No te pensé, no te modelé con mis manos, ninguna línea trazada en algún boceto perdido me llevó a ti, a tus gestos. Caminé sin buscarte, suspiré por simple suspirar, no te evoqué, no te construí, no te fabriqué. Nunca soñé contigo, no te imaginé, el mundo no se me alborotaba por no saber de ti, la vida no se me enmarañaba en un troncal de días taciturnos porque esperara tus palabras, no te supe, fui indiferente a tu existencia como a tantas existencias que transitan por mi vera sin despertar ni siquiera mi curiosidad. Fuiste nada por mucho tiempo, nada inconsistente e indefinida que tampoco aguardaba por mí, éramos dos puntos que se movían en la nebulosa, yo, una sombra en busca de una existencia, tú, alguien más que existía en la inconmensurable distancia del no saber.
Más, ahora, te pienso a cada instante, te modelo imaginariamente en mis noches impetuosas, trató de aprehender tus rasgos en cualquier papel que sirva para dicho empeño, sé el camino que me conduce a tus brazos y a veces suspiro porque la noche es larga, tan larga que supera mis anhelos de acercarme a ti. Te evoco a cada instante, tu imagen es el leit motiv de todos mis pasos, eres la sucesión de gestos, voces y palabras que dibujaron a fuego en mi mente tu rostro amado, te has aparecido en mis sueños, aún intangible e imprecisa porque lo onírico tiene sus propias reglas; ahora, una palabra no dicha por tu boca, me sume en terribles cavilaciones y trato de dibujarla imaginariamente, para cerrar ese círculo que permanece abierto hasta que lo abrochas con una sonrisa. Te distinguiría aún en un océano atiborrado de fisonomías y pareceres, te reconocería entre todos los vocablos y todos los decires.
Con respecto a la nada, ésta ha sido destruida desde el mismo momento en que existes para mí y aunque sepa que tras esta cortina de sucesos sólo aguarda una oquedad eterna, tu imagen hará improbable todo eso porque persistirás en mi mente mientras tenga memoria. Después de eso, ya nada importará, sólo tú, siempre tú…
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