Joaquín no era insistidor con las mujeres. Había oído que eran todas fáciles o imposibles. Sin embargo, no hay idea que se resista a un cuerpo femenino, ente mágico, del que aun se ignora la dimensión de su poder, pero se sabe que es mayor al de una yunta de bueyes.
La conoció en un bar, era tan hermosa que solo era posible para él acercársele estando borracho. Estaba borracho.
Hola.
Ella busco auxilio en sus amigas pero estaban muy lejos comprando algo en la barra. No le gustaba hablar con extraños, y menos cuando estaban visiblemente ebrios.
Hola _ dijo, sin mirarlo y empezó a caminar hacia donde estaban las amigas.
¿cómo te llamas?
Julieta dijo Julieta.
Mira que casualidad, yo me llamo romeo.
El alcohol no lo transformaba precisamente en Woody Allen.
Julieta sonrió. Sonrió a pesar de haber escuchado ese mismo chiste en mil bares, por mil borrachos distintos que siempre se llevaron como premio la misma sonrisa, y después la misma indiferencia.
Después nos vemos_ dijo ella y se fue, con intención de perderse entre la multitud y el olvido.
¿Cuando decís “después nos vemos” te referís a dentro de cinco minutos o a dentro de cuarenta años?
Y ahora Julieta sonrió sinceramente. Y se fue.
La volvió a encontrar en la puerta del baño. Esta vez hablaron mas. Se conocieron, se divirtieron, se hicieron bromas. Él se enamoro. Ella le dio el número de teléfono.
La teoría es categórica al respecto, si a una chica la conoces el sábado, hay que llamarla el miércoles. Nunca antes. Él la llamo el domingo, y no estaba. El lunes la llamo tres veces: dos estaba en la universidad, Otra durmiendo. El martes la encontró. Le propuso salir ese día y ella no podía. Tampoco podía el miércoles ni el jueves ni el viernes. El sábado salía con las amigas al mismo bar en el que se habían conocido. No, no quería que la pase a buscar por la casa, se veían allá.
La terquedad y la ceguera son las materias primas del espíritu del enamorado no correspondido. A Joaquín no se le cruzo por la cabeza que Julieta no quería salir con él. Durante dos meses se repitió el ritual. Se veían los sábados, la llamaba en la semana, ella no podía salir ningún día. Cada día Joaquín se enamoraba mas.
Las versiones que Joaquín le daba a sus amigos variaron desde “esta histeriqueando” hasta “quiere estar conmigo pero no se anima” pasando por el clásico: “me quiere pero no se da cuenta”. Finalmente, les pidió consejo. Nada peor que un amigo para los consejos, y mas cuando son del corazón. El concepto de amigo, del amigo ideal, que toma cerveza en el universo de las ideas platónicas, solo da consejos del tipo: “al final son todas putas” o “lo que vos tenes que hacer es agarrarla de los pelos y ...“
Lo que pasa a continuación es algo previsible para la vida, pero inédito en un cuento: ella terminó con otro. Un sábado la vio besando a un morocho, completamente desconocido. No con su mejor amigo. No con alguno de esos amigos a los que les pidió consejo. no alguien de quien se haya hablado. NO. Un completo desconocido. Un personaje nuevo, que viene a romper con la simetría y se lleva consigo a la protagonista. Quiso pegarle, aunque sea para ejercer la valentía ya que no el amor. Luego, reparo en el físico fornido del morocho y decidió que recibir una paliza no iba a ayudar en nada.
La lloro dos semanas, dos semanas en la que pensó de todo, incluso en irse del país, como si las puertas cerradas fuesen distintas en Europa. después volvió a salir a bares. A otros bares. Tres años después conoció a una chica con la que compartir su soledad y se casaron.
Ella duro unos meses con el morocho. Después vinieron otros morochos, algunos rubios y finalmente el actual marido.
Algunas noches él la recuerda. Ella no. |