Como me aterran los domingos, fríos, lentos, confusos, crueles, traicioneros que se confabulan con el ego haciéndome trizas el corazón cuando no estás junto aunque sea lejos de mí.
Trato de distraerme inteligente e independientemente de tu recuerdo, de los minutos que han sido horas a tu lado, de las horas que serán recuerdos y de los recuerdos que serán secretos cuando tu y yo estemos separados por los caminos de la vida, esos que me atrapan y me dicen en susurros que tarde o temprano llegará el temible adiós.
No hay peor miedo que la negación a enfrentar lo que la vida antepone, te amo y no poder decírtelo duele, no como para sufrir toda la vida, si no para sufrir cada día en el que quisiera brincar a ti y decírtelo una y otra vez cuando te toco o te bendigo. Y no hay tampoco más nefasta pesadilla, que saber que lo que se concibe como felicidad no es más que unos minutos en este único momento que es el presente, en el que tú estás desde lo más profundo de mí ser y que tengo que reprimir en los encuentros clandestinos por miedo a que huyas antes del final.
Tengo tu cuerpo, tu amistad, logros que, finalmente, no son sino reflejo de lo que uno quisiera mostrar y no desarrollar, porque a pesar de que no pretendo tener algo que no es mío si no del universo que lo creo es cruel no poderse expresar sin miedos ni culpas.
Soy la llamada independencia para muchas personas, incluso para mí en el sentido de no complicarme en los asuntos de las relaciones, me la paso negando y evitando lo inevitable, huyo del amor cuando puedo vivirlo y expresarlo sin tiempos ni ataduras, puedo surgir de la historia y convertirme en la amante eterna, fiel a su amado en cuerpo y alma, puedo describir un millón de sentimientos que provocas y hacerte juramentos motivados por el cursi arte del amor, pero al final creerías que solo son palabras y que nada de esto estaba en el plan, porque así son todas las relaciones, al final queremos algo a cambio.
Qué triste porque el amor no es así, no es exclusivo, aunque vivamos y vayamos por la vida con la amargura constante de las cosas que no se deben decir.
Por eso odios los domingos X porque salen a resurgir todos los sentimientos que nacen y han ido evolucionando desde el momento que te conocí.