En los albores de la noche, bajo los efectos de las drogas, con la mente aturdida por tantos pensamientos que la inundan, que vienen sin forma y dejan el rastro de la ingratitud, es cuando busco el motivo de tanta desolación, la causa de la desesperación humana plasmada en la incoherencia de sus actos. Solo entonces, realizando esta purga de espíritu, enfrentándome a los dioses más sagrados de mi existencia y a los demonios más traidores, que persiguen el rastro del camino de mi porvenir en busca de mi alma, comprendo mínimamente el sentido de la vida, marcado por la belleza del amor, el arte de la traición y la soledad del miedo. Busco la esencia plena bebiendo el jugo de lo prohibido, haciendo de mi filosofía el manjar de los hombres y de mis actos la necesidad. Luego pasa todo, dejando la tranquilidad por recompensa y la muerte como premio.