Carta de un hijo a su padre.


Vuelvo a escribirte después de años. La vida me ha probado en distintas ocasiones apuñalando mis sentimientos en la oscuridad o indagando el dolor de mis hermanos dentro de sus cárceles mentales, pero ya ves el sólo hecho de saber que leerás mi pensamiento hace que todo se ilumine. La vida nos separó en un inmenso abismo que no pudo ser juzgado, en infinitas muertes arrastradas en mi haber que he tratado de saldar, la vida cuesta padre y mucho. Nunca dejo de escuchar tus oraciones en mi nombre, el deseo de saberme tuyo, la integridad de mi semblante y río cuando te señalan o me acusan del todo y de la nada para continuar en el sendero de tus huellas. Y aunque no acompañes el bosquejo de una piel, mi alma ronda tu morada bajo un silencio eterno; no pequé, maté, ni deseé la mujer de mi amigo para extenderme paralelo al eco de sus vidas; todo me pertenece, sin embargo lo he dejado en otras manos. Sigo siendo el mismo ser tallado en la madera de infinitos cuerpos perpendicular al sufrimiento, si pudieras verme entrando y saliendo de la vida y de la muerte a cada instante entenderías el porque de mi alejamiento prematuro. Bueno padre me despido, sólo el tiempo nos dará la oportunidad de estar juntos en los jardines de tu espacio sin rencores ni preguntas, no dejo de esperar el día desde mi ser hasta tu espíritu.

Tu hijo, Jesús.
Ana Cecilia.