Terminaba mi quínela para el mundial de fut bol, empecé a revisarla.
Una voz suave y dulce, que el solo escucharla me vuelve loco, me preguntó.
---¿Te ayudo abuelo?
Reí satisfecho de su actitud, me hace sentir tan bien, ver a mi nieta.
Claro que me puedes ayudar contesté, al tiempo que le pasaba el papel donde plasmara mis pronósticos.
Ella los tomó con toda seriedad y con gran concentración los leyó.
---Estas mal aquí abuelo.
No puedo negar que me descontrolo su respuesta.
¿Si? Contesté insisto entre divertido y sorprendido
---Claro, mira aquí no va Francia, sino Inglaterra, me explico mientras me señalaba el lugar donde yo me había equivocado.
Tome el papel y mientras ella se retiraba tranquilamente, yo me puse a revisar detenidamente la quínela y ella tenia toda la razón, mi nieta en segundos había encontrado mi error.
Lo corregí y la quínela perdió importancia, pues en una primera reflexión me fui por la mas sencilla, ¡Como han cambiado los niños!
Después recapacité en por qué pensaba eso, y lo justifique diciéndome a mi mismo que ninguno de mis hijos, cuando fueron niños, tuvieron ese gesto conmigo y entonces fue como una golpe a mi cerebro.
Tal vez nunca les había yo inspirado esa confianza, que ahora le inspiraba a mi nieta, para acercarse y atreverse a revisar lo que yo hacia.
Los niños no habían cambiado en esencia, el que sufrí el cambió…. era yo.
Cerré los ojos y volví al pasado:
Escuche mi propia voz diciendo; Niños estoy trabajando, no me interrumpan y la imagen de ellos detenidos bruscamente por mi voz y dándose la vuelta, saliendo silenciosamente del despacho del genio que estaba trabajando.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, yo había evitado ese acercamiento, que ahora mi nieta de tan solo ocho años, tenía conmigo.
Después de esa impresión, primero agradecí profundamente la inmensa satisfacción que Dios me permitió al escuchar a mi nieta corregirme, y después lamente tanto tiempo perdido, pues mis entonces pequeños hijos, me lo hubieran dado, sin tan solo yo no fuera el hombre soberbio, que en esos momentos le dio más importancia a un trabajo que a sus hijos.
Sé que por la edad algunos de los lectores y compañeros de esta pagina no entenderán bien a bien, lo que quiero trasmitir, pero les pido un acto de fe en mi, su amigo y compañero y que cuando sus hijos, los interrumpan, detengan el trabajo, llámenlos a su lado, muéstrenles lo que están haciendo.
Y no puedo asegurar que lo corrijan o que lo resuelvan, lo que si puedo asegurarles que no tendrán que pasar más de veinte años, para que ustedes se den cuenta, que lo mas valioso que puede tener un ser humano, no es el trabajo, sino la gran satisfacción que se siente que tú niño se acerque con toda confianza y te pregunte:
¿Te ayudo?
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