X [Canto Décimo]
Busqué la belleza luego que la mía abandono mi rostro,
la encontré en todas partes menos en mi reflejo.
La encontré en ti, pero no me pertenecía,
Como tú no me perteneces.
A pesar de tu simpatía inicial que confundí con amor (¡Qué iluso fui!) huyes de mi presencia, no te culpo yo también haría lo mismo, es más cada día huyo de mi propio rostro.
XI [Canto Decimoprimero]
Arranqué mi corazón con mis manos, pero no se lo di a las aves de carroña como antes, si no que encargué de matarlo con mi propia daga. Cuando dejé de sentirlo, cuando ahogué el último de mis sentimientos, que eran nubes en mi vista, preparé la ceremonia fúnebre y yo mismo lo cubrí con tierra para no sentirlo jamás.
Cuando me encontré libre de él, me erguí como un soberano fuerte y frío, recordé mis tiempos antiguos y bebí la sangre de los otros, disfrutando del dolor de otros ¿Por qué habría de ser el único que sufre? Y cuando vi aquella mortal, ni el espíritu de odio pudo permanecer en mí porque no halló cobijo, mi frialdad no entendió pero por un instante me sentí libre de esta prisión.
XII [Canto Decimosegundo]
La “caza de brujas” empezó de nuevo, la primera fue por mi mano, la segunda fue hecha por mi sangre…Los escritos fueron quemados, mis libros escondidos, mis sentimientos apagados…
La persecución continuará, ahora la Luna me tranquiliza pero al alba siguiente entraran por mi portal, cuando no este presente allanarán mis ruinas y profanaran mis recuerdos.
Auque mis ropajes eran distintos y mi vida pasada solo un eco, sólo un reflejo de una llama que se resistió a ser apagada y que a escondidas crecía, igual fue grande la destrucción.
El olor a humo emana de mis manos, sube como un hálito para introducirse en mis narices (quemando mi interior). Por ahora sólo el Frío, mi leal amigo, me acompaña; a lo lejos resuena la sentencia: MI SANGRE ME ABSUELVE, PERO MI PLUMA ES ROTA.
XIII [Canto Decimotercero]
Las mortales mi amor no quisieron, de mi rostro se burlaron, de mi esperanza se rieron, y lloré amargamente a causa de mi maldición y el óleo de alegría que alguna vez mis ojos tuvieron se esfumó. Como un muerto, como un abatido, así quedo mi alma vacía. Como un novio esperando en un portal, así quedo mi alma rasgada. Hasta que mi corazón reposó en paz y cuando dejé de sentir sus latidos, solo ahí cuando no estaba nublado con las gotas de mi alma, pude meditar.
¿Ha de estar mi alma triste por siempre por algo que no tendré? ¿He de llorar por siempre por algo que nunca poseeré?
Y me erguí abrazado por la Noche
Y dancé con la Lluvia, mi amada
Y reí con el Frío, mi amigo
Y no tuve más necesidad de vuestra risa.
2004 |