Esta noche recibí un hermoso regalo. Los disfruto siempre, pero este era especial, tal vez porque hace tiempo no lo recibía, o talvez soy víctima de un juego entre el señor cronos y mi mente y nunca hemos estado separados en realidad... o será simplemente que estoy condenada por vida a ser transformada con el roce tu voz.
Como si la luna las invitara, se dieron fiesta sensaciones, emociones, pensamientos que tengo reservados para ti. Libres como pocas veces, reían, lloraban, gritaban, pensaban.
Generosa como es, la noche me regaló la certeza de saber que nos conocemos, nos queremos, nos pertenecemos. Que también tú has sentido lo que yo, que sabes que tu corazón lo traigo aquí junto al mío, porque nadie lo conoce así, con sus miedos, con todas esas virtudes que te empeñas en esconder, con cada una de sus lágrimas. Que sabemos que mi corazón es tan tuyo como mío, porque conoces sus fallas y sus emociones, porque lo sabes ver.
Sin necesidad de palabras, comprobé con alegría que donde mejor se escucha tu voz es cuando me hablas al oído y que mis miedos dejan de serlo cuando los sostenemos juntos.
Supe que no sólo es mi corazón el que se vuelca al escucharte, que no está sola mi mente cuando de pronto tu imagen la invade, que no solo yo necesito tu opinión en mis decisiones; ni tampoco cuando al estar con alguien más, estoy realmente contigo; o cuando mi terca mirada sigue buscándote como si fueras a aparecer de pronto en mi mundo, y sobre todo cuando conozco un nuevo lugar y únicamente pienso que contigo lo disfrutaría más.
Gracias a tu voz y a la noche por tan bello regalo.
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