Me adentro en un mundo inhospito para mis ciegos ojos que sólo los abro para observar la realidad con toda mi posterior indignación.
Una nube de papel me da la bienvenida; entorno mis ojos y observo un elefante pequeño y gordiflón que me sonrie y me señala con gestos el camino que debo seguir.
Un tunel se aproxima a mis pies temblorosos; no deseo seguir ese camino pero mi curiosidad y la confianza depositada en mi elefante volador de la niñez, hace que mi pie derecho se adelante.
Mi pie se hunde lo justo como para seguir avanzando uno y después el otro.
Ante la curiosidad y mi extraña sensación de que la realidad no ofrece tuneles blandos sino rígidos, observo a mi alrededor; trozos de algodón negro y gris me rodean.
Mis dedos se aproximan a uno de los lados del tunel y los hundo; se sumergen dentro y noto una sensación fresca y blanda entre los contornos.
Al desprenderme de su hendidura trozos del suave algodón se me quedan pegados entre mis dedos humedos.
Los olisqueo y un olor extraño a fresa dulce invade mi olfato.
Intento probarlo sacando mi lengua y, al expirar, parte de ellos vuelan intentando huir de una muerte segura.
Este sabor me es familiar; en mi niñez me solía encantar y siempre deseaba pasearme por ese lugar solamente para poder desgustar ese sabor.
Mis recuerdos (mis flash-back) remueven mi memoria y comprendo que el sabor me era tan extrañamente familiar porque es el sabor del algodón de azucar.
-Pero este es de color negro, cuando los algodones son de color rosa.
Me siento tan extrañada y confundida que mis pasos se vuelven más seguros y más rápidos donde incomprensiblemente los mismos no retroceden sino que avanzan, como si la única salida se encontrara al otro lado.
Aunque saber, no sé lo que hay.
Igual hay monstruos, gente delirando o inclusive el mismo infierno me aguarda ofreciéndome toda clase de pócimas, donde al beberlas, mi dolor se fuera acrecentando.
Así que con miedo pero con paso seguro pongo un pie fuera del tunel.
Una luz extremadamente intensa recubre mi cuerpo y mis ojos; no dejando ver más allá de esa potente luz.
De repente me empiezo a notar caliente, y ese calor me deja sospechar que me siento comoda.
Ante la falta posterior de ceguera abro los ojos y observo. Un enorme teatro se halla enfrente mía y yo me encuentro de pie observándo la inmensidad del edificio.
Miro a mi alrededor y encuentro gente sentada en sus asientos; gente de todo tipo.
Pero siempre gente extraña; mujeres con dos cabezas, hombres con la mitad de su cabeza; gente mitad personas mitad animales, y otros tan raros que sería dificil clasificarlos de alguna manera.
Entonces bajo la vista y miro mis manos.
-¡La única normal soy yo! - pienso.
Así que rápido me siento; así esos personajes no pueden atisbar mi presencia.
Se ve que son gente agradable; entablan conversaciones entre sus familiares o amigos de forma afable y no se ve que sean peligrosos, pero quien sabe.
Igual son afables entre los de su misma "raza" por llamarlo de alguna manera y, ante los intrusos, son gente totalmente apatica.
Quien sabe.
Pero por si acaso no voy a moverme mucho.
Las luces se apagan y sólo unos cuantos focos alumbran el escenario.
Entonces la gente extraña deja de cuchichear para prestar atención.
Tras pasar varios minutos no ocurre nada, pero miro adelante y hacia los lados y la gente no despega su mirada del escenario.
Yo miro hacía esa dirección pero no hay nada.
No ocurre nada.
Que diantres mira la gente, a que diantres aplaude la gente.
No hay nada, hay vacío en el escenario.
Igual ellos son tan vacios que sólo la presencia de nada les hace sentirse bien.
Y sigo observando a mi alrededor. Uno de esos personajes que se haya a mi derecha pero 4 asientos más separado de mí, me mira.
Se ha dado cuenta.
Me sigue observando; lo sé porque le miro de reojo y no me quita la vista de encima.
Y me sonríe.
¿Por qué me sonreirá?
Quizas debiera huir ya mismo de este sitio pero no consigo desprenderme del asiento.
Igual temor, inseguridad, no lo sé; sólo sé que no puedo huir.
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