25 de octubre de 2019

No se como llamarte en esta sencilla carta, amiga, ausente, o por tu verdadero nombre. Da igual.
Esta carta es producto de que no soporto más este peso de expresarme.
Quizás ni me reconozcas nunca más, ni por mi nombre o por mi apariencia. Ya tengo 40 años y mi vida es otra a aquellos años pasados cuando nos conocimos. En aquel entonces tu eras muy joven. Ahora tengo una esposa muy buena a mi lado y dos hermosos hijos, ambos hombres. No ha llegado aún la niña que tanto he deseado, pero estoy muy alegre por mi familia. He decidido escribirte, sabiendo que una vez que termine esta carta la quemaré y botaré.
Mi esposa ha sido la mejor de todas, es hermosa, me ama como nadie. Mis hijos tienen 10 y 6 años y son unos regalos de Dios. Vivo muy bien, en una casa preciosa fruto de nuestros esfuerzos y dedicación. Nada aparentemente me falta.
Sin embargo, han pasado quizás 15 años y no puedo olvidar el amor que sentí por ti. Siempre lo supe, no amaría a nadie como a tí. Pude sentir como creció mi corazón desde entonces para abarcarte. A veces pienso que el principal motivo de tener una hija es por el hecho que tenga tu nombre, poder llamarla como lo hacía contigo. No escribo para asegurar que estoy enamorado de ti, yo amo a mi esposa. Sólo sentí la fuerte necesidad de recordar a mi mismo, los momentos más bellos de mi vida. No se como estarás ahora, pero no me importa, sólo sé que te amé y que nunca te olvidaré.
Siento, a pesar de todo que mi vida contigo no sería lo maravillosa que es con la familia que tengo. Mi amor por ti es sólo eso....un amor.
Papel, papel y más papel, guardo todo en mi caja secreta, te seguí escribiendo poemas y nunca me aburrí.
Te escribiría toda una noche, pero por amor a mi familia, quemaré esto ahora, a no ser que se lo lleve el viento que entra por esta ventana...

...A ti, al amor de mi vida, gracias a Dios por no haber hecho mi vida contigo.