El tiempo había llegado, la hora definitiva para ella, el momento en que abandonaría su antiguo vestido de niña para hacerse por fin una bella dama. Ya no sería más la fea de la familia, después de mucha espera resplandecería como la más bella y radiante de entre todas las que paseaban en el prado. Ah! Pero llegaba la hora de despertar a una realidad incomprensible, su gloria sería poca, su dicha efímera como la brisa en la madrugada.

En el culmen de su hermosura sería reducida por la mística naturaleza a nada, era su destino por nacer larva y madurar mariposa. Al descubrir su ineludible destino, una decisión se le ponía en frente: alarga su vida en la fealdad de la oruga o entregarse a la muerte siendo una bella mariposa.

Mientras tomaba la decisión resistía la metamorfosis. Los inevitables cambios de su ciclo vital presionaban su existencia, pero ella, aguerrida, luchaba contra su tórrido destino. Ah! pero el cansancio venció la resistencia de la oruga, quien llena de dignidad, decidió antes de que la nefasta naturaleza lo hiciera por ella. Así descolló una hermosa mariposa de mil colores que engalanó el jardín, pocas veces aterrizó, se mantuvo en vuelo dispuesta a disfrutar hasta el último instante de su corta existencia...y voló...voló, hasta que cayó muerta en el jardín.