Cuando el cielo es azul, pregunto admirada: “¿qué pasa?”; si está negro digo en voz alta y en otro tono: “¿qué pasa?”, si llueve añado: “pero… ¿qué pasa?” Y ¡cómo haga frío! las palabras que emito son: “Mierda, ¿qué coño pasa?”
El cielo es azul, a veces negro, en ocasiones hay días lluviosos y por supuesto también los hay fríos. Diriase que no entiendo que esto sea así y no es cierta esa afirmación. Claro que la meteorología es cambiante, claro que prefiero unos días a otros, claro que preferiría poder predecir un buen día y acertar. Elegiría siempre días soleados, aunque algún día lluvioso me encantaría, de vez en cuando (para hacerme la melancólica). Elegiría que siempre fuese otoño (por que no soy alérgica, lo se y lo lamento por ellos, pero estoy en mi elección), ir con una manguita y una chaqueta de algodón en la mano, por si refresca.
Elegiría una vida otoñal en la que se ha llegado a recoger el fruto que se sembró y creció en primavera y verano. En otoño se puede descansar un poco, se puede parar a admirar los colores que la naturaleza ofrece. No soy tonta y se que después llega el invierno, con el frío que tan poco me gusta. No lo temo, soy valiente. Lo que me produce pavor es no llegar a recoger la siembra, es el trabajo en balde, es la vida llena de esfuerzo y vacía de sentido.
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