No he hablado del arcoíris,
No por ahora, no donde mascullan palabras con aroma a vinagre, no donde a pesar de él todo se destiñe de a poco, transitando un camino polvoriento que toca el pedregoso borde que te delimita.
No mi amor, no hablaré de colores que no existen, ni de estrellas que caen del cielo, ni de ríos que se cubren de oro reflejando atardeceres en tus ojos.
No, no delataré tampoco el ritmo cruel del corazón que se quiebra sobre la estepa nevada, que golpea contra las rocas de tu armadura invencible que, filosa, descubre mi fragilidad y corta mis nervios y tendones, hunde mis huesos, anuda mis músculos, congela mis entrañas, y socava mi pecho delgado, tan delgado como la realidad que nos separa.
Nada de colores mi amor, no cuando lágrimas tiernas desgarran mis órbitas, insistiendo, a través de sufrirte, a observarte con la certeza de la noche perpetua.
Soy tal vez el eterno enamorado de cenizas.
El alimento perdido de una infancia, con vos.
La incidencia del filo que corta en el umbral.
La línea muerta en el corazón ajeno.
Y me atrevo a arder en el perfume de tu piel ausente,
a pesar de los colores que se diluyen
a pesar de las fragancias que aúllan tu no amar,
a pesar de todo esto y mucho más,
naufrago en mareas altas,
monto corceles bravíos contra tempestades huracanadas,
me permito la duda de tu amor a pesar de la certeza del mío.
Y me clavo este puñal escrito
para que mi sangre brote como palabras desesperadas
en medio de un anochecer de sollozos,
en medio de la bruma,
a través de los efectos de las circunstancias.
Y, ausente de color, no estás,
a pesar que te busco
no estás.
17:56hs.
09/06/2006. –
|