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Inicio / Cuenteros Locales / monsegnor / Frutas y Verduras.

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Aquella mañana de sábado, monseñor tenía que
acudir al colegio, pues tenía clases extraordinarias
con sus alumnos, de modo que me pidió que acompañara
a la señora Domitila en las compras de los alimentos
de la semana.

De este modo, y utilizando la camioneta de monseñor
llevé a la señora Domitila hasta un lugar donde ella
me señaló. Era un almacén bastante grande donde atendía
su dueño y algunos empleados, era éste un señor que
hablaba con acento italiano y a quien la señora Domitila
llamaba con el nombre de Giovanni... era muy cómico
escucharlo hablar, especialmente cuando saludó:

- Siñora Domitila..e ! bon giorno -

- Buenos días don Giovanni, hemos venido por los
alimentos de la semana.

- Ecco !! e como está monseñore ? e Cardenale ??
e sua Eminencia ??

- Todos bien gracias, hoy no ha podido venir monseñor
pues tuvo que ir a clases extraordinarias.

- Ah guarda Domitila... salute a tutti eh?

- Sí, en su nombre don Giovanni - contesta la señora
sorprendiéndome al ver que comprende el italiano
o algo así por el estilo - Ahora veremos la
mercadería.

De esta manera, la señora Domitila fue escogiendo
todo lo necesario para la semana y cuando aquello
estuvo listo y ella ya había pagado el valor de
los alimento, llevé todo a la camioneta.

Al momento de regresar, dije casi instintivamente
a la señora Domitila :

- Ya tenemos los alimentos, pero nos faltan frutas
y verduras para complementar, a los niños les
gustan mucho las frutas.

- Ya lo sé - replicó ella - pero no tenemos más
dinero, de modo que deberemos conformarnos con
lo que tenemos.

- Deberíamos ir a la feria de los abastos y verduras
para ver si podemos llevar algo a los niños.

- Qué testarudo eres, ya te he dicho que no hay más
dinero, no iremos a perder el tiempo a la feria
después de todo no ganamos nada con mirar.

- Pero a mí me gustaría que los niños recibieran
algo de postre después de las comida... imagínese
una buena manzana, duraznos...o..

- Mejor me llevas de regreso a la iglesia, tengo
mucho trabajo que hacer, y ya deja de soñar con
frutas y verduras, tal vez la próxima semana
tengamos más dinero y entonces sí podremos ir
a tu dichosa feria de abastos.

Sin escuchar las palabras de la señora Domitila,
puse la camioneta rumbo a la feria, sin embargo
sus protestas no se hicieron esperar:

- Pero, ¿qué haces, muchacho loco?, ¿has perdido
el juicio?, regresemos a la iglesia, no tenemos
nada que hacer en la feria.

- Cálmese usted, ya veremos que encontramos en
la feria, al menos nos sirve para ver los
precios.

Llegamos prontamente a la feria que es un lugar
que luce muy hermoso con locales llenos de frutas,
verduras y otras cosas.

Avancé por su calle muy lentamente mientras miraba
la increíble cantidad de fruta que allí se exhibía,
pero de pronto alguien me habla bastante fuerte :

- Eh ! vagabundo. ¿qué haces en la camioneta de
monseñor?

Lo reconozco, es un señor de los que allí venden
y a quien varias veces pedí frutas para comer algo,
en mis tiempos de vagabundo, por cierto.

- Pues monseñor nos ha enviado a la señora Domitila
y a mí por los alimentos de la semana - contesto
al hombre - sólo nos falta comprar frutas y
verduras.

- Ah ya veo, ahora trabajas para monseñor, yo pensé
que ya te habías ido de la ciudad, pues siempre
decías que tenias que seguir recorriendo el mundo.

- Bueno, antes de seguir recorriendo el mundo, creo
que trabajaré un tiempo con monseñor... pero,
¿Conoce usted a monseñor?

- Claro que lo conozco - responde riendo - ¿Quién no
conoce a monseñor?, pero no le digas que me has
visto puesto que no he ido a misa por algún tiempo
y me regañará.

- Pues más le vale ir mañana a misa, pero no se
preocupe, nada diré a monseñor.

- Sí vagabundo, tienes razón, creo que mañana haré
lo posible por ir a la iglesia y encontrarme
con monseñor y sus mensajes. A veces es bueno
escucharlo, siempre dice cosas que uno parece
haber olvidado. Creo que he sido un ingrato.

- Yo creo que él estará feliz de verlo nuevamente.

- Así será vagabundo, y ahora dime: ¿Qué necesitas
de frutas? mira qué lindas manzanas tengo, y
naranjas jugosas y deliciosas. Duraznos, uvas,
peras, las primeras de la estación.

En ese momento la señora Domitila me reprime :

- ¿Qué estás haciendo?, sabes que no podemos
pagar nada de eso. Marchemos ya de aquí.

Desoyendo sus reclamos, intento decirle algo
al señor de las frutas pero él me interrumpe
antes que pueda decir palabra:

- Se ve que de esto no entiendes mucho - dice
riendo - pues bien, déjame ver.

Entonces coge un cajón de manzanas y otro de
naranjas y los deposita en la parte trasera
de la camioneta, luego dispone diversa fruta
suelta en bolsas, cerezas, uvas, peras, damascos
para depositarlas igualmente en el mismo lugar.

- Oh no !! - exclama la señora Domitila - ¿cómo
pagaremos todo esto? Nos llevaran a prisión. Oh no.

Bajo enseguida de la camioneta y ayudo al señor a
acomodar las exquisitas frutas que con la
mercadería comprada a don Giovanni, llenan casi
totalmente la parte trasera del vehículo.

- Bien vagabundo - me dice en una reflexión el señor-
di a monseñor que es mi pequeño aporte a la iglesia
a los niños y ancianos que ayuda día a día.

Por cierto ellos se lo agradecerán - contesto
maravillado por el gran aporte recibido - ahora
solo nos faltan las verduras.

Es verdad - dice el hombre - debemos conseguir
algo de verduras.

Entonces, a pleno pulmón grita a su compañero
del local de enfrente :

Eh !! Eusebio, monseñor necesita algo de verduras
¿Qué tienes por ahí?

Sin embargo, no tan sólo don Eusebio escuchó
aquel fuerte grito solicitando verduras, sino
varias personas también, las que acudieron raudas
y sonrientes hacia la camioneta para dejar en
ella, diversos donativos en frutas y verdura
que era lo que nos faltaba.

Y casi al final, cuando nuestra camioneta no podía recibir más donativos, se acercó a nosotros una señora de cierta edad diciéndome así:

- Verá, yo no trabajo con frutas ni con hortalizas sino con flores, de manera que ruego a Ud. Llevar estos ramos de claveles, rosas, azahares y margaritas a monseñor, creo que pueden adornar la iglesia para la misa de mañana domingo.

- Será un placer entregar este regalo de su parte – contesto a la gentil señora – por cierto le aseguro que monseñor estará muy contento con sus flores.

- Espero que así sea – dice con una sonrisa – debe decirle que es de parte de la señora Norma, del local de las flores.

- No se preocupe Ud. Yo entregaré a monseñor sus flores y saludos.



Luego de todos aquellos felices trámites nos despedimos de los gentiles feriantes y regresamos a la iglesia en nuestra camioneta cargada de mercaderías, frutas, verduras y flores, en el camino la señora Domitila me dice:

- Vaya, creo que tus dotes de vagabundo han beneficiado a la iglesia.

- A la iglesia no, sino más bien a todos los que reciben ayuda desde allí –le contesto - no olvide que yo mismo llegué una tarde de domingo con hambre a la iglesia y monseñor me dijo... quédate a comer con nosotros.

- Sí, sí ya sé, un poco más y la llamaran la iglesia de los vagabundos, monseñor no sabe hacer otra cosa que salir en busca de vagabundos para ayudarles.

- ¿La iglesia de los vagabundos? – pregunto riendo a carcajadas – más bien yo creo que le llamaremos El Hogar de Monseñor o... El Hogar de Cristo, luego que construyamos los dormitorios en la parte posterior de la iglesia.

- ¿El Hogar de Cristo? – contesta asombrada la señora Domitila – mejor te dejas de tus locuras, estás delirado al igual que monseñor. Y ahora llévame a la iglesia que ya tuve suficiente. No deseo escuchar más demencias.


Rápidamente llegamos a la iglesia y descargamos todo lo que habíamos obtenido en nuestro paseo de abastecimiento. Más tarde llegó monseñor de las clases y al ver tal cantidad de cosas exclamó:

- Vaya Domitila, ¿tanto dinero has llevado a las compras de la semana?

- No monseñor – contesta ella – yo sólo he comprado las mercaderías donde don Giovanni como usted lo había indicado, lo demás es obra de su ayudante.

Antes que monseñor me hiciera alguna pregunta me adelanto a él:

- Bueno, solamente regresamos a la iglesia pasando por la feria de abastos y allí nos encontramos con un señor conocido quien nos donó toda esta fruta que usted ve a aquí monseñor.

- Se refiere a don Pedro – acota la señora Domitila – él nos entregó este cargamento de frutas y luego llamó a don Eusebio para que nos diera algo de verduras, en realidad en ese momento varios feriantes pusieron donativos en su camioneta.

- Además la señora Norma le ha enviado toda estas flores para adornar la iglesia mañana domingo – agrego a la conversación – y por cierto, le envía muchos saludos.

- Vaya, vaya creo que con todo esto podremos ofrecer buenas comidas nuestros invitados - reflexiona con una sonrisa monseñor – es una muy buena noticia.

Luego agrega monseñor dirigiéndose a la señora Domitila :

- Creo que de hoy en adelante serán ustedes dos los encargados de las compras semanales, lo han hecho muy bien.

Sin poder contenerse, la señora Domitila se lleva una mano al rostro para ocultar su expresión de molestia como diciendo : “Oh, por qué me sucede esto a mí”

Yo tampoco puedo contenerme y pidiendo permiso a monseñor, tomo una bella y tersa manzana roja y salgo al jardín de la iglesia a meditar. Y allí, mirando la luz del sol jugueteando entre las ramas de los árboles le doy una mordida enorme a la manzana y concluyo que... a veces la bondad tiene un fresco y delicioso sabor.


Texto agregado el 12-06-2006, y leído por 5502 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
04-01-2007 Tras este gesto de tanta generosidad por parte de la feligresía vislumbro un buen hacer (insólito) por parte el quehacer de monseñor. Quiera su imaginación y soltura desvelarnos sus motivos en historias sucesivas. azulada
21-07-2006 Es un delicioso platillo de amor. gatelgto
30-06-2006 Ya no sé por dónde empezar, siguiendo tus cuentos, la vdd la forma como los narras, da vida los propios recuerdos, con justicia, con sensatez, con ese toque tuyo que revive muchas cosas del pasado, compartiéndolo... eso te pone en un lugar muy especial... luego, ni qué decir de tus reflexiones finales, la de la almohada, la de la carta, la del sabor de la manzana, etc. Otro más por el espíritu comunitario, que pone en jaque toda este modus vivendus... los mercenarios fuera, debería ser tiempo de desterrarlos de este mundo que requiere de un rostro humano olvidado... vaya, me siento contenta leerte. Besos. ednushka
26-06-2006 Dicen que los escritos reflejan en algo la personalidad del escritor. Si es así, sos una gran persona. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
19-06-2006 Excelente! me gustó mucho!***** bets
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