Pasa que las direcciones del aire desde algun tiempo atras han cambiado, aquella ventana no era la misma, acostumbrado a pensar que estaría ahi, esta vez se encontraba allá, al lado contrario mio. Reseco, adolorido y solido aún, contemplaba mi realidad. Pensandolo así, no tenia nada mas que hacer...esperar y esperar, como si no hubiese bastante de eso en lo cotidiano. papeles, hojas, el viento, todo se tornaba complasiente, agudo y homogeneo, al fin se extinguía la vela y la ventana tomaria su postura, dejaría a un lado su disfráz, y se tornaria espeza. Yo, acostumbrado a todo eso, suspiré y y luego lo hice de nuevo. Procedi a conversar con ella, la ventana. Me dijo que el tiempo me había cambiado, que las cosas no eran como antes, y yo le decía que no era así, que el tiempo sólo hacia su trabajo y yo el mío. No tranzamos en excusas y balbuseamos dudas al respecto, mas hicimos un tácito acuerdo con nuestras mentiras. La ventana que un día fue transparente y esplendoroza, hoy gracias a el otoño y sus lluvias, el viento, el polvo y mi descuido con suerte se lograban distinguir a través de ella difusas ideas de aquello que persivimos como real.
Desprovisto de ideas y presedentes nos lanzamos a caminar, a vivir quizás, a dilucidar nuestras contradicciones, a componer nuestra propia cancion disonante y espontanea llena de arreglos mal enfocado que en cierto modo la hacían especial, pero inaudible al fin y al cabo, seguimos caminado, le tomé con calidez, mas de pronto me encontre con ella en el balcón, inclinados unos 45° hacia abajo siendo atraidos por esa misteriosa fuerza que ejerce el suelo, pensando en blanco y flotando despacio hacia lo que parecía ser un destino a corto plazo, de hecho sólo pasaron unos segundos y llegamos a dicho futuro. La ventana cayó primero y se destrozó, mientras contemplaba aquello, súbitamente tube la sensación de que el aire atravesaba mi abdomen, y ciertamente lo hacía. En ese momento descubrí que la ventana había estado desde siempre en mi torzo, sucia, como describí antes, nunca logré ver lo que había dentro y antes de poder siquiera intentar limpiarla con la mano, mi craneo se encontraba disperso por la vereda y mi cerebro como un peatón más de esta sucia, ruidosa y acelerada cuidad. |