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DIOSES AMANTES
Al revivir esta mañana, estábamos cubiertos de plumas y solo cuando a medias había ingerido mi tercer café con miel comenzaba a recordar lo acontecido.
Anoche nos salían alas y sus plumas se irisaban con los tequieros de antes y después de cada beso. Se ablandaban nuestros cuerpos para ensamblarse en esos besos colmados de tanta alegría que exprimían acongojando mi alma y se vaciaba de oxigeno y gravedad el derredor convirtiéndose en especie de limbo nuestro.
En lugar de hacerse más pesados los cuerpos henchidos de emoción y con sus nuevas alas, nos hacíamos menos a medida que las almas se acostumbraban a aquella especie de nuevo éxtasis en que también la versatilidad de las caricias nos sorprendía descubriéndonos menos sólidos y más dúctiles. Ya no nos agarrábamos ni regalábamos caricias, comenzamos a untárnoslas como pintándonos de colores que emanaban diferentes de cada dedo al antojo de lo que inadvertidamente dictaba lo que sentíamos.
Al principio no sabia como era que podíamos vernos hasta en las miradas mientras los ojos permanecieron cerrados la mayor parte del tiempo, y era tanta la emoción y el éxtasis de verte desde adentro sintiéndonos y verme viéndote sintiéndome dentro de nosotros que al acostumbrarme a esta nueva percepción hasta anhelé muy convencido que encegueciéramos ambos en uno de esos besos y así seguir viéndonos sentidos con estos otros ojos que se me antojaban mas que pluscuamperfectos.
Ingrávidos levitábamos, no se si flotando o volando, con aquellas fulgurantes alas que no dejaba que abriéramos los ojos sin clavarnos su insoportable brillo. En cámara lenta nos hacíamos -con el más bello ritual- el amor. Rodando en el aire pegados a un beso que nos hacia y deshacía pulsándonos al compás de las caderas que no dejaban de moverse buscándose sin desasirse del cordón umbilical que nutría generosamente nuestros placeres. ¡Que deleite tan sublime tus manos en mis nalgas y las mías en las tuyas palpando la suave danza que implotaba en contenidas embestidas pélvicas! Milímetro a milímetro desenvainabas mi espada de carne hasta llegar a su vértice que jamás salió completa mientras dibujábamos iluminando con delicados frescos las paredes de tu cueva viva.
Éramos como siempre imaginé que se amarían los dioses. Omnipresentes en cada detalle de lo que acontecía entre nosotros. Todopoderosos creando lo que al alma se le antojaba regalar al otro. Omnímodos éramos suma, conjunto, íntegros, completos y casi uno de no ser porque no sabía lo que pensabas sino solo lo que sentías. Plenamente sensibles y conscientes de lo que cada célula del cuerpo gozaba regalando y deleitaba recibiendo durante aquel éxtasis divino que parecía no tener fin ni quererlo.
El clamor de tantos gemidos al unísono nos hacia hervir formándonos en nubes de vapores cargadas de humedades que gravitaban lubricando los besos y movimientos en que los cuerpos se amaban. Burbujeante se cocinaban los orgasmos que a ratos le bajábamos el fuego para probarlos en cucharadas de besos y dilatarlos haciéndolos mas espesos a fuego lento. Sustanciosas emanaciones líquidas en que se disolvían nuestras carnes emulsionaban con sus sazones calándonos de aromas y sabores nuevos al mezclarnos.
Éramos selva tropical que bullía de incontables vidas en armonía esperando las lluvias que se aproximaban anunciándose con temblores de truenos que gruñían reverberando desde lugares profundos y arcanos. Entre calores enervantes se desprendían relampagueantes momentos llenos de vacíos y muertes momentáneas hechas de inconciencia y abandono rodeados de un campo de fuerza que mantenía en tensión eléctrica los espasmos de azulada sobredosis de placeres que se cortaban subrepticios regresándonos erizados a los casi insoportables calores y estertores de los cuerpos.
Hasta que nos dejamos emanar y fluir, apretando tu expandiendo yo, en chorros de luces explosivas que me hacían sentir fulgurante estrella derretida que se propagaba espléndida, láctea y densa mezclándome entre los jugos en que te convertías para recibirme y hacernos abrazo óntico y onírico envuelto de espanto, entrega, grito y sobresalto llevándonos involuntarios mas allá de la vida y la muerte.
… y terminando de escribirlo he sentido a una diosa susurrar un beso que comienza a dibujar los colores del día.
H0NGoSERóTI©S 2006 todos los de®echos ®ese®vados
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Texto agregado el 14-06-2006, y leído por 100
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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14-06-2006 |
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...sin palabras y hasta sin aliento!!Excelente***** Ciiara |
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