El pastel al centro de la mesa.

Sonaba la canción de siempre, la canción de nunca, la canción acerca del mañana, acerca de la felicidad. El fuego jugaba su papel, 25 velas alumbraban el centro.

Como si fuera el momento de decirlo, Mario esperaba a que todos terminaran de cantar para recordarles que lo hicieran con más entusiasmo, ya que era la última vez que iban a poder hacerlo.

Por su cabeza pasaba la imagen de 25 distintos pasteles, y este último lucía como el último, lo que nublaba más sus ideas, ya que 25 velas crean una espesa cantidad de humo, lo suficiente como para pensar que la 26 ya nunca llegará.

Al año siguiente, 26 velas alumbraban el pastel en el centro de otra mesa, y mientras todos cantaban, Mario pensaba que había llegado la hora de decirlo: No me gustan los pasteles, me ponen muy nervioso y melodramático.