Despertó con el llamado de su madre. Era el día de su cumpleaños. Corrió por las escaleras y salvó un tropiezo con un salto del último escalón. Giró para ver el regalo que mamá tenía en sus manos. Una carta acompañaba el paquete que se dedujo fácilmente como un libro. Éste le cambiaria la visión de vida que tuvo siempre y que le inculcaron sus familiares de un rango social medio. Leyó detenidamente la carta y lloró sabiendo que su padre estaba orgulloso de él y que su madre lo amaba tanto ahora, conciente de sus 17 años, como cuando era un bebé sin capacidad de expresarse. Abrazó a aquella mujer que lo había acompañado siempre y preparó sus cosas para el rutinario trajín de ir y venir de su casa a la escuela.
Eran las ocho con diez minutos y corría bajo esa nublada mañana que le entregaron para celebrar su cumpleaños, iba atrasado ya, pero eso no impediría que estuviese feliz. Al entrar por las puertas del establecimiento el portero le perdonó el reporte en su agenda escolar como regalo. Memorizó el horario y recordó que tocaban clases en el tercer piso, otra vez saltaba escalones como gato sobre mojados tejados bajo una intranquila lluvia “mata pajaritos” de abril. Logró su objetivo de llegar a su sala antes de que lo nombraran en la lista. La profesora le dejó entrar y tomar asiento mientras sus compañeros le hacían gestos de felicidades y abrazos. Ubicó sus cosas sobre el banco y miro bajo éste e identificó un regalo, lo extrajo sabiendo inmediatamente de quién era. Volvió la cabeza hacia atrás y dio las gracias a Javiera sonriendo. La profesora levantó sus manos y empezaron a cantar. Nada mejor podría haber pasado. Lloraba emocionado y reía del nerviosismo, nunca antes se había sentido tan lleno por acontecimientos de este tipo. Sus compañeros y amigos se acercaron y juntos le dieron el gran abrazo y su merecida “camotera” en la cabeza, pero ya la clase debía continuar.
Hermosas imágenes vivía en esos momentos Gabriel, no podía creer lo feliz que era, lo contento que lograban tenerlo sus amigos y compañeros, lo genial que lo hacían sentirse cuando menos se lo esperaba.
Llegó rápidamente la hora de volver a casa y Gabriel sabía que le esperaba, el mejor regalo que podía recibir: la compañía de su familia y mejores amigos. Tocó por orden anual, celebrarle el cumpleaños un día viernes y además tenía el permiso para que sus amigos se quedaran. Avisó a todos los posibles. La casa estaría llena al anochecer.
Papá lo esperaba con los brazos abierto, trabajaba medio día y por la escuela Gabriel no le veía en gran parte de la tarde, pero creían que era suficiente con lo que pasaban juntos. Una relación realmente adorable e incluso envidiable. Este niño, era el hijo perfecto. Inteligente, bailarín, cantante, artista, amigable, confiable, respetable y sobre todo educado. En esta vida no se encontraba el “pero” de la adversativa situación. Sin embargo, los humanos fueron hechos para el error, y Gabriel; Gabriel no fue la excepción.
Su imagen siempre fue la de siempre, pero por dentro él poseía capacidades de las que alguien nunca pudo haber pensado. Dentro de él en un caso muy raro, coexistían odio y amor a la vez. El odio dirigido a la mortalidad de los entes ya que no podría disfrutar del amor que tenía durante toda su vida. Su hilo vital no lo dejaría estar en paz si lograba llegar al amor real. Gabriel por amor, terminaría convirtiéndose en un psicópata en pocas horas más tarde. Javiera sería su fiel cómplice desde ése entonces.
La fiesta comenzaba a terminar y la gente a irse, pero sabía que sus amigos no lo harían, decidió preparar un juego para la noche y ver si algún ganador pudiese salir al otro día de casa. Bastaron solo cuerdas y algunos artefactos para bloquear las puertas del primer piso, de las ventanas no había que preocuparse, el constante trauma de Francisca, su madre, desde pequeña era que alguien entrara por esas geométricas figuras en las paredes, por lo que siempre hubo barrotes y ningún niño o niña de 17 años cabría por ahí.
Lo mejor fue el envenenamiento de sus padres. Unas pocas gotas de un químico que él mismo hizo en una clase de ciencias en los vasos de agua nocturnos que se llevaban a la cama logró reventarles los intestinos mientras dormían, cosa que Gabriel encontraba buena, sin sufrimiento. Cerró la puerta del dormitorio matrimonial con un sistema visto en alguna película de ésas que veía por la antena cable. Su mente ya no poseía sucesos conscientes, sólo plasmaba escenas victimarias de los que comenzarían el juego.
Afiló y diseñó su propio puñal con un larguero de su cama, llamó a Javiera le dijo cuanto la amaba, la besó y le preguntó cuánto estaría dispuesta a dar por él. Una ingenua respuesta de inocentes ojos fue la que dio a su enfermo enamorado. Ella le contestó que daría todo por él, más que la misma muerte, cometió el error de decir hasta el silencio infinito de alguna falta que él pudiera cometer. Gabriel le dijo entonces que entonces así fuese. La tomó del brazo y llamó a todos sus compañeros. La noticia fue celebrada con aplausos hasta que Gabriel levantó sus manos en copia a su maestra y comenzó a cantar. El juego ya estaba por empezar. Javiera rió y su amante visualizó el “boom” de una cocina en llamas.
Las reglas del juego eran simples, como quien sabe jugar al pillarse, pero la única diferencia que transformaría la noche en una bestial y sangrienta ronda sería que todos debían desnudarse y por lo menos hacerse un corte el un dedo, la casa era gigante y todas las áreas podían ser utilizadas incluso el sótano y el ático. Un aplauso bastó para dar inicio al juego. Gabriel y Javiera desnudos no dejaron pasar oportunidad de tener un encuentro sexual antes de empezar a aniquilar a su propio curso. Al acabar el sudor y el calor se impregnó en él, tomó su puñal y le dijo a Javiera lo que tenía en mente. Ella aceptó ser el “second player” del tormentoso asesino.
Pensar que su nombre había sido tomado de los tomos sagrados de la Biblia y que el padrino de aquel muchacho era un sacerdote, no se podía ahora comparar con la bestia que nacía en él. Nadie nunca supo quién o qué cosa hizo transformarlo en el que fue conocido después. Gabriel, el arcángel, mano derecha del Todopoderoso Dios Señor del Universo. Quizás se creó en él una aseveración en relación con que el arcángel era el Juez y ahora nuestro chico juzgaría las vidas de sus amigos. Ni si quiera yo lo sé.
La cacería comenzó casi pasando la una de la madrugada. Muchos se habían ido al primer piso, ya que era el más amplio y tenia muchos más lugares donde esconderse. Otros para lograr hacerlo fácil y terminar rápido el juego para irse a dormir, prefirieron esconderse en lugares menos rebuscados, cosa que agudizó las cosas a favor de la parejita. Otros también enganchados a la desnudes y aprovechando el silencio de la noche y los escondites, se entregaron al toqueteo y al sexo sin amor, con furia y rudeza cosa que hacía rebotar los gemidos en las paredes dándole un toque “mágico” a la situación.
Gabriel tenía en mente a un solo nombre por esos minutos de acecho Francisco, el mejor amigo de Javiera y supuesto pretendiente de ella. Obviamente los celos y los indicios de posesión y amor llevados al máximo completaron la misión de ser él, el primero en recibir una muerte dolorosa y sin posibilidad de arrepentimientos. En realidad ninguna tenía entre los factores el arrepentimiento.
Las pisadas a pie pelado hacían pegar los pies dejar huellas por el sudor y la calidad de la madera de los pisos. Por suerte éstos no rechinaban por la ligereza de Gabriel y su pareja. Comenzaba a desesperarse ya creyendo que el tiempo no le sería suficiente como para aniquilarlos a todos antes del amanecer, rascaba su cabeza sin razón alguna y de vez en cuando le daba un vistazo a su novia y la besaba abrazándola muy fuerte. Entre las sombras que comprendían el primer nivel de la casa divisó una silueta que logró identificarla, pero no era Francisco. Hizo unas señas a Samuel, quien era el que se movía por los alrededores de que le indicara dónde se ubicaba Francisco, éste se encogió de brazos y le dijo que se separaron al bajar las escaleras, lo perdió de vista cuando apagaron las luces. Tres cuartos de la casa debían ser registrados para encontrar a Francisco en su escondite y acabar con los primeros pensamientos de celos que experimentó nuestro algo enfermizo amigo.
Gabriel era un chico realmente normal desde su infancia, coleccionaba comics y veía televisión cuando encontraba algo productivo o interesante en la revista de programación.
Música se dijo a sí mismo era lo que faltaba para completar el ambiente tosco y tenso dentro de la antigua y gigante casa. Dejó a Javiera unos segundos para volver con unos discos de ópera que su padre guardaba para escucharlos durante sus siestas de la tarde esperando a que llegara su hijo y disfrutaran de una conversación o debate de algún tema trascendental que estuviese en alguna portada del diario matutino. Les encantaba hacer eso. Les relajaba las tensiones y los ligaba más a los supuestos pensamientos que tendrían a futuro. Cosa que ahora, ya no se podría hacer más. La ópera absorbió aquellos sonidos algo molestos de las parejas haciendo lo suyo. Una sonrisa en la cara de Gabriel mostró la indiferente satisfacción de lo que ya estaba haciendo. Javiera le despeinó su cabello en forma de apoyo y confianza que le daba.
El ritmo de sus pasos y el pestañeo de sus ojos iban al compás de la música puesta en el equipo de radio, la pareja de cazadores incluso se daban el lujo a pesar de la histeria que ya tenía Gabriel, de bailar o juntar sus manos y dejarse llevar un momento. Incluso a veces ya, se les olvidaba en que tramas estaban. Entre la oscuridad y la luz que entraba por las ventanas divisó una mancha de sangre en una de las murallas, la siguió y supo de quién se trataba, esta vez sí correría la primer sangre. Él tomó a Javiera por el brazo y le indicó que no se acercara y que fuera a subir el volumen del equipo de radio, la opera al parecer no era suficiente como para tapar los gritos de sufrimiento de Francisco en los momentos que seguirían. Empuñó y besó su dedo pulgar de la mano derecha, la cábala de la suerte que siempre hacía antes de los exámenes en la escuela. Abrió la puerta en frente de él y se dio cuenta de que su víctima se encontraba tras la puerta, ya que ésta no sonó con el soporte de la muralla. Francisco vivía ya sus últimos minutos de vida y para peor, virgen.
El ya transformado psicópata comenzó a hablar con su seleccionado, intentando darle la certeza de que sólo era un juego y que ya debía salir de su escondite por sabía que ahí se encontraba. Al momento en que Gabriel se percató de que Javiera había cumplido su misión empujó la puerta tan fuerte como pudo ahogándole el grito a Francisco tras de ella. Algo indicaba que la manilla se le estaba encarnando sobre las costillas y comenzó a toser de una manera increíble, intentaba zafarse del peligroso encuentro y golpear a su atacante lo más rápido posible, pero le fue imposible. Javiera al llegar ayudó a su novio y trituraron a Francisco hasta darse cuenta de que caía inconsciente al suelo. En esos momentos Gabriel tomó nuevamente su puñal y comenzó a diseccionarlo estando todavía vivo. Francisco al abrir los ojos no pudo gritar, el puñal de su atacante había penetrado su garganta y cortado sus cuerdas vocales por la boca, escupió sangre y notó que también le faltaban sus dientes. Al levantarse volvió a caer, estaba rodeado de vidrios rotos por el suelo. Francisco debía avisarle a los demás de lo que el juego se trataba, pero le fue utópico. Un martillazo por parte de la niña que a él le gustaba lo hizo caer de espaldas a los vidrios que terminaron por desangrarlo totalmente. Gabriel en su trance asesino no se percató de Fernanda quien atónita de lo que había presenciado no pudo hacer ni un gemido ni chillido, estaba totalmente estupefacta entre las cortinas llorando. Se dejó caer al salir la brutal pareja..
Ella quedaría encerrada en la casa hasta el final de la noche. Los vidrios no dejarían entrar ni salir a nadie más. Pero ello no descartaba que también saldría muerta. No se atrevió a mirar el cuerpo de su compañero, de sólo imaginárselo vomitó y se desmayó.
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