Anegándome de dulces y tranquilas aguas me has seducido y amarrado a tu lecho para fluir desbordante río inmenso y furioso arrastrándose caudaloso por todos los meandros y valles de mi cuerpo.

Nube espesa y cargada has abierto rojizos portales lloviéndome torrencial de gotas vivas clamando mensajes de truenos y rayos que vienen desde el útero profundo de su nacimiento.

Provocada entre los hervores de lavas que fluyen incesantes de tu algodonado cráter, emergen nuevas montañas de mis carnes. Las llueves y templas hasta que destella el penacho rebosante y basto que haces santuario y oráculo deleitado en la fascinación de cada letra en los rezos que salen dibujadas de tu boca devota y amante.

Pitonisa que interpretas humores y sabores salidos de las entrañas que tu misma has fertilizado y regado de maravillas surgidas en el surco que has abierto cruzando en mitades el hambre mojada de tu cuerpo. Bruñes con entusiasmo ardiente y devoto el inofensivo filo que busca los abismales placeres ocultos mas allá de tu palpitante pasadizo que desemboca en las raíces de tus deseos y gulas a la que dioses elfos, demonios sátiros y minotauros en celo desean lanzarse sin titubeo.

¡Cuánta apasionada fuerza contrae nuestros cuerpos forjándose en el mórbido y laxo crisol de tus entrañas! ¡Frote angustioso, rojo vivo, roce preciso! ¡Aprietas el alma abrumada de colores preciosos!

Y se puebla el universo de belleza que pare mariposas y algas cuyo movimiento provoca luces corriendo todas las cortinas oscuras que impedían la venida de ángeles ungidos de néctares divinos.