo su camino, le persigo con la máxima atención, me va la vida, no puede existir ningún fallo, me tapo de la brisa de la noche apuntando mi nuca a las estrellas sentado en el trono que me da una piedra.

Hace tiempo que no pienso nada, todo es sencillo, mi mundo es sencillo.

Mil veces deseé morir y morí mil veces, mentía a Dios y rezaba con el Demonio oraciones de murmullos y suspiros.

Comí familia, comí madre, padre y hermanos, me los comía, comía amigos, solo deje huesos pulverizados.

Me devoré las entrañas, sorbía coágulos. Sanguinolento, viscoso y purulento era mi nombre y a pesar de eso tenia ternura, a través de acero se veía el mundo y el mundo solo veía el acero.

Recuerdos que la memoria, lista ella, coloca a su antojo, diez años de verano con paseos de pupila de alfiler, década de piel.