Hoy inicio el recorrido por este mundo lleno de prejuicios y vanidades. No sé por donde ir ni por donde empezar. Aún los caminos me llevan a ti.
Tomo la dirección opuesta al sol. Por la vereda encuentro baches. Mis ilusiones se entrelazan. La tristeza se hace cada vez más densa. No sé como escapar. El tiempo camina distinto y la única salida que encuentro eres tú.
A paso firme, continúo por la senda. No sé que pasa. El amor se marchitó desde aquél día en que decidí cerrarle la puerta y tirar la llave por la ventana.
Desde entonces el frío corre por mis venas y el vacío invade mi habitación. Todavía, como fotografías grises, tu recuerdo se queda en mis pupilas. No puedo olvidar las noches en que tus caderas prendían la llama de mis entrañas, hasta convertirme en un volcán a punto de hacer erupción.
Recorro cada una de las paredes, sigo tu pista. Tu silueta se convierte en un río custodiado por bellos árboles, en el que quisiera navegar.
La luz de tu silueta se apaga. La oscuridad vuelve y muestra sólo caminos espinosos y pantanosos. La lluvia sale de mis párpados. Estiro mis manos y me es imposible tocarte. Sólo puedo conservar la fragancia de tu piel.
Volteo hacia mi costado y platico en silencio, imagino que estás a mi lado y que acaricio tu cabello. Y en ocasiones hasta distingo, aún, el brillo de tus ojos.
Quisiera cortarme las alas y abandonar el espacio. Pero aún te extraño.
Respiro hondo y veo fantasmas. Te descubro a mi lado, con el cabello cano y tomados de la mano, del alma, caminando juntos por los jardines del Edén, por los llanos de la eternidad.
El sueño termina, la culpa me invade, tropiezo, la fuerza se marchita, desfallezco y miro al cielo. Imploro, volteo y sólo puedo respirar el aire que despiden tus labios.
Pretendo levantarme. Correr. Brincar las barricadas. Tomarte en mis brazos y decirte lo mucho que te adoro. Arrancarme el corazón y dártelo, para que me sientas latir. Quisiera regalarte el frasco que llené con lágrimas, para que no dejes que se marchite éste terco corazón.
Sin embargo, la realidad es distinta, el camino se terminó. Detrás de él no está el sol, sólo un amorfo camino lleno de espinas.
Sólo recuerda, que te sigo amando y aunque el mundo termine, seguiré orando por tu felicidad.
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