Creía en la muerte como el rotundo final de nuestra existencia, simplemente nada le seguía. Entiendo que estaba equivocado. Sentí como perdía contacto con el ambiente, suspendido en el espacio, rodeado del mas profundo silencio, una última imagen fija en mi mente comenzaba a quemarse lentamente, se tornaba negra y luego desaparecía. Quedé dispuesto a voluntad de los otros en un millón de fugaces recuerdos imprecisos, pequeños restos de mi ser aislados entre los que algo de mi vida compartieron. Todo ello era yo.

Fui más en estos primeros momentos que en todo el tiempo pasado. Comúnmente fui tristeza, a veces llanto. Callé rápidamente luego de los primeros gritos asombrados por mi muerte. Con ella fui amor perdido. Llegaba de pronto la nada, amenazando con ser ésta la última ves, pero lograba resucitar entre las risas de mis amigos. Lloraba junto a ella todas las noches, en el espacio que aún dejaba en su cama. Entiendo ahora cómo fui transformado, sentí como me desintegraba, cada ves mas rápido, acercándome al último día, nacer una última ves en el vago recuerdo que tenía un hombre, cuando su padre hace mucho tiempo le dijo “juntos, con un amigo, descubrimos este lugar”.