–Sí, era eso. -le confieso al oficial en tono nostalgioso.- Una de esas noches que el alma te pide que te levantes y le escribas a tu gente. Había estado mirando una película de bajo presupuesto llamada The Ring; trataba de que cada persona, luego de ver un video surrealista, recibía una llamada telefónica que decía en una semana morirás. Su trascendencia hubiese muerto antes de una semana y sido sepultada en mi memoria selectiva si no me hubieran llamado justo y cuando terminó la película (odio los teléfonos).
–¿Y? -Me pregunta el oficial, con apuro más que con interés.
–Por supuesto que levanté el tubo. -El oficial mueve las cejas inquiriendo.
–¿Colgaron, no?
–Sí, pero la tecnología y el "caller ID" (“identificación de llamadas”, en criollo) me chismoteó quién fue. Fue Graham. Por supuesto que no le devolví la llamada (frase que me parece por demás estúpida, pues cuando alguien se comunica, te da o te quita, o ambas cosas a la vez, pero jamás presta).
–¿Entonces fue hacia el escritorio?
–Sí, pero no le escribí a nadie. Salté a la cocina y abrí la heladera; inmediatamente, la cerré con aburrimiento y decepción estomacal. En ese momento, escuché el ruido de la ducha, pero por un sensato instante creí que estaba lloviendo. No era así; mi acercamiento le dio la razón a mis sentidos y no a mis creencias. Supuestamente estaba solo, aunque Adela tenía llave y tal vez había entrado y quería darme una sorpresa. Quise confirmarlo, me acerqué suave y cauteloso, iba a devolver la sorpresa o el susto solapado. La inquietud recorría el piso en forma de agua espuma. La puerta estaba cerrada, el cerrojo no funcionaba; pero, lo peor es que nadie respondía a mis ¿Adela, sos vos? Nada era normal.
–Y menos para vos que sos de los que se creen normal -comentó, irónico-. Ahí fue cuando tomaste el martillo, ¿no? -dijo el oficial, con seguridad.
–No. -prosigo rápidamente.- La curiosidad le ganó a mi miedo. Miré a través del agujero de la puerta. -Esta vez el oficial me interrumpe con un ajá, mientras saca cera de su oreja izquierda con una llave.- Adela se estaba masturbando con esas ducha/mangueras a las que llaman "teléfono" (realmente, los detesto) tirada en la bañera con las piernas abiertas apoyadas, pegadas, a la pared del baño, sus nalgas aprisionadas por el borde de la tina sintiendo cómo el chorro de agua, grueso y caliente, se desplomaba en sus profundidades. -El oficial da un respingo de líbido en la silla.- Adela me miró con sus ojos incoloros y, con su mano libre, me hizo una leve seña equivalente a vení,vení. No pude entrar hasta que derribé la puerta; sí, con el martillo, pero...
–¿Q, qu, que, qué? -tartamudeaba el oficial...- Nuevamente chilló el aparatejo, el sonido me sorprendió viendo cómo, en un interminable espasmo, ella desaparecía bajo el agua ahogándose.
Un robótico Himno a la Alegría sacude un celular (sí, a esos también los odio) en el bolsillo de la camisa del oficial.
Shh... el oficial está recibiendo una llamada en estos momentos; ay, cómo los od...
–¿Así que esa es tu coartada? -me dice mientras cuelga, va, dobla el aparatillo.
–Sí.
–Mirá, no te creo nada, y no es porque sé que te cortaron la línea telefónica hace un mes, ni porque sé que no tenés puerta en tu baño, ni siquiera por el hecho de que tu novia, Adela, murió hace dos años. Vos mataste a Graham, quedó todo grabado en la máquina contestadora. -Hace una pausa, bebe agua y me ofrece un cigarrillo.- Vos le partiste la cabeza con el tubo, lo estrangulaste con el cable y, por último, le cubriste la cara morada con las páginas amarillas. -El oficial se levantó, de manera burlesca descargó su celular sobre la mesa.- Tiene derecho a una llamada. -concluyó.
Estoy digitando los putos números...
...ring, ringg, ringgg... tu,tu,tu...ocupado, putamadre...a ver otra vez...
...ring, ringg, ringgg... "Usted se ha comunicado con Daniel Bell y asociados, en este momento no podemos atenderle ..." odio las contestadoras, las odiooooo!