Todo empezó de modo muy extraño, primero fue mi múltiple intento de suicidio, luego de la tercera fallida vez, empezaron a visitarme, todo después de los sueños, mi nombre es Dhekräm Hu´sthog, y hasta hace un par de años mi vida era de lo más solitaria, tranquila y por cierto deprimente.
A lo largo de mi vida me he sentido siempre observado por alguien, y no con ello me refiero a fuerzas superiores, deidades o algo parecido, sino por ojos que me vigilan desde siempre, que me siguen a donde quiera voy y me dirijo, haga lo que haga siempre me ha acompañado esta sensación, desde que tengo memoria de uso de razón, he estado intentando comunicarme con alguien que hasta hace poco nunca hube visto.
Nunca me he sentido completamente solo, porque esta soledad está acompañada ya, de visiones perturbadoras que me acosan, que me marcan el camino, pero no puedo hacer nada, porque al parecer he llegado siempre tarde a lo que sea que haya ocurrido, estoy a destiempo con todo lo que me rodea, he llegado retrasado desde mi nacimiento.
Mi madre, a quien cariñosamente llamaba sólo Fea, (su nombre de soltera era Fevkra Zhabonys) y ahora se ha ido, siempre decía que yo tenía un compañero imaginario de juegos que realmente existía, aunque ella me dijo que para mí era una etapa (la cual por cierto parece que nunca terminaré de superar), y ahora formaba parte de mi sombra. Por ello es que siempre he tenido una sombra muy grande.
Al pasar de los años en que en el nuevo colegio era objeto de burlas por parte de mis compañeros, irremediablemente me quedaba siempre solo, porque después de unas cuantas ocasiones de que me agredieran, y de modo misterioso, siempre dejaban de molestarme porque algo les pasaba, nunca tuve que pelearme, ni una sola vez en toda mi vida.
Erróneamente, ahora lo sé, siempre lo atribuía a mi mirada, la cual les lanzaba lleno de rencor y odio que acaso no merecían después de todo eran juegos de niños, crueles, pero al fin y al cabo juegos. Pero después de tantos años, sé que nunca estuve tan solo como pensaba, y que cuando algo bueno ocurría (en el caso de los niños que me llamaban el fantasma de la sombra grande), no era siempre por merito propio.
Así transcurrió mi infancia y llegando a los años de adolescencia mi situación "solitaria" se hizo aún más evidente, fuera del alcance del interés de otros chicos de mi edad, me dediqué por completo a mis estudios, y aunque nunca me costó realmente trabajo alguno la escuela, siempre me destaqué por encima de mis compañeros, los cuales siguieron sin acercarse a mi.
Siempre tuve una cierta renuencia al acercamiento con extraños, y ello dificultaba aún más que yo me relacionara con la gente que me rodaba, y en lo que yo consideré siempre un ambiente hostil, imaginen lo arduo que resultaba que tuviese una novia, lo cual llegó muy avanzada la universidad, en el tercer año de la escuela de artes por ser más exactos, donde yo cursaba por entonces la carrera en escultura.
Me gustaba estar con ella, siempre callada nunca hizo demasiadas preguntas, nunca le afectó que le molestaran por estar con un sujeto tan raro como yo, al que todos tachaban de extraño. Takego, como le llamaba siempre, era una hija de japoneses inmigrantes pero nacida aquí, y era también seguido objeto de burlas respecto a su particular aspecto cadavérico, que contrastaba con su belleza y la vida que llenaba sus rasgados ojos violetas.
Tras la muerte de las dos mujeres (únicas) más importantes en mi vida, caí en una oscura depresión lleno de culpa por ser yo el autor de mi desgracia. Íbamos rumbo a una comida que organizaban sus padres motivo de nuestra boda que estaba por celebrarse, cuando por un descuido de mi parte, al no querer arrollar a una chica que estaba deambulando debajo de la acera, de cuya existencia nunca hubo prueba alguna, giré demasiado el volante y embestimos un camión que transportaba varillas para construcción, que se acabaron incrustando en el auto, nos atravesaron a todos los que íbamos en el coche, pero yo sólo perdí visibilidad en el ojo izquierdo, y a mi madre y a mi prometida.
Sentía que era yo quien merecía morir en esos momentos y después de intentarlo tres veces, cortando mis muñecas, tomando sobredosis de medicamentos y arrojándome de un puente, lo cual por cierto no pude hacer porque me atoré de un trozo de metal justo cuando salté, me mantuvieron en observación y me diagnosticaron una fuerte depresión donde no dormí a lo largo de un año y medio, más que con medicamentos, los cuales dejé, porque fue entonces cuando empezaron las pesadillas, ellos llegaron después.
Recuerdo bien los sueños primeros donde el que moría era yo, pero de modo siempre angustioso, producto de casi interminables persecuciones donde los que me rondaban eran hombres muertos, que buscaban algún tipo de venganza conmigo, luego fueron las muertes colectivas de gente que nunca conocí, y por último sus visitas. Cuando dejé de tomar los medicamentos que me hacían dormir, empezaron las visiones, que yo atribuía al cansancio y mi estado paranoico depresivo, pero luego vinieron las marcas que me dejaban aunque estuviese sujeto a la cama de mi cuarto, donde nuevamente era como casi siempre objeto de observación.
Pasé dos años internado hasta que me dieron el alta, y tras dos semanas de encierro en mi viejo apartamento, decidía a salir de mi claustro, para enfrentarme y no literalmente, a mis miedos y fantasmas. Ahora me seguían por todas partes, aparecían al parecer de la nada y me mostraban cosas horribles, las cuales siempre les llevaban a la muerte, me estaba sumiendo irreversiblemente en un proceso de demencia progresiva, la cual me hacía envejecer a pasos agigantados, mi ya demacrado aspecto se tornaba cada vez más evidente, es arduo ver gente morir a cada instante, como si ellos quisiesen que yo corriera su misma suerte, al menos al verles irse, uno tras otro.
La noche siguiente a mi incursión por los barrios más arruinados de mi ciudad, emprendí un viaje sin retorno, decidido a entender el porqué de mi extraña forma de vida, se mi larga sombra y de mi reciente habilidad para ver seres atrapados entre lo que yo supuse eran dos estadías diferentes, pero más tarde descubrí que no era que estuviesen atrapados entre dos mundos, uno de seres vivos y otro de seres transitorios a otro estado que no podría definir como fenecidos sino intermedios, atrapados como ahora entiendo yo, en su empeño por no pertenecer a este mundo terreno.
Estos seres me protegieron desde siempre yo sin saberlo, cuidaban de nosotros, de mi amigo que ahora era mi sombra, y de mí, que marcado estaba a ser uno de ellos, escrito estaba en mi destino que les perteneciera, que formáramos parte de un mismo grupo, de seres extraños a los ojos de los vivos, esos seres que por marcharse, dejaron abierta la puerta y quedaron pensando que seguían vivos, como me pasó a mí, porque no sobreviví al segundo intento y absurdamente lo seguía intentando como hacían ellos, hasta conseguirlo, el arrancarnos este estado lejano que ahora sé llamamos la vida, esa oportunidad que nos negamos a nosotros mismos, y nos convertimos en los fantasmas que somos, los suicidas que ni vivos ni muertos mantienen su penar, pensándose vivos que mantienen siempre y de modo interminable, el empeño de terminar con sus propias vidas.
Es ahora que entiendo nací para ser uno de ellos, y es el tiempo en que deambulo tomando cuerpos prestados, que me permitan ver de nuevo y así, entender un poco de lo que ha pasado y pasa mientras todo esto escribo… hasta que mi cuerpo o lo que queda de el se degrade al punto de cada fallido intento, y me reuna con las mujeres que amé en vida. |