Como la primera luz que entra en los ojos,
distinguiendo sonidos y aromas.
Los sentidos dispuestos una caricia envolvente,
tu voz que sigo hasta tu pecho manantial de vida.
Después que fui creciendo hubo muchos pechos,
muchos sonidos e imágenes revolviéndolo todo,
mis sentidos mas dispuesto determinando los momentos,
y volví al vientre en busca del origen y el placer.
Tome y bebí el néctar de flores del jardín,
con aroma de mujer y curvas que precipitan,
al abismo de goce y dicha.
Donde renací entre sabanas blancas,
cada noche que pude, buscando mí encuentro.
Un millar de veces me precipite a mortal caída,
prisioneras de mi instinto depredador de orgasmos,
consumiendo cuerpos que consumía la vida,
ni un infinito de vació podría llenar mi sed,
buscando sin encontrar ni saber cual era mi destino.
No se si había maldad, capricho o solo instinto,
no retrocedí el escrúpulo no existía,
solo la química que te lleva como mágica marioneta,
en danzas con las ninfas que abundan en mis bosques,
donde la noche se monta al día a la vista de todo,
y un espeso color de sangre se derrama por la tarde,
dejando solo las lagrimas del roció por la mañana.
Fue una tarde cualquiera que la distinguí. En mi mente,
mis temores se esfumaron como niebla antes del sol,
ya no pertenecía a mis instintos, ni química, ni nada,
no se puede controlar, ni jugar con el amor.
Y…. cruce el océano tras de ella,
que es la única que puede saciar mi sed de amar,
ahora estamos en nuestra isla
y no mi importa nada mas que su amor
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