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Mirando el campanario de la iglesia de monseñor, recordé mis días de colegio y aquella increíble afición que teníamos todos por tocar la campaña del establecimiento. Nuestro profesor lo permitía y según la lista de clases, nos era posible ese maravilloso instante de tocar la campana que señalaba el fin del día de clases.
El campanario de la iglesia posee dos campanas pero sólo utilizamos una para llamar a misa, la más pequeña.
Hay otra junto a aquella, una más grande que permanece muda y según me ha explicado monseñor, se debe a que su mecanismo de accionamiento está dañado.

Y aquella mañana aprovechando que don Raúl, el mecánico, estaba de visita en nuestra iglesia, le pedí si podía revisar los mecanismos de la campana mayor, pues era lamentable que no se pudiera utilizar. Con muy buena disposición, don Raúl accedió a subir conmigo al campanario y luego de examinar los mecanismos dijo :

- Ah, pero si esto es muy fácil de arreglar, solo debemos reponer algunos trozos de lienza, comprobar que llega hasta el primer piso, y ya está. Ya verás que tu dichosa campaña podrá sonar.

- Qué bien – respondí emocionado – si esto resulta como usted dice, podremos dar una buena sorpresa a monseñor.

Luego de conseguir los materiales necesarios con la señora Domitila, y efectuadas las reparaciones, don Raúl concluyó que el mecanismo ya estaba en condiciones y la campana mayor lista para sonar.

Ve abajo y tira fuerte de la lienza – me ordenó don Raúl con tono victorioso – ya verás como vuela al viento esta hermosa campana.

Siguiendo sus indicaciones, bajé al primer piso de la iglesia y tomando la lienza, le dí un tirón enorme. Inmediatamente sentí el sonido esplendoroso, fuerte y armónico de aquella bella y corpulenta campana. Emocionado y lleno de alegría corrí hacia el patio y desde allí grité con fuerza :

- Don Raúl, ha funcionado !!, es usted un genio mecánico ¿Ha escuchado que fuerte y bello suena?

Pero no obtuve respuesta del maestro mecánico, entonces me pregunté a mí mismo...

¿No me habrá escuchado? , tal vez sea que sigue reparando los mecanismo para que suene mejor. Qué extraño, o quizá don Raúl desea que toque desde abajo nuevamente. Bien, iré a tocar por segunda vez.

Esta vez mi emoción no tuvo límites, pues toqué repetidamente la campana mayor deleitándome con su rica sonoridad, mas de pronto quise probar el sonido de ambas y pulsé las dos lienzas alternativamente obteniendo de este modo, una música casi celestial que imaginé se podía escuchar en toda la ciudad.

Pero mi concierto fue interrumpido por la señora Domitila que me gritó con muy poca gentileza:

- Pero.. ¿Qué haces? ¿te has vuelto loco?, los fieles creerán que los están llamando a misa, además el ruido de las campanas es insoportable, suenan demasiado fuerte. Deja de hacer eso ya,

Luego de una pausa y de poner cara de pensativa, la señora Domitila me preguntó :

- ¿Dónde está don Raúl ?, creí que estaba contigo.

- No se preocupe usted, Don Raúl está arriba, en el campanario... sólo que no contestó a mi llamado cuando le grité que la campana ya podía tocar.

- Oh no, algo debe haberle sucedido, subamos a ver qué le ha pasado.

Subimos rápidamente al campanario y al llegar allí vimos que don Raúl estaba tendido en el piso evidentemente desmayado o desvanecido.

La señora Domitila se acerca a él e intenta reanimarlo golpeándole levemente las mejillas. Afortunadamente el maestro va incorporándose poco a poco y cuando ya se ve levemente lúcido, apunta con su dedo índice a la campana.

- La Campana ¡ La Campana ¡ - replica insistentemente mientras indica a la masa de hierro y también se lleva los dedos a los oídos como si quisiera liberarse de un sonido que tuviera dentro de ellos y que lo enloqueciera – Siento el sonido de la campana !!

- Eres un tonto – me dice la señora Domitila bastante molesta – has tocado las campanas hasta la saciedad mientras don Raúl estaba al lado de ellas, y claro, lo has dejado sordo.

- Pero, él me dijo que bajara a probar el mecanismo.

- Seguramente te dijo que bajaras a probar el mecanismo, no a volverte loco tocando como un demente.

Finalmente, una vez que don Raúl se recuperó, aun cuando todavía, según él, sentía el sonido de la campana en sus oídos, pudimos bajarlo al primer piso. Pero allí nos esperaba una nueva sorpresa: Muchos fieles habían llegado a la iglesia respondiendo al llamado de las campanas pensando que había misa extraordinaria.

No fui capaz de decirles que todo aquello era una equivocación y que sólo estábamos probando las campanas de manera que pensé en llamar telefónicamente al colegio de monseñor para que regresara a la iglesia a hacer una misa de emergencia.

Como escuchando mi llamado, monseñor llegó en ese instante en su camioneta, descendió de ella e inmediatamente preguntó:

¿Qué ha sucedido?, he escuchado las campanas desde el colegio y he regresado de inmediato para ver que ha pasado.

Entonces no me queda más que confesar, y lo hago hidalgamente explicando a monseñor que fue mi idea pedir al mecánico don Raúl que arreglara el mecanismo de la campana mayor, también me declaro culpable de haberlo dejado sordo. Y que fue mi culpa que toda aquella gente haya venido a la iglesia pensando que llamábamos a una misa extraordinaria.

- Ah , también considera que he debido concluir antes de tiempo mis clases en el colegio – me recuerda monseñor – para venir a ver que sucedía aquí.

- Sí monseñor – respondo – pero lo que no sé es qué haremos con todos los fieles que han llenado la iglesia.

- Pues te diré que los fieles vienen a escuchar misa, la misa que tú has llamado, de modo que no les hagamos esperar más.

Rápidamente monseñor se puso su vestimenta con la cual hace la misa y una vez que estuviera frente a todos los fieles, uno de ellos le pregunta :

- Monseñor, ¿ A qué se debe esta misa extraordinaria ? De todos modos, hemos acudido a la brevedad posible.

A lo que monseñor responde :

- Hermanos, hemos convocado a esta misa extraordinaria, para agradecer que se nos haya permitido contar con una nueva campana y así el llamado de nuestra iglesia llegue aun a lugares más apartados.

Ante tales palabras de monseñor, los fieles sonrieron complacidos y mostraron su disposición a agradecer el nuevo don.

Igualmente monseñor, sin poder ocultar una sonrisa, enunció sus palabras iniciales:

- Hermanos, por esta nueva bendición... oremos.




Texto agregado el 08-06-2006, y leído por 374 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
01-12-2006 Realmente me agrado leer esta narración, me gusta muchísimo su simpleza…Mis************* eburnea
11-08-2006 Lindo relato: el personaje de la mujer parece proveer todas las necesidades materiales: sean alimentos o cuerda, allí está ella. ¿Un símbolo? Iwan-al-Tarsh
21-07-2006 Me encanto tu relato perdon por la omisión en el mensaje anterior gatelgto
21-07-2006 Yo me acuerdo de una vez que anuncie que habia nuevo papa, y toque tanto las campanas que debolvi el estomago. gatelgto
26-06-2006 Precioso, me encantó, sentí desde aquí el tañir de las campanas. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
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